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La gran fosa de Cuelgamuros

Marta García. La Tribuna de Toledo, 05-04-2010 | 11 abril 2010

Félix pidió que el cadáver de su hermano fuera enterrado en esta cripta por miedo a que desapareciera

 

 

La historia de Félix. El Gobierno ha anunciado recientemente que el censo de enterrados identificados en el Valle de los Caídos asciende a 33.832 cadáveres. Uno de esos restos mortales es de Ventura, el hermano de este toledano al que asesinaron en 1939. Félix pidió que el cadáver fuera enterrado en esta cripta por miedo a que desapareciera de un cementerio de Vitoria.

 

Asesinaron a Ventura Hernández Raboso con apenas 20 años aunque en su parte de defunción figure que murió de una polinefritis. «No hay quién se crea que un chaval joven y robusto estuviera enfermo», cuenta con voz gastada su hermano Félix, de 87 años. Años después, coincidió en un hospital militar con un conocido que le comentó que los restos de su hermano se encontraban en una fosa común del cementerio de Vitoria.

El miedo también calaba los huesos de los vivos, de los que habían simpatizado con la República. A Félix le inquietaba que el cadáver de Ventura desapareciese y meses antes de la inauguración del colosal Valle de los Caídos, en 1959, aprovechó la oportunidad que brindó el Ministerio de la Gobernación para enterrar los restos de soldados nacionales y republicanos en la cripta que corona el Valle de Cuelgamuros y decidió cursar la petición. «Se emitió esa orden para posibilitar su enterramiento allí y la rellené para evitar que su cadáver no se quedará perdido por ahí».

A pesar de que el monumento rezumaba todavía la Gloriosa Cruzada, este toledano se tragó su ideología política y su rencor hacia los vencedores para tener localizado a su hermano, aunque su cuerpo y el de otros cuatro represaliados de Santa Cruz de la Zarza reposaran bajo unos pedruscos que levantan una monumental cruz granítica de 150 metros de altura. Ya había perdido demasiada familia en pocos años y las circunstancias le obligaron a intentar olvidar que los nacionales asesinaron a su padre, un agricultor de  Santa Cruz de la Zarza, a su hermano Teófilo, co-fundador del Partido Comunista, y a uno de sus tíos, al que mataron en el salón de plenos del Ayuntamiento.

Félix relata con orgullo que Ventura perteneció al cuerpo de carabineros, «grandes defensores de la República». Pero terminada la guerra le detuvieron cerca de Madrid y le trasladaron a un campo de concentración de Ávila junto a otro joven militar. Éste tuvo más suerte porque se salvó gracias a un importante aval de su padre.

En los años 60, década en la que  la dictadura se esforzó en ablandarse, Félix y su mujer viajaron a Vitoria para hablar con el párroco encargado del cementerio y comprobar que los restos de su hermano ya no estaban allí. «Tengo la documentación del sitio exacto en el que está enterrado en el Valle de los Caídos», comenta, pero está cansado y no le apetece buscar los papeles.

-¿Y ahora que el Gobierno ha elaborado un censo con los enterrados allí para facilitar las exhumaciones quiere recuperar los restos de su hermano?

-«Ya no hay quien los saque de allí porque estas cuestiones no tienen mucha raigambre».

Félix no es de los nostálgicos que se creen al dedillo todo lo relacionado con la Memoria Histórica.  «Tenía que haberse hecho justicia hace muchos años y sé que los socialistas no la van a hacer nunca». El paso de los años y la política le han vuelto un fanático escéptico a pesar de que muchas veces ha hablado con sus hijos sobre la posibilidad de exhumar los restos de Ventura y llevarlos al terreno que compró para las sepulturas familiares.

 

EL CENSO. Los datos que ha publicado recientemente la prensa no le llaman la atención. A Félix le da lo mismo que el estudio que ha elaborado el Gobierno de los enterrados junto a Franco arroje 33.832 cadáveres porque en el fondo sabe que los políticos siempre se han olvidado «de los perdedores» y no tienen intención de hacer justicia. «Hablan mucho de las víctimas de ETA y está muy bien, pero ¿acaso no soy una víctima que perdí a mi padre, a mis hermanos y a mi tío?»

