Lorca, hora cero
Las instituciones firman esta mañana el acuerdo por el que se da vÃa libre para que las excavadoras comiencen a abrir la tierra de la fosa de Alfacar
DANI R. MOYA Como si de una fúnebre y algo macabra cuenta atrás se tratase, los minutos que faltan para la apertura de la fosa de la Guerra Civil Española más conocida en todo el mundo, la que según los investigadores más informados alberga los huesos del poeta Federico GarcÃa Lorca, corren hacia su hora cero, hacia el momento en el que las máquinas excavadoras abrirán de nuevo la tierra, 73 años después del crimen.
Por activa y por pasiva los responsables autonómicos han declarado la pretensión de que las labores de exhumación de los restos que se pudieran hallar tras las excavaciones no se conviertan en un «circo mediático». Mientras tanto, la propia Junta de AndalucÃa ha convocado no sólo a los medios de comunicación, sino a numerosos invitados, al acto público de esta mañana en el que se firmará el convenio entre la ConsejerÃa de Justicia, el Ayuntamiento de Alfacar, la Diputación de Granada, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la Universidad de Granada que dará cobertura legal a que las palas inicien su trabajo, de manera inminente.
El Parque Federico GarcÃa Lorca de Alfacar está cercado desde hace varios dÃas por unas vallas que impiden la entrada a cualquier persona no autorizada, aunque eso no fue problema para que un ´espontáneo´ accediera al recinto con su georradar para realizar, sin ningún tipo de permiso, su propio estudio sobre la fosa.
La petición formal para horadar la tierra a la que atiende la Junta de AndalucÃa, después de un rocambolesco laberinto judicial que ha llevado ante los tribunales al propio juez Garzón, ha sido formulada por los familiares del banderillero anarquista Francisco GaladÃ, que según las investigaciones fue asesinado junto a su compañero JoaquÃn Arcollas –sin descendientes conocidos–, un maestro de escuela del pueblo granadino de Pulianas, Dióscoro Galindo, cuya familia no ha solicitado la exhumación –sà la que se considera ´hija adoptiva´ de su hijo– y un poeta, Federico GarcÃa Lorca.
Pero un banderillero asesinado por anarquista durante la Guerra Civil no despierta tanta expectación, y a nadie se le escapa que aunque la familia del autor de ´Romancero Gitano´ se haya manifestado contraria a que se abra la fosa, son los restos del poeta los que han generado rÃos de tinta, de enfrentamientos y acusaciones, de agrias polémicas y encontradas posturas desde que se aprobara la Ley de la Memoria Histórica, marco legal en el que se sustenta todo el proceso.
Las investigaciones llevadas a cabo por el hispanista irlandés Ian Gibson, a partir de los datos que reunió otro investigador, AgustÃn Penón, sitúan el lugar en el que podrÃan estar los restos de GarcÃa Lorca, los dos banderilleros y el maestro de escuela bajo un olivo, junto al barranco en el que hoy existe el parque en memoria del poeta, información que partió del enterrador de los cuerpos, Manuel Castilla Blanco.
Pero no es la única hipótesis. Otro lugar donde podrÃan encontrarse los cuerpos de los cuatro fusilados se encuentra a poco más de 400 metros del lugar acotado por los investigadores, en el Camino del Obispo, un paraje dirección a VÃznar, en la zona del Caracolar, una tesis avalada por uno de los primeros investigadores lorquianos, AgustÃn Penón, y basado en el testimonio de ValentÃn Huete GarcÃa, que vivÃa muy próximo a La Colonia –donde Lorca fue retenido antes de su asesinato– y fue testigo del enterramiento.
También otro investigador, Eduardo Molina Fajardo, fijó este lugar como el del enterramiento del poeta tras entrevistarse con Pedro Cuesta Hernández, miembro de las fuerzas al mando del capitán de los golpistas en Granada, José MarÃa Nestares Cuéllar.
De Madrid a La Colonia. Poco podÃa imaginar el poeta granadino que acabarÃa bajo estos áridos campos de Alfacar cuando a principios de julio de 1936, en Madrid, tomó la fatal decisión de viajar a Granada para llegar a tiempo de pasar el dÃa de san Federico en la Huerta de San Vicente, junto a su familia.
