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Discurso de inauguración del Monumento de las Fosas comunes de Alcázar de San Juan
por Andrés Carmona Campo, concejal de IU – ICAM en Alcázar de S. Juan
(IU–ICAM (Alcázar), 14-4-07)


Alcázar de San Juan, 14 de Abril

Cuando era mucho más pequeño, recuerdo que algunos días venía con mi madre aquí al cementerio, y por algún tipo de curiosidad propia de los niños, recuerdo que me gustaba ir leyendo las inscripciones que había en las lápidas: “familia tal, familia cual…”.

Y recuerdo también que a veces llegaba hasta aquí y que mi mente entonces de niño era aquí donde se confundía. “¿Qué es esto?” me preguntaba. “¿Por qué dice aquí ‘a quienes dieron la vida por la libertad’? ¿Por qué no pone aquí el nombre de nadie?

Porque esto ¿qué es? ¿Esto es una tumba? ¿Es un monumento? ¿Aquí debajo hay gente?” me preguntaba yo.

Y recuerdo que nadie quería contestarme, que era un tema del que nadie me quería hablar, incluso parecía que si preguntaba esas cosas estaba haciendo algo mal, algo que no debía hacer; y yo no entendía porqué, ni nadie me lo aclaraba. Con el tiempo fui creciendo y alguna vez oí hablar a algún primo mío de “la guerra”; la guerra, como si fuera algo misterioso y prohibido, algo de lo que no debía hablarse ni preguntarse. Alguna vez yo pregunté en mi casa por la guerra, pero no me quisieron hablar. Tan sólo con el tiempo, mi abuela sí que comenzó a hablarme de la guerra, y a veces me contaba episodios de esa parte de su vida y cómo los vivió; y recuerdo, con mucha emoción, que me hablaba en voz baja, y como ocultándose, como si estuviera haciendo algo prohibido o algo que no debía, como si me contara secretos que yo tuviera que guardar celosamente. Mi recuerdo de entonces es de no entender porqué. ¿Por qué hablaba en voz baja? ¿Qué estaba pasando? Y sobre todo: ¿qué había pasado para que las cosas fueran así?


Ahora, ya años después, voy comprendiendo todo lo que pasaba. Porqué ese silencio, porqué ese miedo. Y se me pone la carne de gallina al pensarlo. Comprendí que esto que hay aquí sí que es efectivamente una tumba, un sepulcro, donde hay gente enterrada. Pero no una tumba cualquiera. Son dos fosas, dos fosas comunes. Y cuando comprendí lo que era una fosa común sentí horror: aquí yacen enterrados 418 cuerpos de 418 personas concretas. Y quiero remarcar esto: 418 personas concretas. Cada una con una vida particular, cada una con sus familias, con su esposa, sus hijos, sus padres… Y cada una con su historia particular y concreta. No son 418 personas en abstracto, sino concretas, que fueron vilmente asesinadas ahí enfrente y enterradas aquí mismo.


Y yo me preguntaba antes y me pregunto ahora: ¿Por qué? ¿Qué hicieron esos 416 hombres y dos mujeres que están en estas dos fosas para tener que acabar así?

Esta es la pregunta clave, esta es la cuestión de fondo, esto es de lo que no quieren algunos que se hable cuando han dicho que no está bien lo que estamos haciendo. Porque, ¿qué hemos hecho? En definitiva, ¿qué hemos hecho?


Mirad a vuestro alrededor. ¿Qué veis? Tumbas. Unas blancas, otras negras, otras grises, unas más grandes, otras más pequeñas… pero ¿qué tienen todas en común? Todas tienen nombres y apellidos, porque en todas hay enterradas personas cuyos familiares y amigos quieren venir a recordar y a llorar. En todas, menos en estas dos fosas. Donde más personas hay enterradas era precisamente donde no ponía ningún nombre. Y ¿qué hemos hecho? Lo menos que podíamos hacer: poner todos los nombres y apellidos de todas y cada una de las víctimas que hay aquí enterradas, 70 años enterradas sin sus nombres. ¿A quién le puede ofender esto? ¿A quién le puede sentar mal hacer algo que tiene toda su lógica y todo su sentido? Poner el nombre de quien está enterrado donde está enterrado.


Pero fijaos: mirad todos los nombres. ¿Cuál es la primera impresión? ¿Qué hemos pensado todos al verlos así, todos juntos? Yo creo que todos hemos pensado lo mismo: ¡cuántos nombres, cuántas personas enterradas! Y pienso que todos hemos sentido un mismo sentimiento de sobrecogimiento, e inevitablemente viene la pregunta: ¿y porqué? ¿Qué pasó? Ver todos estos nombres aquí puestos conduce a preguntarnos lo mismo: ¿por qué y por qué tantos? Y esa es precisamente la pregunta que hay quienes se empeñan en evitar, la que no quieren que nos hagamos; eso es lo que no quieren explicar a quienes vean lo que hemos hecho y pregunten ¿por qué? Porque la gente al verlo se lo va a preguntar: ¿por qué? Y ya es hora de contestar. Ya es hora de hablar claro y decirlo en voz alta. Ya es hora de hablar y decir con normalidad lo que mi abuela me contaba en secreto y en voz baja, y como ella, tantas abuelas, y estoy viendo aquí a muchas. Ya es hora de dejar a un lado el miedo, el miedo con el que tantas personas han tenido que convivir toda su vida.


