Investigan en España los
fusilamientos y apropiaciones de la Guerra Civil
Victoria Ginzberg - Enero 2003
Los otros desaparecidos
Es una palabra asociada a los crímenes en la Argentina, que
ahora se está usando en España para las fosas comunes, los
secuestros y los fusilamientos cometidos por el régimen franquista
en las zonas ocupadas durante la Guerra Civil y en todo el
país a partir de 1939. La cifra de desaparecidos se calcula,
irónicamente, en 30.000. Y hay miles de chicos que fueron
apropiados, entregados a internados de curas y provistos de
otra identidad. Es una palabra asociada a los crímenes en
la Argentina, que ahora se está usando en España para las
fosas comunes, los secuestros y los fusilamientos cometidos
por el régimen franquista en las zonas ocupadas durante la
Guerra Civil y en todo el país a partir de 1939. La cifra
de desaparecidos se calcula, irónicamente, en 30.000. Y hay
miles de chicos que fueron apropiados, entregados a internados
de curas y provistos de otra identidad.
Por Victoria Ginzberg
Los restos de Emilio Silva Faba esperan en un laboratorio
de la Universidad de Granada, donde serán identificados. Fueron
rescatados después de 64 años de descansar junto a otros doce
fusilados en una fosa común en Priaranza del Bierzo, en León.
Esa excavación fue la primera de diecinueve que se hicieron
en los últimos dos años en España, y un símbolo del movimiento
de recuperación de la memoria sobre la Guerra Civil y la dictadura
franquista que se está gestando en el país. Los españoles
están revisando su pasado y hasta descubriéndolo. La vida
en las cárceles, la explotación de los presos para la construcción
de obras públicas por empresas privadas e, incluso, la apropiación
de niños, son temas sobre los que se puede encontrar obras
de reciente edición en todas las librerías. Por primera vez,
el año pasado, un grupo de españoles hizo un planteo por los
desaparecidos de su país ante Naciones Unidas. El Parlamento,
por unanimidad, aprobó un reconocimiento moral a todas las
personas que fueron 'víctimas de la guerra' y 'que padecieron
la represión de la dictadura franquista', e instó al gobierno
'a que desarrolle, de manera urgente, una política integral
de reconocimiento y de acción protectora económica y social'
de los damnificados.
En España se está confirmando la sentencia que establece que
los hechos -sobre todo si se trata de crímenes y más si son
de Estado- que se intenta encubrir y condenar al olvido, vuelven,
más tarde o más temprano. Los casi cuarenta años de dictadura
y la transición democrática -que transcurrió acompañada por
un consenso sobre que era mejor no revolver en los acontecimientos
que habían dividido el país- demoraron el proceso, pero no
lo paralizaron. 'Así como en la Argentina hay un movimiento
de hijos, aquí hay uno de nietos. Somos en ese sentido una
especie de accidente sociológico. Casi que no teníamos que
estar aquí, porque la transición fue un pacto por el consumo
y el desarrollo económico y se suponía que nosotros teníamos
que estar contentos. La transición consiguió la estabilidad,
el desarrollo, pero la cultura política española se vio muy
dañada', dice Emilio Silva, fundador de la Asociación para
la Reconstrucción de la Memoria Histórica (ARMH).
'Mi abuelo también fue un desaparecido'
Silva fundó la Asociación casi por casualidad. Periodista,
de 37 años y habitante de Madrid, dejó hace dos años su empleo
en una revista del corazón para escribir un libro que incluía
la historia de su abuelo, por quien lleva su nombre. Hasta
ese momento, la vida y muerte de ese otro Emilio había sido
una crónica apenas hilvanada por retazos de pequeñas menciones
en la mesa familiar. Silva abuelo había vivido en Ezpeleta,
Argentina, y luego en Nueva York. Volvió a España para hacer
un negocio y conoció a quien se convirtió en su mujer. Se
quedó en Villafranca del Bierzo, puso una tienda y tuvo seis
hijos. Al llegar la Segunda República, se afilió a Izquierda
Republicana. 'Era un hombre muy moderado, el partido era moderado,
pero en la España de entonces cualquier reivindicación social
sonaba extrema. El objetivo político de mi abuelo era que
en su pueblo hubiera una escuela pública', relata Silva.
