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Los fanáticos, contra el juez Garzón

Gustavo Vidal Manzanares. El Plural, | 28 abril 2010

 El regocijo de la caverna ante la posibilidad de contemplar a Baltasar Garzón en el banquillo resulta comprensible

 

El regocijo de la caverna ante la posibilidad de contemplar a Baltasar Garzón en el banquillo resulta comprensible. Obedece a la típica reivindicación fanática: si creo que algo es malo, debe ser aniquilado.

Sí, el fanatismo es más antiguo que cualquier gobierno, más añejo que cualquier religión. Constituye un elemento de la naturaleza humana, un gen del mal como lo define el escritor Amos Oz.

De este modo, los individuos que incendian mezquitas y sinagogas en Alemania, los que dinamitan clinicas abortistas en EEUU, los que estrellaron aviones contra las torres gemelas y los cavernarios que se niegan a condenar el genocidio franquista

son, esencialmente, iguales. Fanáticos.

En nuestro país, las cloacas del fanatismo desprenden el aroma del incienso y los cirios. De fondo, el rumor de la información puntual y exacta de los mercados. Por lo demás, la semilla del fanatismo brota de actitudes de superioridad moral.

Ellos se consideran portadores de la razón.Dios está de su parte y, además, les ha revelado la verdad. Da igual que invoquen al profeta o a la «santa madre iglesia». Los fanáticos, en esencia, son similares.

Si los detritus mediáticos que arremeten contra Garzón tomaran un baño de relativismo comprenderían que las víctimas, sean del bando que sean, siempre padecen una infinita hambre y sed de justicia.

Así, el razonamiento de Reed Brody, portavoz de la ONU Human Right Watch (¿Por qué las víctimas del franquismo van a tener menos derecho que las del pinochetismo?) no puede ser entendido por los fanáticos… ¿cómo va a impartirse otra justicia que la nuestra? ¡Si solo lo nuestro es justo!

De cualquier modo, sobrecoge comprobar que convivimos con individuos que no condenan un genocidio. Mientras en Alemania constituye delito la negación del holocausto, en España se arremete contra el juez que investiga nuestro genocidio. Y lenguas sucias de odio, mediocridad y fanatismo jalean el bochorno internacional del proceso a un magistrado que investiga crímenes masivos. Procedimiento, además, impulsado por quienes justifican aquellos asesinatos… a veces pienso que toda la chusma revisionista no nos ha arrastrado a otra guerra civil, simplemente, porque nos encontramos en la Unión Europea.

Algunos argumentan que «aquello ocurrió hace mucho». Cierto. Pero esto no resta legimitación a la sed de justicia de las vícitmas. Más bien, debería avergonzarnos aquella demora y compadecer, más aún, a los centenares de miles de infelices que, tras una guerra civil, sufrieron persecuciones, cárcel, pelotones de ejecución o, simplemente, fueron arrancados de sus hogares y asesinados en una cuneta.

Pues bien, a muchos fanáticos sin entrañas, que ensucian nuestro aire, les irrita que se reivindique a los miles de asesinados.

Aquella sangre sirvió para apuntalar un régimen podrido de atraso, lóbrego, ruín, que mantuvo el hambre y las cartillas de racionamiento durante años, que castró inteligencias… una máquina de asesinar lubricada con el óleo de las sacristías y el sudor angustioso de los ejecutados.

Sorprende, por tanto, que en España no exista un clamor unánime contra aquella barbarie, contra aquellos nazis de uniforme o sotana en versión celtíbero-cutre. Sorprende y asusta que no se condene lo que fue solo asesinato, incuria y fanatismo…

Pero, ¿cómo pedir a los fanáticos que se pongan en la piel de los demás, que razonen, si ellos son portadores de la verdad y no hay más razones que las suyas?

 Gustavo Vidal Manzanares es jurista y escritor

http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=45801