Estas 418 personas que están aquí enterradas fueron fusiladas entre 1939 y 1941 por motivos políticos, muchas de ellas, después de haber sido secuestradas, encarceladas y torturadas. Y ¿por qué? Porque en 1936, una parte rebelde y traidora del Ejército dio un golpe de Estado contra España, que entonces era una República, capitaneados por el general Franco y apoyados por la cúpula de la Iglesia y la extrema derecha de este país. Ante el triunfo en las elecciones del 16 de febrero de 1936 del Frente Popular, que agrupaba al Partido Socialista, al Partido Comunista y a otros partidos de izquierdas apoyados por los sindicatos, los golpistas intentaron usurpar el poder al pueblo español para implantar una dictadura copiada en sus formas y contenidos de las dictaduras que entonces había en la Alemania nazi y en la Italia fascista.


Pero el golpe no triunfó de un modo inmediato como los traidores a la España y golpistas esperaban. El pueblo español que había conquistado la República seis años antes, en 1931, resistió heroicamente al golpe de Estado, se negó a que cuatro traidores armados les quitaran lo que sólo puede ser del pueblo y que tanto les había costado tener: el poder de decidir democráticamente su propio destino. Y lo que los facciosos pensaban que sería un simple golpe de Estado se transformó en una cruel guerra civil de tres largos años, entre patriotas que defendían a España y la República, la Constitución y la legalidad, y los golpistas empeñados en transformar esa democracia republicana en una dictadura fascista. Eso fue lo que hicieron estas 418 personas: defender a España, defender la Constitución Española y sus leyes, defender la República contra quienes querían acabar con ella.


Pero al final ganaron los golpistas e hicieron lo que querían: implantaron una feroz dictadura que tomó una decisión increíble: eliminar físicamente a los vencidos. Esto es lo que más horror me causa pensarlo. En 1939, una vez acabada la guerra, con el Ejército republicano rendido, los vencedores se empeñaron sistemáticamente en matar a todos esos vencidos que habían sido leales a España y a la democracia española. Uno a uno los buscaron, los encarcelaron, los torturaron, los condenaron en falsos juicios sumarísimos y sin garantías, juicios que deben ser anulados cuanto antes, y fríamente los fueron fusilando y enterrando en fosas como estas. Aquí sucedió entre 1939 y 1941. A partir de ese año, siguieron asesinando a los vencidos, pero ahora los trasladaron a Ciudad Real: otros diez alcazareños fueron así asesinados y aquí figuran también.


Quiero hacer hincapié en una cuestión: todas estas personas murieron una vez acabada la guerra. No murieron en el campo de batalla, no murieron en una trinchera, no murieron empuñando un fusil; murieron indefensos, y los mataron cobardemente.

Pero lo que hicieron no fue en vano. La dictadura duró casi cuarenta años, pero finalmente el pueblo español supo recuperar su democracia, supo superar las heridas, y ahora, 70 años después, también sabe recordar su propia historia. Esa historia que hasta hace muy poco había que contar en secreto y en voz baja y ahora podemos contar abiertamente y con la cabeza alta. Me decía el historiador y catedrático Isidro Sánchez que tenemos que pasar página, pero me decía también, “pero antes hay que leerla; no podemos pasar página sin haberla leído”. Y eso estamos haciendo aquí ahora: leer una página de nuestra historia reciente, un capítulo triste y doloroso, pero que tenemos que conocer y recordar para aprender de él, y sobre todos de ellos, de todas estas personas que con su ejemplo y su sacrificio todavía hoy nos siguen dando una gran lección: la lección de que la Libertad no se regala, sino que se gana, y que a veces cuesta la sangre de muchas personas. Costó la suya, porque ellos dieron su vida y su libertad para que ahora nosotros podamos vivir en libertad. Y lo menos que podemos hacer nosotros ahora, sobre todo los que somos más jóvenes, es conocerlo, recordarlo y reconocerlo, aprender de ellos y agradecérselo.


Hemos hecho lo menos que podíamos hacer: escribir sus nombres. Un nombre representa a toda una persona, y aquí yacen 418 personas que tenían familias, que tenían ilusiones, que tenían proyectos, y que una injusta dictadura que nunca tuvo que haber existido se los llevó por delante. Ya es hora de que por lo menos sepamos quienes fueron y cómo se llamaban. A todos ellos, y a todos vosotros, ¡muchas gracias! ¡Salud y hasta siempre!



http://www.nodo50.org/iualcazar