Cuando empezó la Guerra Civil, en 1936, cada semana la falange
pasaba por el negocio de los Silva para cobrar un impuesto
para ayudar en la lucha contra el marxismo y, de vez en cuando,
Silva era llamado al Ayuntamiento. El 16 de octubre de 1936
lo citaron a lo que parecía otra visita para hacer un donativo.
Pero quedó detenido. Esa misma noche salió del Ayuntamiento
un camión con doce o trece presos. Después de una parada en
un pueblo cercano, catorce personas -entre ellas Silva- fueron
fusiladas y enterradas en una fosa en Priaranza. Hubo un sobreviviente
que, antes de morir un año después, fue dejando algunas pistas
con las que Silva nieto pudo reconstruir parte de la historia.
Hace dos años, cuando empezó a buscar el lugar donde había
sido enterrado su abuelo, Silva publicó un artículo que tituló
'Mi abuelo también fue un desaparecido'. La palabra, hasta
ese momento, era sólo un eco de Latinoamérica que se había
hecho familiar debido a los juicios que lleva adelante el
juez Baltasar Garzón, pero la ARMH calcula que en España hay
al menos 30 mil desaparecidos (entre ellos el poeta Federico
García Lorca), en fosas comunes esparcidas por todo el país.
El año pasado, la ARMH -que se formó debido a la cantidad
de gente que se acercó a Silva pidiendo ayuda para recuperar
los restos de sus familiares- presentó su reclamo ante el
grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias
de Naciones Unidas. El organismo tomó dos casos, los que habían
ocurrido después del 24 de octubre de 1945, fecha del establecimiento
de la ONU. A fines de noviembre pasado el Congreso de los
Diputados de España aprobó por unanimidad una proposición
de condena a la represión de la dictadura franquista y de
reconocimiento moral a las víctimas de la represión. Fue la
primera vez que el Partido Popular que lidera el jefe de gobierno,
José María Aznar, hizo una declaración de ese estilo. Es que
28 años después de su muerte, Francisco Franco, que tiene
su gran mausoleo en el Valle de los Caídos, cerca de Madrid,
sigue de alguna manera vivo en España. Según se supo hace
unos meses, al menos durante los últimos cuatro años el gobierno
hizo aportes a su fundación. En muchos pueblos todavía existe
miedo a hablar sobre lo ocurrido durante la Guerra Civil y
la posterior represión de la dictadura y en numerosos sitios
resisten y son bien cuidadas, estatuas y construcciones que
conmemoran al fascismo y sus héroes. 'Lo de los monumentos
es muy sangrante. Por ejemplo en el pueblo de mi abuelo, el
comandante que inició las ejecuciones de civiles todavía tiene
un monumento que lo califica de libertador de la villa. Yo
he pedido al Ayuntamiento que, como respeto a la familia,
lo retiren', cuenta Silva. El periodista espera ahora el resultado
de una prueba de ADN que confirme cuál de los cuerpos encontrados
en la fosa es el de su abuelo. En estos dos años ayudó a recuperar
34 cadáveres.
'La diferencia con el caso de la Argentina es que en España
la dictadura fue muy larga y eso te da pie para pasar por
varios estadios diferentes. Cuarenta años te da tiempo para
desistir. Pero esto debería haber ocurrido en España hace
muchísimo tiempo. Aquí dicen que ha llegado el tiempo del
riesgo cero que implica que se pueden hacer estas cosas sin
problemas, pero habría que plantear un debate acerca de cuándo
empezó el riesgo cero', dice Silva.