El Ejecutivo de Zapatero se ha visto obligado a mover el tema dada la insistencia de algunas familias que querían rescatar los cuerpos de los suyos, que desaparecieron sin su consentimiento, y a la feroz lucha del juez Garzón contra el franquismo, que hace año y medio ordenó la exhumación de los cadáveres de ocho republicanos de Pajares de Adaja, Ávila. Todos paseados y fusilados por unos falangistas en agosto de 1936.

Fausto Canales, que inició en el año 2004 una dura afrenta para sacar del Valle de los caídos los huesos de uno de los ocho fusilados en  Ávila, ha devuelto a la memoria el nombre de los restos de su padre, aunque todavía no se haya materializado la exhumación. Estuvo muchos años callado hasta que decidió enfrentarse al colosal monumento tras escuchar que se habían creado una comisión estatal para el estudio de las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. Pero no fue el primer reclamante, ya que hubo una batalla similar en 1980 porque varias familias consiguieron exhumar 133 restos de distintas localidades navarras. Aquello se vendió como una iniciativa del historiador Javier Tussel, que sólo estuvo presente en las exhumaciones.

En cambio, Félix, prefiere no remover los nichos de esos imponentes paneles de columbarios sellados con chapas de mármol que alimentan la cripta, pero siempre que recuerda a su hermano Ventura termina añorando la República. También suele contar, con intención de que no se olvide, que aquella supuesta reconciliación de los dos bandos sirviéndose del Valle de los Caídos fue una estrategia propagandística poco sutil. Y puede que no le falte razón porque la Dictadura intentó despojarse de su marcado carácter a principios de los años 60 gracias al Plan de Estabilización, una potente iniciativa económica para lograr la apertura exterior… Pero no se perdonaron las condenas penales por cuestión ideológica ni las ejecuciones pese a que se vendía una mayor permisividad moral.

Emilio Sales, el presidente del Foro por la Memoria de Castilla-La Mancha, sigue con especial interés todos los pasos políticos relacionados con la Memoria Histórica, aunque la falta de voluntad, muchas veces, motivan su incredulidad. «No sé si el censo que ha elaborado el Gobierno es propaganda o no. Habrá que esperar». Ha escuchado que se quieren destinar dos millones de euros para las exhumaciones del Valle de los Caídos y no sabe si es poco o mucho, pero tiene claro que lo más importante es que el Gobierno se tome el tema «con seriedad y rigor». Sales está de acuerdo con la posibilidad de iniciar exhumaciones allí, pero considera que el PSOE debería «dar un paso más para sacralizar este conjunto arquitectónico y convertirlo en un memorial para las víctimas». También pide desde el Foro por la Memoria que la cruz rematada con los grupos escultóricos de los evangelistas y de las Virtudes Cardinales (fortaleza, justicia, templanza y prudencia), obra de Juan de Ávalos, se desmantele para que no siga presidiendo un valle que rememora el poder más allá de su significación religiosa.

 En este sentido, la Federación Estatal de Foros por la Memoria apunta que esa gran cruz también ofrece «un aviso a navegantes» porque «los despojos de los que se resistieron a los vencedores rodean sus sepulcros». Y recuerda que su construcción esclavizó y acabó con la vida de muchos presos aunque los que apoyan el monumento lo nieguen.

Esos 33.832 cuerpos que cifra el Gobierno en el Valle de los Caídos sólo corresponden a los restos registrados, pero algunos expertos calculan que el número puede oscilar entre 40.000 y 60.000 enterrados. Aportar una cifra definitiva es prácticamente imposible porque muchos cuerpos se inhumaron en fosas colectivas y los datos tampoco  arrojan un saldo definitivo. Además, los historiadores se han topado hasta hace poco con multitud de trabas administrativas y con los reparos de la Abadía del Valle de los Caídos.

Quizá el convenio aprobado entre Patrimonio y Justicia para digitalizar los archivos de la abadía  pueda arrojar un poco más de luz, pero parece que el Gobierno tampoco ha realizado un análisis profundo a la hora de elaborar su censo, puesto que el abad actual sostiene que el número de inhumados asciende a 33.847. Y la historiadora Queralt Solé aporta en un trabajo publicado por la revista Hispania Nova, que podrían existir otros 12.669 cadáveres enterrados en los laterales de la cripta, un emplazamiento de segunda para los represaliados.