El trece de julio, el mismo dÃa en el que fue asesinado José Calvo Sotelo y las cosas se ponÃan cada vez más feas, tomó en la capital el tren en el que él pensaba que se alejarÃa de un ambiente de radicalización social. CreÃa que en la quietud de Granada estarÃa a salvo de un conflicto que se acercaba a pasos agigantados.
En ese mes de julio, la vida del poeta habÃa transcurrido con normalidad, en un momento en el que es reconocido dentro y fuera de España como una de las principales voces de la poesÃa y el teatro. En esos dÃas, entre los acontecimientos más destacados de su biografÃa está la firma de un manifiesto contra el dictador portugués Salazar y la entrevista que le realiza Luis BagarÃa para El Sol. El 11 cenó en casa de Pablo Neruda. Al dÃa siguiente dio lectura a su recién acabada ´La casa de Bernarda Alba´ en el domicilio del doctor Eusebio Oliver, a la que asistieron Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Pedro Salinas y Guillermo de Torre. El mismo dÃa de su partida a Granada visitó las oficinas de la revista Cruz y Raya, donde, al no encontrar a José BergamÃn, le dejó el manuscrito de ´Poeta en Nueva York´ y una nota: «Querido Pepe: he estado a verte y creo que volveré mañana. Abrazos, Federico». Pero a lo largo de esa jornada decidió adelantar su viaje a Granada.
El 14 de julio el poeta llegó a su ciudad natal y se instaló en la Huerta de San Vicente, donde recibió la visita de su amigo Eduardo RodrÃguez Valdivieso. El 18 de julio, dÃa de su santo, comenzó el golpe militar contra el Gobierno de la República que desembocó en la Guerra Civil.
El 20 de julio fue detenido su cuñado, Manuel Fernández Montesinos, que en esos momentos ejercÃa como alcalde socialista de Granada. Hasta el 9 de agosto Federico no se sintió realmente amenazado, tras un registro que tuvo lugar en la Huerta de San Vicente. Una patrulla de falangistas irrumpió buscando al hermano del casero, Gabriel Perea. Federico salió al paso ante la agresividad de los falangistas y fue golpeado. En ese momento empezó a temer por su vida, por lo que llamó a su amigo el poeta Luis Rosales, al ser sus hermanos significados falangistas.
Tras valorar diversas posibilidades, entre las que se contemplaba el pasar a lÃneas republicanas, optó por esconderse en la casa de la familia Rosales, en la calle Angulo de la capital. Allà fue detenido por Ramón Ruiz Alonso, un ex diputado de la CEDA, el 16 de agosto, el mismo dÃa en el que su cuñado, Manuel Fernández Montesinos, habÃa sido ejecutado.
El poeta fue trasladado al Gobierno Civil, que estaba situado en la actual facultad de Derecho, y permaneció, según las investigaciones, hasta el 17 de agosto, cuando fue trasladado a La Colonia, una villa de recreo a las afueras de VÃznar que hacÃa las veces de fugaz prisión para los que serÃan ´paseados´.
AllÃ, en La Colonia, según el testimonio que recogió Ian Gibson de José Jover Tripaldi, el joven guardia encargado de la custodia del poeta, fumó nervioso al conocer cuál serÃa su destino. Justo antes de salir para ser asesinado, pidió confesarse, algo que ya en ese momento resultaba imposible. Federico, siempre según el testimonio de Jover, trató de rezar, pero no recordaba ninguna oración.
Al amanecer del 18 de agosto, un mes después del dÃa de su santo que quiso pasar con su familia, Federico GarcÃa Lorca fue obligado a caminar por la carretera en el paseo entre VÃznar y Alfacar junto al maestro de las Escuelas Nacionales Dióscoro Galindo y los banderilleros Francisco Galadà y JoaquÃn Arcollas. Después vino el silencio.
http://www.laopiniondegranada.es/granada/2009/10/16/lorca-hora-cero/159053.html