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Continúa el linchamiento mediático a la Delegada de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Sevilla

Varios. ABC.es, | 11 octubre 2009

“Remover tumbas es un empeño fácil. Lo difícil es rescatar aquellas voces que yacen en el sepulcro del silencio”. “Agustín de Foxá se les escapó vivo entonces; así que hay que matarlo una vez muerto, en homenaje a la memoria histórica”Tomás Cuesta, Abc.es, 10-10-2009

Sevilla, de corta a checa

A doña Josefa Medrano -la camarada Pepa- habría que organizarle un homenaje en vez de ponerla un pleito. Si el nombre de Foxá va hoy de boca en boca, si la memoria histórica ha vencido a la amnesia, a ella, y sólo a ella, hemos de agradecérselo. ¿A qué pedir justicia ante los tribunales ordinarios cuando puede apelarse a la justicia poética? Un homenaje por prohibir un homenaje, ahí queda eso. Del banquillo al banquete y que el ayuntamiento sevillano -¿será por subvenciones?- subvencione el evento. Lo dicho, a disparate, disparate y medio. Agustín de Foxá, que era un guasón inabarcable, amén de un escritor inmenso, es harto probable que suscribiera la propuesta aunque, hoy por hoy, no le quedase otra que excusar su asistencia. Es natural, puesto que, a fin de cuentas, esté donde esté de embajador -ya sea en el quinto infierno o en el séptimo cielo- todo le cae lejos. No obstante, enviaría una adhesión emocionada, sintética y sincera: «¡Viva la Pepa!». A buenas horas le iba enseñar liberalismo la señora Josefa.

Es obvio que la izquierda recuerda a voluntad y olvida a conveniencia. Aún así, es un milagro que la camarada Pepa se haya acordado de que Foxá fue falangista pese a que, a juzgar por su apellido, ella le identificaba con Esquerra. Bien es verdad que, para ejercer de policía ideológica, las lecturas estorban, lo importante es el celo. Alguien que sabe poco, duda menos. Ahí tienen el caso de la camarada Pepa -que no es nada dudosa- como preclaro ejemplo. Fascista y se acabó, a mi no me la pegan. Ni corta ni perezosa, la tal doña Josefa le ha enmendado el título al conde de Foxá (el título de su novela, el nobiliario aún lo conserva) y, a partir de ahora, «Madrid, de corte a checa» llevará por mal nombre «Sevilla, de corta a checa». La historia -afirmaba Marx a rebufo de Hegel- se repite inexorablemente y, tarde o temprano, el drama reaparece transformado en sainete. Pues, oiga usted, tal cual, sin cambiar una coma, de la cruz a la fecha. A la chita callando, doña Josefa es una luminaria del materialismo dialéctico. ¡Qué un homenaje! Habría que erigirle un monumento. O, mejor, una cátedra. ¡Que le den una cátedra a ese pozo de ciencia!

Entre bromas y veras, lo cierto -y lo que duele- es que el cincuentenario de la muerte de Foxá haya cobrado aliento merced a un ejercicio de sectarismo analfabeto. Mientras unos ejercen el monopolio cultural en nombre de una modernidad de chicha y nabo que va de lo rastrero a lo mostrenco, los demás, salvo contadas excepciones, mendigan los favores de los que les desprecian. Remover tumbas es un empeño fácil. Lo difícil es rescatar aquellas voces que yacen en el sepulcro del silencio. Dar rienda suelta al verbo de Foxá (de Foxá y de un interminable etcétera) sin esperar a que su nombre se vea puesto en lenguas por la rampante estupidez de la camarada Pepa. No aceptar, en resumen, que «La melancolía de desaparecer» desaparezca: «Y pensar que después que yo me muera / aún surgirán mañanas luminosas, / que bajo un cielo azul, la primavera, / indiferente a mi mansión postrera, / encarnará en la seda de las rosas».

