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Dos familiares de personas fusiladas durante la Guerra Civil hacen un ejercicio de memoria
Europa Sur - 24 01 2004




Anselmo F. Caballero.
 
De la mano de su madre, Progreso y Trotski huyeron camino de Valencia. Hacía apenas unas semanas que la Guerra Civil española había estallado. Trotski, el mayor de los niños, cuatro años cumplidos, murió antes de que la familia consiguiera alcanzar su destino. Progreso sobrevivió gracias a los desvelos de su madre, que le engañaba las ansias con biberones de agua con azúcar. 'Trotski murió de necesidad. Más que de enfermedad, de lo que murió fue de hambre', recuerda casi 70 años después Benito Muñoz, quien siendo apenas un mozalbete había conocido al padre de los niños. 'Yo le leía 'La Solidaridad Obrera', 'La Tierra', las revistas que había en la época', recuerda Benito.

Jerónimo Cózar, padre de Trotski y Progreso, era anarquista, miembro de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y policía municipal en Los Barrios. El 23 de julio de 1936 fue detenido por las tropas franquistas y recluido en el cuartel de Escopeteros, en Algeciras. El 31 de agosto fue fusilado junto a otros cinco compañeros: José Aguilar Pardo, José Pecino Rodríguez, Antonio Gil Oncala, José Macías Gómez y Francisco de Cos Romero.

La guerra dejó a Progreso sin padre y sin nombre. La prudencia recomendó sustituir aquel nombre de reminiscencias libertarias que el padre quiso para el hijo. Progreso, hoy Jerónimo, intenta restañar apenas la herida abierta tantos años. Con la ayuda de Foro por la Memoria, una asociación empeñada en reivindicar el recuerdo de quienes padecieron y murieron en defensa de las libertades durante la Guerra Civil y el régimen franquista, Jerónimo Cózar investiga la ubicación exacta de la fosa donde descansan los restos mortales de su padre. 'Sabemos que la mayor parte de los enterramientos se hicieron en el cementerio municipal -explica Cózar- El problema está en que los libros de registro se han perdido. De lo que tengo constancia es de que mi padre y los cinco compañeros que murieron con él están enterrados dentro del recinto del cementerio'.

Benito Muñoz, el niño que leyó 'La Solidaridad Obrera' al padre de Jerónimo, asiente a las palabras de su compañero. Cuenta Muñoz que la mayor parte de los fusilamientos se produjeron en las tapias del cementerio, muertes de las que las autoridades franquistas conservaban un cuidado registro. 'Yo mismo he podido ver en los juzgados los libros en los que se consignaba el nombre de los que morían cada día', revela.

Benito es el nieto de Aurelio 'El Panadero'. El anciano de hoy recuerda al anciano de entonces, al abuelo empedernido lector, anarquista convencido -durante la década de los 20 llegó a ocupar puestos de responsabilidad en la CNT- al hombre que recriminaba al niño que quería mantener encerrado en la jaula a un jilguero. De joven, el abuelo había repartido pan a lomos de un burro por las calles de Algeciras. 'Antes de que yo naciera, por los años 20, detuvieron a un montón de gente aquí en Algeciras, entre ellos a mi abuelo. Se los llevaron a un pueblo de Málaga, pero se armó tal revuelo que tuvieron que traerlos otra vez', recuerda Benito.

El 16 de agosto de 1936, a la edad de 69 años, el abuelo fue fusilado. Fueron los falangistas. Benito tenía la edad suficiente como para entender la tragedia que se había cebado con su familia, la tragedia que se cebó con su país. Su padre, que había sido el primer alcalde la República en Los Barrios, padeció cárcel hasta el año 47. Su madre, a la que el abuelo impuso el nombre de Acracia, pasó por obvias razones de precaución y sensatez, a llamarse Engracia en los papeles. Hoy Benito muestra su carné de identidad como una victoria, como un territorio ganado al enemigo, como un acto de justicia: en el reverso del documento, junto a la leyenda 'hijo de', luce orgulloso de tinta negra el nombre de Acracia.

Benito y Jerónimo son algunos de los familiares de fusilados durante la Guerra Civil que han encontrado en la asociación 'Foro por la Memoria' el apoyo y el cobijo que durante décadas les fue hurtado. El policía Jerónimo Cózar y Aurelio 'El panadero' fueron dos de las 136 personas que, según los investigadores, perecieron asesinadas a manos de las tropas franquistas durante el primer año de la guerra. 'Nuestra historia se la han tragado, la han oscurecido, nos han acallado', lamenta Benito.

Y aun hoy, a pesar de los años transcurridos, el miedo que fue compañero de tantos miles de españoles, el temor con el que creció la generación que se familiarizó con la muerte tan temprano, no se ha extinguido, se sostiene larvado, vivo, reciente. 'Yo no temo salir ahora a la calle y gritar 'Viva la República' o lo que sea. Pero tengo hijos y nietos. Nosotros queremos que aquello que vivimos no se vuelva a repetir nunca. Hoy parece que eso es imposible, imposible. Pero mira las cosas que pasan en el mundo. El hombre es el animal más malo que hay sobre la tierra'.