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Malos tiempos para la memoria histórica

Cándido Marquesán Millán .Crónicas de Lanzarote, 06-01-2010 | 7 enero 2010

Nuestra democracia debe reparar esa deuda pendiente por razones estrictamente democráticas

 

Es seguro, o cuando menos probable, que algunos, no me atrevo a cuantificarlos, al leer estas líneas y vean que versan sobre el tema, ya sobado mas todavía no resuelto, de la Memoria Histórica, exclamarán que ya vale, otra vez con la misma tabarra, que lo que les preocupa de veras es la crisis económica, y su secuela más importante que es el paro galopante.¡Toma! ¡Y a mí también! Y a otros muchos como yo.

Lo que no es óbice para que me siga preocupando también sobremanera por el tema de que todavía millares de españoles estén enterrados en las cunetas de cualquier carretera comarcal, en las tapias de cualquier cementerio, o incluso en algún basurero, y que además sus familiares se vean todavía imposibilitados de poderles darles una digna sepultura, como todo ser humano se merece, tal como lo señala una bienaventuranza. Y también me preocupa especialmente que a una parte, no pequeña de la sociedad española, esta traumática e injusta circunstancia le importe un comino, ya que por lo que parece hoy en día se mueve por una determinada escala de valores, con la finalidad de alcanzar unos objetivos colectivos, que no son otros que aquellos que tengan que ver con la prosperidad, crecimiento, PIB, eficacia, producción, tipos de interés del euribor, cotizaciones en bolsa, vacaciones en la playa o la montaña, y se olvida que todos ellos deberían ser sólo medios para alcanzar colectivamente unos fines socio-políticos, y no fines suficientes en sí mismos.

Y mi preocupación continúa al constatar que importantes y poderosos medios de comunicación, hablados, escritos, telemáticos han contribuido a conciencia a que en ese importante sector de la ciudadanía española haya calado esa escala de valores. Y esto es así, merced a que proliferan cada vez más un prototipo de columnistas, que dicen escandalizarse porque esta sociedad nuestra se está produciendo un vacío de valores morales, por la nueva ley del aborto, el matrimonio de los homosexuales, el consumismo desenfrenado, la educación para la ciudadanía….. Y sin embargo, no tienen ningún impedimento moral en colocarse en contra de todo aquello relacionado con la Memoria Histórica, y que les resulte indigerible el que todas esas víctimas sean enterradas. Resultan difíciles entender estos comportamientos tan contradictorios. Tampoco debería ser motivo de sorpresa, ya que hace tiempo que se ha producido en esta nuestra querida España una derechización de la prensa.

También me preocupan determinadas actuaciones judiciales, como el que se admitiera a trámite la querella presentada por el sindicato «Manos Limpias» contra el juez Garzón por su iniciativa de abrir una causa penal para investigar los crímenes del franquismo por medio del Sumario 53/2008 E de 18 de diciembre. Es un escarnio para la democracia. Igualmente la actuación de determinadas jerarquías eclesiásticas que no ven otra cosa en la Memoria Histórica que el resentimiento, tal como dijo el cardenal Rouco: a veces, es necesario saber olvidar” en lo que él denomina, haciendo gala de una doble moral, de “una auténtica y sana purificación de la memoria”, mientras canonizan a miles a sus mártires de la Guerra Civil. Por último, no menos me preocupa el que una fuerza política de enorme calado en la sociedad española, con más de 10 millones de votantes detrás, se muestre insensible, sin querer saber nada, e incluso se ría de todos aquellos, que quieran enterrar a sus muertos, acusándoles de insensatos y de poner en peligro nuestra democracia que ha costado tantos esfuerzos conseguirla. En el debate preelectoral Rajoy mostró su desprecio aduciendo que la Ley de la Memoria Histórica (LMH) «no interesa a nadie». Y con anterioridad Miguel Ángel Rodríguez, portavoz que fue del Gobierno de Aznar entre 1996-1998 en el programa 59 segundos de TVE: «En plena época de Internet y de la Play Station, es estúpido que a estas alturas estemos recordando lo que pasó hace 70 años». Una vez más, la derecha pone de manifiesto que no le gusta hablar de memoria histórica, pues ello es tanto como aludir a sus raíces ideológicas y personales. Tiene auténtico pavor a cortar su cordón umbilical con el franquismo.