Los niños perdidos
Para el historiador catalán Ricard Vinyes, lo que sucedió
en los últimos años en España es que hubo una mayor difusión
de trabajos académicos que se estaban realizando desde tiempo
atrás. 'Ha habido un interés por parte de los medios de comunicación
e incluso en las instituciones públicas por estos temas y
por divulgarlos.' También acepta que hay nuevos 'descubrimientos':
'Lo que se está confirmando es lo terrorífica que fue la dictadura
y que lo fue no sólo en el plano material y físico, sino también
en el territorio moral y espiritual, en la medida en que la
dictadura implicó la liquidación de todo tipo de valores.
Una de las novedades más importantes fue la descripción de
lo que era el mundo de las prisiones. Eso ha ayudado a destruir
una idea que el centroderecha había ido fomentando y es que
el antifranquismo eran cuatro que cabían todos en un coche',
dice Vinyes. El relato en profundidad del ámbito carcelario
durante la dictadura se pudo apreciar en un Congreso (el primero)
sobre 'Los campos de concentración y el mundo penitenciario
durante la Guerra Civil y el franquismo' que se hizo en el
museo de Historia de Cataluña, en Barcelona, a fines de octubre
pasado. Algunos estudios presentados allícuantificaron en
104 el número de campos de concentración en España entre 1936
y 1939, por los que pasaron alrededor de 400 mil personas.
150 mil se convirtieron en víctimas fatales.
Una verdadera revelación sobre los crímenes de la era de Franco
la aportó Vinyes. Mientras investigaba la vida en las cárceles
de mujeres, se topó con expedientes en los que figuraba una
anotación a mano y en lápiz que consignaba: 'Destacamento
hospicio'. Esa fue la primera pieza de un rompecabezas que
le permitió reconstruir cómo la dictadura había borrado la
identidad de miles de 'hijos de rojos'. Con su asesoría, los
periodistas de la televisión catalana Montse Armengou y Ricard
Belis describieron en el documental Los niños perdidos del
franquismo que así como los desaparecidos no eran patrimonio
de Latinoamérica, las apropiaciones de niños, tampoco. Pero
la metodología fue diferente. En su libro Irredentas, Vinyes
afirma que 'la 'clandestinidad' de las actuaciones argentinas
no existió en España. Muy al contrario, fue el nuevo Estado
el que constituyó la institucionalización del proceso legal,
administrativo y burocrático, que facilitó las desapariciones,
especialmente desde las cárceles de mujeres'.
Los niños perdidos del franquismo narró cómo miles de niños
nacieron en prisión o ingresaron a ellas con sus madres (ver
aparte). Al cumplir los tres años, los que habían sobrevivido
debían abandonar la cárcel pero muchos, en vez de recuperar
la libertad, iban a parar a un hospicio o a un colegio religioso.
Allí eran educados para odiar las ideas de sus progenitores.
Pero además, en 1940, se aprobó una ley que permitió cambiar
los nombres y apellidos de estos niños, y así se facilitaron
las adopciones ilegales y la pérdida del rastro para los padres
o madres que lograban salir de la cárcel. Esta investigación
demostró que hubo una sistematización de este proceso, que
incluyó incluso la repatriación forzosa de chicos que estaban
al cuidado de familias hostiles al franquismo en el exterior.
Según recogió Vinyes, 'para 1942 hay más de nueve mil y al
año siguiente más de 12 mil hijos de presos y presas cuyos
padres por orden del Estado pierden la tutela sobre ellos,
que han sido puestos bajo la tutela del Estado con el fin
de que sean 'reeducados''. Los relatos de esos niños, hoy
abuelos, conmocionó a la sociedad catalana.
Ya sea porque llegó el tiempo del 'riesgo cero', porque la
difusión de los crímenes de Pinochet, Videla y compañía les
devolvió la imagen como en un espejo deformado o porque el
pasado siempre vuelve para interpelar al presente, España
está -a 67 años de la Guerra Civil y 28 de la muerte de Franco-
escuchando voces que permanecieron calladas y recuperando
sus muertos, y con ellos, su historia.
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