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Memoria de la revolución del 34

El Comercio. Editorial, | 11 octubre 2009

Se cumple en esta primera quincena de octubre el setenta y cinco aniversario de la revolución de 1934, un episodio singular en la historia de Asturias que tuvo relevancia en el mundo enteroSE cumple en esta primera quincena de octubre el setenta y cinco aniversario de la revolución de 1934, un episodio singular en la historia de Asturias que tuvo relevancia en el mundo entero por lo que significaba el intento de tomar el poder desde un frente de clase (la alianza obrera) que pretendía derrocar las instituciones del sistema democrático-liberal. Aunque el comité revolucionario planeó desde Madrid la huelga general para toda España, la tentativa sólo tuvo éxito en Asturias y Cataluña, si bien en esta última región fue rápidamente sofocada.

Sobre la revolución del 34 han corrido ríos de tinta provocando interminables debates. Ya en pleno siglo XXI, la controversia, lejos de finalizar, ha encontrado nuevos argumentos al presentarse la tesis de la equiparación del intento revolucionario con el golpe de Estado, haciendo ver que el estallido de la contienda civil en 1936 no fue sino el segundo acto de una tragedia iniciada en la revolución de octubre. Esta provocativa tesis hace responsable a las fuerzas obreras del fin de la democracia. Frente a ella se alza la defensa del intento revolucionario como una acción preventiva ante la deriva autoritaria que iba a tomar el Gobierno de Lerroux con la incorporación de ministros de la CEDA. El precedente del totalitarismo nazi logrado a través de la victoria en las urnas, con los catorce millones de votos del partido nacionalsocialista en las elecciones alemanas de 1933, habría llevado a socialistas, comunistas y anarquistas a planear la acción contra el gobierno de centro-derecha.

De estos argumentos se derivan pretensiones un tanto trasnochadas, como las que plantean que los partidos de izquierda deberían, ahora, pedir perdón por el intento revolucionario; una actitud simétrica a la de los nostálgicos del 34, que creen ver en la huelga revolucionaria un ejemplo de progresismo, que habría dado fecundos frutos para Asturias decenios de años más tarde, al acometer el Estado fuertes inversiones industriales. La apuesta por Ensidesa, a los diez años de acabar la guerra civil, se debió más a la conjunción de elementos favorables (minas de carbón, bocas portuarias, tradición siderúrgica) en Asturias, y a la negativa de la siderurgia privada vasca de incrementar la producción, que a garantizar empleo para un proletariado con potencial revolucionario. En cuanto a la creación de Hunosa, influyó, sin duda, la conflictividad de las explotaciones mineras, pero por razones mucho más cercanas que la revolución del 34, como fueron las largas huelgas de los primeros años sesenta del siglo pasado.

Asturias, España y el mundo han cambiado radicalmente desde entonces, tanto en sus estructuras socioeconómicas, como en sus sistemas políticos, un cambio que se hace patente en la vida cotidiana. No se puede ver la revolución de 1934 con las actuales categorías políticas. El contexto de la revolución está en los convulsos años treinta, cuando una España en la que el índice de analfabetismo rozaba el 40% se asomaba a un régimen de libertades. En el espacio de los partidos de derecha ejercía influencia la experiencia del fascismo italiano, preconizando un Estado fuerte frente a las debilidades del parlamentarismo. Sobre la izquierda, partidos y sindicatos, ejercía un fuerte influjo la experiencia soviética, y la utopía del comunismo, como forma de emancipación proletaria. Un panorama sin posible conexión con el actual, en que el sistema democrático no tiene alternativa y la libre iniciativa es fuente de riqueza. Uno de los resortes de la revolución del 34, el anticlericalismo, es hoy pura antigualla.

La revolución de 1934, tantas veces denominada, ‘la revolución de Asturias’, llevó a identificar al trabajador asturiano con el mito revolucionario. Esta equiparación descansa sobre la figura del minero, como prototipo del trabajador explotado en un entorno muy hostil, con un amplio sentido de la solidaridad de clase, que había estado presente en las movilizaciones posteriores a la revolución rusa de 1917 y que una década más tarde había formado parte de las protestas contra la Dictadura de Primo de Rivera, desbordando los planteamientos de sus propias organizaciones sindicales. En efecto, sin la figura del minero no se entiende la revolución del 34, tanto por el acceso a los cartuchos de dinamita, como por la disciplina de sus organizaciones sindicales y por la capacidad para encabezar intereses amplios que iban más allá de la problemática de la mina.

La revolución del 34 nació sin posibilidades de éxito, fruto de la frustración de las organizaciones sindicales por los escasos avances sociales logrados en el bienio republicano-socialista y ante el temor a una vuelta atrás. El desorden de la revolución, las atrocidades cometidas en su desarrollo y en su represión, cerraron las puertas al diálogo y degradaron la convivencia en Asturias y en España. La revolución del 34 es uno de los hechos más trascendentes de la Asturias contemporánea. Debe ser conocido por las nuevas generaciones, a través de un estudio crítico en los centros de Secundaria y en la Universidad de Oviedo.

Sin glorificar ni criminalizar, que ya ha pasado el tiempo de emitir sentencias. Ni se puede caer en la banalidad de olvidarlo ni cabe reducirlo al tipismo, porque constituye una parte del pasado colectivo.

http://www.elcomerciodigital.com/prensa/20091011/opinioneditorial/memoria-revolucion-20091011.html