Por todo lo anteriormente expresado, siento una profunda tristeza. Que después de más de 30 años en esta democracia nuestra, todavía la sociedad española, incluida en ella tanto la clase política como la ciudadanía, no haya sido capaz de saldar esa deuda histórica con todos aquellos españoles que fueron asesinados, por el único delito de defender el régimen republicano, entiendo que algo está fallando. ¿Cómo podemos llamarnos demócratas, y a la vez permitir esta situación? ¿Es una democracia de segunda categoría? ¿O es que está enferma? Tengo la impresión de que deberíamos empezar a cuestionarnos ya esa idea, que se ha ido extendiendo entre nosotros los españoles con demasiada autocomplacencia, de que nuestra Transición Democrática ha sido modélica, y que incluso hemos pretendido dar lecciones a otros países que han pasado por situaciones semejantes. Considero que si nuestra democracia fuera plenamente madura, no debería tener problema alguno para digerir nuestro pasado por duro y tenebroso que este haya sido. La verdad por encima de todo. Sudafricanos, chilenos, argentinos, rusos, por poner ejemplos, lo han hecho ya dándonos una contundente lección.

Nuestra democracia debe reparar esa deuda pendiente por razones estrictamente democráticas, ya que si hoy vivimos en un régimen “consolidado” de libertades y de paz, es absolutamente imprescindible reparar esta injusticia, es una cuestión de coherencia con nuestros propios principios democráticos. ¿Qué mejor muestra de reconciliación que ser capaz de asumir el pasado doloroso y tomar medidas para corregir tales errores? Y el hacerlo ya, sin dilaciones, contribuiría de verdad a la reconciliación, así como el refuerzo de la convivencia democrática. Nada más lejos que al enfrentamiento. Pero es que además existen poderosas razones de carácter ético, que debían superar cualquier diferencia política. ¿Quién podría aceptar que un ser querido continuase en cualquier margen de un camino? Y a pesar de todo el Partido Popular inamovible, se resiste a dar un paso adelante. Si lo hiciera haría un gran favor a nuestra democracia. Es lo que han hecho las derechas europeas, al condenar sin ambages los fascismos. Aquí, por lo que estamos constatando no hemos podido llegar a tanto.

Me parece muy pertinente para acabar este artículo, el comentario del diputado socialista-ciudadanos por el cambio, Sr. Balcells, cuando recurre a las palabras de una periodista, que se ha dedicado a investigar aquí y en otros lugares con dramas similares el problema de las asesinados por las dictaduras y enterrados en fosas comunes. Se refiere a Montse Armengou, que en su libro Les fosses del silenci, partiendo de la experiencia de Nicaragua, se hace la siguiente reflexión: “En Guatemala hemos visto como nos pasaban la mano por la cara por el esfuerzo institucional para localizar las fosas, para obtener ayudas internacionales, para hacer un banco de ADN, para tener un psicólogo a pie de fosa que atendiera a los familiares de las víctimas en aquel momento, a la vez esperado y doloroso, en que surge el primer hueso, una bota o una chaqueta, que confirma la pérdida violenta de un ser querido. El momento en que una pala abre la tierra y se rompe el silencio; el momento en que, por fin, puede comenzar el duelo, el personal, el del familiar del desaparecido y el colectivo: el de la sociedad que ha padecido la tragedia. Nada de eso”- acaba diciendo Montse Armengol- “hemos visto en esta España que presume de dar lecciones de transición o de perseguir a los dictadores criminales”.

http://cronicasdlanzarote.com/spip.php?article26856