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La huelga de los cómicos

Antonio Castro. Madrid Diario, | 21 febrero 2010

35 aniversario de la huelga de quince teatros madrileños.  Se conmemora el lunes día 22, a las 20.00 horas, en el teatro Alfil

 

En la segunda mitad del siglo XIX, antes de que se electrificaran las ciudades y sus edificios, los cómicos madrileños incluían en sus contratos la percepción de velas. Sí, de velas de cera. Un primer actor recibía cuatro y un meritorio, media.

Con ellas debían iluminar sus camerinos, llamados cuartos en aquella época. Parece obvio que las figuras no usaban tanta vela sino que aprovechaban el pago en especie para sacarse un sobresueldo vendiendo las que les sobraran. Ya entonces la diferencia social y económica era sangrante en un mismo oficio.

Claro que, mediante ‘La Gaceta’, esas diferencias quedaban oficializadas. El 7 de febrero de 1849 la reina Isabel II aprobó el Reglamento del Teatro Español. Ese reglamento hablaba, lógicamente, de los derechos y deberes de los actores. En el artículo 17 los clasificaba en tres secciones, según su categoría. A la primera pertenecían los primeros actores, los primeros actores cómicos y los primeros actores especiales. Quienes estaban encuadrados en los dos primeros lugares tenían derecho, además de al sueldo, a una gratificación que, en el artículo 18, se calificaba como «gages». La cuantía correspondía al 5 por ciento de la recaudación por taquilla y función, descontados los derechos de los autores. La cantidad global se repartía equitativamente entre quienes tenían derecho a esta compensación. Un año más tarde se sustituyó ese reglamento por uno nuevo, también firmado con Real Decreto de Isabel II. La clasificación de los actores se redujo a dos categorías:

Primeros actores y Actores del Teatro Español. Pero se mantuvo, también en el artículo 18, la gratificación extraordinaria.

Solamente cambió la ortografía. Se llamó entonces «gajes». Los gajes del oficio.

Otro detalle de la enorme precariedad de su trabajo era el baúl. O, lo que es lo mismo, el ropero propio del actor que debía aportar a la compañía que lo contratara. Un actor con surtido de trajes y complementos tenía más oportunidades de trabajar.

Los más pobres, no eran contratados y, por tanto, tampoco podía ir acumulando un ajuar, salvo endeudándose para poder trabajar. Pero es que esta costumbre indigna de aportar vestuario propio a una compañía también quedó reflejada en el BOE. El Reglamento Nacional de trabajo para los profesionales de Teatro, Circo y Variedades, publicado en 1949, disponía en su artículo 69 la indumentaria particular que debían aportar los artistas en función de su sueldo diario. A eso siempre se ha llamado en España Ser p. y poner la cama.

Hago esta introducción sobre los sueldos de los actores antes de recordar, como van a hacer ellos, el 35 aniversario de una huelga que cambió radicalmente sus condiciones de trabajo.

El 4 de febrero de 1975, quince teatros madrileños anunciaron en sus fachadas la suspensión de las funciones ante el paro de los cómicos, hartos de que se incumpliera su Ordenanza Laboral publicada tres años antes. En la España convulsa, que contenía la respiración cada vez que se hablaba de la salud del Caudillo, esta actitud de los actores causó sorpresa e indignación entre la sociedad, poco acostumbrada a los plantes y medidas radicales. Pero es que, fruto de su eterna desconsideración social, los profesionales del teatro eran unos parias laborales por el hecho de ser «artistas». Y lo que querían es que, además de artistas, se les considerara trabajadores, con sus derechos correspondientes. Baste recordar que trabajaban todos los días de la semana, sin derecho a jornada de descanso.

Los actores eligieron a once compañeros para negociar con la Administración y con los empresarios: Margallo, Vicente Cuesta, Lola Gaos, Jesús Sastre, Luis Prendes, Pedro del Río, Alberto Alonso, Jaime Blanch, José María Rodero, José María Escuer y Gloria Berrocal. Ahora, cuando se recuerda aquel paso reivindicativo, muchos de ellos han fallecido. Pero su desaparición no merma su valor. Se produjeron detenciones en las asambleas, entre ellas las de Rocío Dúrcal, Enriqueta Carballeira y Tina Sainz. Tras ocho días con las marquesinas apagadas y los telones echados, volvió el teatro a Madrid. Algunos de los actores que secundaron la huelga pagaron cara su participación. No en el momento, pero sí en contrataciones posteriores.

Juan Margallo ha convocado nuevamente a sus compañeros, a los de entonces y a los nuevos, a rendir homenaje a los pioneros de la reivindicación y aprovechar para examinar las condiciones laborales actuales. Será el lunes día 22, a las 20.00 horas, en el teatro Alfil.

http://www.madridiario.es/2010/Febrero/opinion/antonio-castro/183151/antonio-castro.html