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Gracias, Jorge. Sobre el libro 'La batalla del Ebro' de Jorge M. Reverte
JOAN BARRIL - EL PERIÓDICO DE CATALUNYA - 2/10/2003


EL EBRO guarda silencio y no al pasar por el Pilar. Las guerras antiguas pueden parecer justas porque las escriben los vencedores. Los herederos de los vencidos nos hacen vivir ahora batallas no tan lejanas.

El presente histórico es ese tiempo verbal que permite vivir las cosas pasadas con la intensidad del presente. El presente histórico es una manera de amarrar el tiempo que no hemos vivido para que las generaciones poshistóricas lo revivan. Stendhal, en La Cartuja de Parma, hace vivir la batalla de Waterloo a un personaje llamado Fabrizio del Dongo que no era consciente de haber estado allí. Y ese prodigio no es cosa únicamente de la literatura. El lector no es un vidente, sino un conjunto de recuerdos propios y ajenos que algún día afloran. Creemos que el recuerdo va a permanecer indeleble durante toda la vida, pero en realidad a los recuerdos hay que alimentarlos, sacarlos de la nevera de los antepasados, olerlos, embadurnarnos con ellos, mirarlos de frente y de perfil y penetrar en ellos como Del Dongo.

De batalla en batalla dejamos a Stendhal y llegamos al colega de pluma y de periódico Jorge M. Reverte, como él gusta de firmar. Hoy presenta en la librería La Central del Raval la crónica diaria del mayor combate que se ha librado en España. El dudoso honor de ser la batalla más grande de la historia española se sustenta siempre sobre la cifra de muertos que quedaron en el campo. Se trata, naturalmente, de La batalla del Ebro, un dietario de la que puede ser considerada la primera gran batalla de la segunda guerra mundial. Los ejércitos nazis y fascistas convirtieron a ese río que da nombre a la península en un desagüe de sangre. Reverte ha bajado a las trincheras de la Terra Alta y ha excavado en los archivos y los partes de guerra. Entre anécdotas y análisis emergen al final de cada día los informes, no precisamente asépticos, de los mandos nacionales y republicanos. Reverte ha puesto en ese libro todo lo que él sabe de periodismo y de historia. Ha hecho una crónica póstuma de los que allí cayeron y la ha potenciado con el lenguaje de las mejores Hazañas bélicas de nuestra infancia. Ahora que los jóvenes se sorprenden de que algún día en España alguien pudiera ser fusilado sólo por sus ideas, es bueno recordar el testimonio del gran silencio de la posguerra. El bienestar español tiene unos enormes y profundos cimientos de malestar, asesinatos, huesos dispersados, miedos y traiciones.
En estos tiempos de ardor guerrero y vivas a Honduras, Reverte nos narra una batalla en la que no se enfrentaban un ejército serio y un grupo de descamisados. Los generales republicanos hubieran podido ganar la guerra de no haber sido por la inhibición de las democracias occidentales y el atávico sentimiento cainita de las izquierdas.
El presente histórico era el tiempo verbal idóneo para que Jorge nos ofreciera la que fue vida y muerte de padres y abuelos. La espontaneidad popular y universal que forjó la resistencia republicana fue la última gran epopeya de la humanidad. Como escribió el Nobel W. H. Auden, brigadista internacional de primera hora, en su poema Spain: La historia puede compadecerse de los vencidos/ pero no puede ni ayudar ni perdonarles. Recordar esos meses en presente histórico es también una manera de alertar de los riesgos de la historia presente.