 

EL PROCESO. Los restos del hermano de Félix recorrieron varios cientos de kilómetros hasta que encontraron su sitio definitivo. No existía una razón suficientemente documentada que motivase la apertura de unas u otras fosas. Antes de iniciar el itinerario debían cumplirse las instrucciones de la comisión que se encargó de la recopilación de restos. Los camiones militares se acercaban a los cementerios y a otros lugares acordados para la recogida y apilaban en los vehículos las urnas-columbarios. La expedición solía llegar de noche al  Valle de Cuelgamuros. En muchos casos, los vecinos de las localidades elegidas no se enteraron de las exhumaciones, sobre todo, cuando le tocaba el turno a los represaliados republicanos. Miles de huesos desterrados una noche cualquiera para rellenar un grandioso mausoleo donde aún resonaba el eco porque pocas familias habían dado su consentimiento para que los suyos acompañaran a Franco en la cripta.

Si bien, en esta cuestión los historiadores no han alcanzado un consenso porque los más progresistas manejan esta hipótesis, pero también hay un nutrido grupo que apoya ese cambio de mentalidad del caudillo, que en principio proyectó esta obra en 1940 para los ‘héroes y mártires’ de la Guerra Civil, es decir, para los nacionales. Pero tras veinte años de obras lanzó un mensaje oficial de reconciliación de las ‘dos Españas’, auspiciado por las recomendaciones de la Iglesia a cambio de hacerse cargo de este monumento, que continúan manteniendo los monjes benedictinos.

Los gobernadores civiles de las provincias manejaron durante meses listas con posibles exhumaciones a petición del Ministerio de la Gobernación, que tuvo que insistir en el tema porque la primera batida fue un fracaso, en parte porque las familias de los ‘mártires’ preferían inhumar los restos en el panteón familiar, y porque algunas provincias,  sólo informaron de varios enterrados cuando había cientos o miles de fosas comunes desperdigadas. Y la situación motivó la puesta en marcha una comisión para llevar en exclusiva el tema.

La elaboración de un mapa de fosas facilitó las exhumaciones y el primer traslado de restos de la mayoría de las provincias contó con 10.001 cadáveres, que inauguraron la cripta entre el 17 de marzo y el 9 de abril de 1959. Quizá para algunas familias el traslado de esa primera inhumación en la cripta de la reciente basílica fue un privilegio porque el 30 de marzo llegaron con honores al Valle de los Caídos los restos del falangista José Antonio Primo de Rivera.

El abad solía recibir a las tandas de cadáveres por la noche. Poco después, se cumplimentaba la ficha con los datos, que se  recogían en los Libros de Registro. A menudo, se obviaba el trámite para los restos de los republicanos y sólo se anotaba la localidad de procedencia.

 

TOLEDO. No se conoce el número exacto de cadáveres de la provincia de Toledo que se esconden en Cuelgamuros. El trabajo de Solé destaca que los gobernadores civiles dieron las instrucciones precisas para iniciar el proceso y enviaron un informe final al Ministerio de la Gobernación para cuantificar las posibles exhumaciones, dejando constancia que quienes eran héroes, mártires o rojos. En el caso de Toledo constan 150 restos mortales, la mayoría enterrados en cementerios parroquiales, iglesias o panteones, pero sólo en 34 casos había mediado el consentimiento familiar. Un número insignificante, sobre todo, teniendo en cuenta que en Madrid cabía la posibilidad de mudar en esos primeros meses de 1959 a 19.841 personas; en Zaragoza, 3.430 y en Teruel, 4.590 restos, contando con un buen número procedente de los Pozos de Caudé, una importante fosa común que guarda más de mil cadáveres de represaliados desde el verano del 36.

Las últimas instrucciones administrativas detallaron las medidas de los ataúdes para el traslado y la inhumación. Finalmente, de la provincia de Toledo llegó un cargamento de 110 cajas individuales y cinco cajas colectivas con 20 cuerpos, un total de 130 cadáveres. El trabajo de Solé no especifica cuántos eran republicanos, pero la identificación de los héroes no ofreció pérdida porque solía enterrarse a los soldados junto a una botella de vidrio con un papel con los datos del fallecido. Mandato de Franco.

Otra orden: Vestir la cripta con miles de huesos para publicitar una aparente reconciliación, ya que el Valle de los Caídos todavía conserva los valores del Régimen y los fines de su construcción, publicados en el BOE de 1940: «Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido y constituyan lugar de meditación y de reposo en que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los que les legaron una España mejor».