¿Azules? ¿Primaveras? ¿Rosas? ¿Cielos? ¡Cielos! Eso es el «Cara al sol» vestido de etiqueta. Fascista y se acabó, a mi no me la pegan. La chequista Medrano ha recibido un cheque en blanco del consistorio bético y continúa en sus trece, cortando el bacalao y dale que te pego. «Sevilla, de corta a checa». ¡Viva la Pepa!

http://www.abc.es/20091010/opinion-firmas/sevilla-corta-checa-20091010.html

Juan Manuel De Prada. Abc.es, 10-10-2009

El mismo odio de antaño

CUENTAN que, mientras pronunciaba una conferencia de asunto literario en Chile, Agustín de Foxá dijo: «En España, entonces, la gente moría por honor». A lo que un exaltado que se hallaba entre el público se irguió de su asiento y berreó: «Pues en Chile se muere por la democracia». Foxá, sin inmutarse, dirigió una mirada desdeñosa al exaltado y replicó, antes de proseguir con la conferencia: «Ya, pero eso es como morir por el sistema métrico decimal». En la España de hoy, a diferencia de la España que evocaba Foxá, nadie muere por honor, y tampoco por la democracia; en cambio hay mucha gente sin honor que por la democracia estaría dispuesta a matar si le dejasen. Bueno, en realidad a esta gente no la mueve la democracia, sino el odio; pero ha rebozado ese odio con tanto disimulo que logra hacerlo pasar ante los ojos de los incautos como adhesión a la democracia, como el cocinero socarrón logra que las sobras del día anterior pasen por deliciosas croquetas, rebozándolas en huevo y pan rallado.

Esta gente preferiría matar, desde luego, como antaño lo hacía aquella «horda del alba, la manchada y descompuesta y verde» que Agustín de Foxá retrata en uno de sus poemas más espeluznantes, «La brigada del amanecer», dedicado a los demócratas que se dedicaban a dar «paseítos» en el Madrid de 1936. Pero matar con plomo quedaría demasiado truculento en esta España tan chachi y buenrrollista de hogaño; y, para guardar su compostura de demócratas, se conforman con matar civilmente. Eso ha querido hacer una comunista (o sea, una demócrata por el procedimiento de la croqueta) con poltrona en el Ayuntamiento de Sevilla, que ha prohibido un homenaje en honor a Agustín de Foxá, aduciendo que podría convertirse en «un acto de apología del franquismo»; porque, para la comunista, Foxá fue un «ideólogo y un diplomático de Franco». A lo que cabría oponer que también fue diplomático de la Segunda República; y que de «ideólogo» tenía lo mismo que de Patriarca de Constantinopla, o en realidad mucho menos, pues esto último sospecho que le hubiese gustado serlo, pero ¿ideólogo? A una elementa que lo hubiese llamado ideólogo en vida, Foxá la habría piropeado en un soneto al menos igual de cariñoso que el que dedicó a Celia Gámez.

Del grado de adhesión a las ideologías de Foxá queda constancia en una entrevista que le hizo Ruano: «Todas las revoluciones han tenido como lema una trilogía: libertad, igualdad, fraternidad lo fue de la Revolución francesa; en mis años mozos yo me adherí a la trilogía falangista que hablaba de Patria, pan y justicia. Ahora, instalado en mi madurez, proclamo otra: café, copa y puro». Foxá nunca fue ideólogo, porque el bon vivant desprecia todas las ideologías. En cambio, fue un poeta superdotado para la audacia metafórica y para el epíteto que cruza fulgurante como un cometa; fue un poeta que se negó a cantar el progreso, la colectivización del sentimiento, el vómito del subconsciente, la patología sexual y demás asuntos tan del gusto democrático. También fue un articulista glorioso, elegíaco y jocundo, como cualquiera puede apreciar paseándose por la hemeroteca virtual de este periódico, en donde mantuvo colaboración durante casi treinta años. Y fue, desde luego, el autor de Madrid, de corte a checa, la mejor novela que jamás se haya escrito sobre la Guerra Civil, donde se nos cuenta lo que los comunistas hacían en los desmontes de la Casa de Campo. Agustín de Foxá se les escapó vivo entonces; así que hay que matarlo una vez muerto, en homenaje a la memoria histórica. Lo hacen en nombre de la democracia, como podrían hacerlo en nombre del sistema métrico decimal; pero detrás del rebozo democrático está el mismo, sempiterno, descompuesto y verde odio de antaño.

www.juanmanueldeprada.com

http://www.abc.es/20091010/opinion-firmas/mismo-odio-antano-20091010.html