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Vázquez Montalbán
Luis Arias Argüelles-Meres. 20/oct/2003 - A Coruña Digital


 
El sábado a mediodía me entere de la muerte inesperada de Vázquez Montalbán. Cuando fallece un escritor que forma parte de nuestra vida en la medida que sus obras nos enriquecieron lo que se siente es algo más que dolor. Es también el desgarro de la ausencia, en este caso además, de uno de los pocos resistentes que nos quedaban como modelo de escritor comprometido con una ética y con una estética. En un país como éste, donde las trayectorias de los personajes públicos, también en el mundo intelectual, artístico y literario, dieron cambios bruscos tan pronto se produjo el encuentro con un pesebre, la figura de Vázquez Montalbán se agiganta. Siempre estuvo en la izquierda. Siempre fue, además de un escritor consagrado, un guerrillero en el mundo de las ideas, y jamás incurrió en eso tan frecuente y abrumador de la impostura.
 
Al haber nacido en 1939, Vázquez Montalbán forma parte de la generación de 1968. Se considera miembros de esta generación a los escritores nacidos entre 1939 y 1950. Pertenece, por tanto, a la misma generación que Eduardo Mendoza, Álvaro Pombo y Luis Mateo Díaz. Al primero, le unió siempre una gran amistad, así como una pasión común por Barcelona.
 
Recordemos en principio su obra literaria. En 1970 se publica una antología titulada Nueve Novísimos Poetas Españoles, editada por el crítico José María Castellet. Componen esta antología los siguientes autores: Vázquez Montalbán, Martínez Sarrión, J.M Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero.
 
Sin embargo, es mucho más importante su obra narrativa. Se estrena en 1969 con la obra Recordando a Dardé y otros relatos, En 1972 publica Yo maté a Kennedy. 'Era una época bastante difícil, -dijo Montalbán- ya que el franquismo parecía eterno y teníamos la impresión de que nada cambiaría. Como fruto de esta sensación escribí Yo maté a Kennedy. Aquella novela refleja un mundo irreal que venía de la empanada mental que vivíamos. Allí cabía todo: poemas, textos de vanguardia, influencia del cómic y del cine... Era un mare mágnum que reflejaba la descomposición de la novela que creíamos que estábamos viviendo'.
 
Pronto llegaría Pepe Carvalho. Tatuaje, 1974. Sigue la historia del famoso bolero de Concha Márquez Piquer. Y en ese momento es un escándalo para cierta crítica. 'A principios de los setenta vivíamos en una dictadura literaria: o escribías como Juan Benet o no eras nadie. Un día, en plena euforia etílica con mi amigo José Batlló, nos burlábamos de la literatura de vanguardia y él me desafió a escribir una novela de guardias y ladrones. Acepté el reto y escribí Tatuaje en 15 días. La crítica la recibió fatal y me acusaron de lanzarme a un suicidio profesional, a una operación comercial. Para mí, sin embargo, era una novela experimental, ya que Carvalho no era un detective al uso. Vivía con una puta, quemaba libros, era ex comunista y ex agente de la CIA'.
 
Los mares del Sur, 1979, continúa la serie Carvalho. Fue una novela premiada en Francia y obtuvo el Premio Planeta en el 79. Asesinato en el Comité Central (1981) Se publicó en un momento en que el PCE vivía una profunda crisis. Vázquez Montalbán la escribe desde el conocimiento que tiene como militante del partido, y descarga sus antipatías y simpatías sobre los distintos dirigentes de entonces.
 
El Pianista (1985) está considerada como una de las grandes novelas policiacas de este maestro del género en nuestro idioma.
 
Galíndez (1990), Premio nacional de Literatura (1991), es la historia de Galíndez, un político del PNV exiliado, que es objeto de torturas y persecuciones en la dictadura dominicana de Trujillo. Hay una reciente versión cinematográfica de la vida del político vasco.
 
Sabotaje Olímpico (1993). Carvalho cabalga por la Barcelona olímpica, entre picaresca y delitos, con una fuerte crítica política de fondo. En Roldán, ni vivo ni muerto (1994), Carvalho busca a Roldán, sabiendo que no interesa que aparezca muerto por las sospechas que se confirmarían, pero tampoco vivo, por todo aquello que pudiera contar. El premio (1996). Pocos libros hay donde exista una crítica tan demoledora al panorama de la literatura actual, con las mafias y amiguismos, además de imposturas. Quinteto de Buenos Aires (1997), es una extraordinaria historia donde se bucea en la memoria de los desaparecidos y las vidas destrozadas por la dictadura Argentina.
 
Pero además de poeta y novelista, Vázquez Montalbán cultivó con profusión el ensayo, con una carga ideológica innegable en la mayoría de los casos. Pensemos en títulos como Pasionaria y los siete enanitos, Panfleto desde el Planeta de los Simios, Un Polaco en la Corte del Rey Juan Carlos, Y Dios entró en la Habana, etc. Un ensayismo que en su caso está muy vinculado a su faceta como articulista, cuya ausencia también notaremos en su columna de los lunes en un diario madrileño.
 
Escritor de raza. Hombre a quien nada humano le era ajeno. Antifranquista militante. Guerrillero contra el pensamiento único y creador de mundos y personajes en los que dejará su empuje creador, su talante humanitario y abierto y su talento demostrado.
 
Vázquez Montalbán está en la historia de nuestras vidas como columnista, como biógrafo en tiempos difíciles de un cantautor que, pasado el tiempo, se iría conformando demasiado. La vida, el cine y la literatura fueron pasiones que en el caso del escritor que nos ocupa cupieron y cobraron vida en una obra meritoria y admirable.
 Lo mejor de todo es que gracias a escritores como él nunca descansaremos en paz, porque es de los que deja siempre la antorcha adorable de lo inquietante.