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Triunfadores sobre la barbarie

Montserrat Llor. Magazine Digital, 14-03-2010 | 11 mayo 2010

El Magazine recoge los testimonios de cinco de los españoles que fueron deportados a campos nazi

 

Texto de Montserrat Llor

Fotos de I. Sáinz de Baranda,J. M. Cencillo y V. Llurba

Alguno aún tiene pesadillas tanto tiempo después, pero Hitler y el horror nazi se extinguieron mientras que ellos siguieron con sus vidas. Es su triunfo sobre la barbarie. El Magazine recoge los testimonios de cinco de los españoles que fueron deportados a campos nazi. Son pocos ya los supervivientes, y es bueno conservar su memoria. Que la historia no olvide.

 

José Alcubierre Pérez

(Barcelona) Campo de Mauthausen, n.º 4100

Desde su casa cercana a la población de Angulema, en Francia, José Alcubierre, que cumplirá 85 años en mayo, recuerda aquellos difíciles tiempos. Fue uno de los 42 jóvenes integrantes del comando Porschacher, nombre de la familia de industriales del granito de la región. Trabajaban en una cantera externa y, gracias a estas entradas y salidas del campo, José, junto con otros dos jóvenes, Grau y Cortés, arriesgaron sus vidas escondiendo, fuera de Mauthausen, los negativos de las fotografías que otro preso español, el catalán Francisco Boix, sustrajo del laboratorio fotográfico nazi al que tenía acceso. Las escondieron en el jardín de la casa de una austriaca: Anne Pointner. Aquellas imágenes fueron testigo de las barbaridades cometidas.

José Alcubierre era un niño cuando estalló la Guerra Civil. Un hermano murió en el frente, y el otro, que había sido director general de Transportes del gobierno de la Generalitat, tuvo que emigrar a México. El resto de la familia cruzó la frontera y permaneció en Angulema hasta que los alemanes los deportaron al campo de Mauthausen el 24 de agosto de 1940. Fue durante aquel verano y en aquel lugar de donde partió el terrible convoy de los 927 con población civil hacia los campos nazis.

José viajó junto con sus padres durante días encerrados, de pie, apretados, en vagones de ganado. “Al llegar a la estación –recuerda– abrieron violentamente las puertas y los SS con perros ladrando sacaron a los hombres a empujones y golpes. Me hicieron bajar con mi padre. ‘¡Raus, raus!’ (¡Fuera, fuera!), gritaban. A lo lejos oíamos llorar a las mujeres. Nos hicieron ir por un camino de tierra hasta llegar a la imponente entrada de Mauthausen, presidida por un águila nazi.”

Cual fortaleza medieval inexpugnable, Mauthausen impacta aún hoy. Nadie podía escapar de allí. “Entramos, nos dejaron desnuditos, nos llevaron a las duchas, nos desinfectaron, nos dieron los trajes de rayas. Nos llevaron al bloque 18, a las barracas, sin comer”, añade. “Entráis por la puerta, pero saldréis por la chimenea”, les decían a todos con cinismo.

José, con apenas 15 años, estuvo destinado a limpiar las calderas de la cocina, un trabajo que le permitía complementar su alimentación con algunos restos de comida, y formó parte del comando César, compuesto por españoles.

Lo rememora todo con serenidad, pero aún se le quiebra la voz al recordar a su padre. Sufrió más los pocos meses que estuvieron juntos en Mauthausen que la totalidad de los cuatro años que permaneció en el campo. El hombre, un baturro fuerte, se debilitaba subiendo piedras de hasta 50 kilos de la cantera de Wienergraben. Una mañana se lo llevaron a Gusen, de donde nadie regresaba. Meses más tarde fue asesinado un día en que, junto con otros dos maños, fueron objeto del capricho de tres cabos polacos que, ansiosos de sangre, los mataron a palos.

José Alcubierre hizo buenos amigos en el campo y explica que conoció entre otros al boxeador Lorenzo Vitriá, al futbolista Saturnino Navazo –quien se haría cargo de un niño judío cuyos padres habían sido asesinados en Auschwitz– o el conocido militante del partido comunista Pepe Perlado.

También vio a Himmler en sus tres visitas al campo: “Paso la última vez a dos metros. Subía las escaleras al volver de trabajar, íbamos los 40 chicos juntos en formación de a cinco y él bajaba”…

Tras la liberación del campo, el 5 de mayo de 1945, José Alcubierre se quedó a vivir en Angulema, donde conoció a su esposa y tuvo tres hijos. Durante años ha vivido su dolor en silencio. Es un hombre activo y cada año se desplaza a Austria para celebrar la conmemoración de la liberación del campo.

 

http://www.magazinedigital.com/reportajes/historia/reportaje/cnt_id/4324/pageID/2