El joyero del fusilado
Una caja comprada en el Rastro destapa la emotiva historia de un preso franquista y de la funcionaria que le protegió
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NATALIA JUNQUERA – Madrid – 31/05/2010
Hace ocho años, MarÃa Jesús Romero, aficionada a las antigüedades, compró una cajita en el Rastro de Madrid. Era de madera, cubierta con hilos de seda. Fue tan barata que no recuerda ni cuánto le costó. «La compré porque la habÃa hecho un preso para una mujer», cuenta.
Hace ocho años, MarÃa Jesús Romero, aficionada a las antigüedades, compró una cajita en el Rastro de Madrid. Era de madera, cubierta con hilos de seda. Fue tan barata que no recuerda ni cuánto le costó. «La compré porque la habÃa hecho un preso para una mujer», cuenta.
La cajita llevaba una inscripción en su interior: «A la señorita Angelina, en prueba de agradecimiento. B. L. A 11 de agosto de 1943». Y otra en la base en la que se leÃa: «Regalo de Braulio López Morales. Prisión de Porlier. TraÃdo por su esposa Doña MarÃa MartÃnez el 19 de agosto de 1943». MarÃa Jesús imaginó muchas veces quién serÃa Braulio, quién Angelina… «Siempre pensé que él pertenecÃa a los vencidos, y que quizá ella era alguien que le habÃa protegido. Me imaginaba a la mujer de Braulio yendo a verle a la prisión. Y me preguntaba cómo habrÃa podido llegar aquella caja al Rastro. Estaba en buen estado, Angelina la habÃa cuidado bien. Pensé que quizá ella habÃa muerto y sus hijos la habÃan vendido».
MarÃa Jesús buscó el nombre de Braulio en listados de fusilados. No lo encontró, pero envió una foto de la cajita a la web del colectivo Memoria y Libertad, que recoge los nombres de los ejecutados en Madrid. Hace poco, la nieta de Braulio, Ana Isabel López, después de ver en televisión Las 13 rosas, probó a escribir el nombre de su abuelo en Internet. Y le salió la foto de la cajita. MarÃa Jesús se la entregó este sábado, tras un largo abrazo.
«Fue muy emotivo. Sentà alegrÃa de tener algo suyo en la mano, y a la vez mucho dolor por no haberlo conocido», cuenta Ana Isabel. «En casa no se hablaba de él, era como un fantasma».
Su tÃo, de 80 años, completó el relato. «Me contó que Angelina era bibliotecaria en el Ministerio del Interior y que habÃa conseguido muchos pases para que mi abuela pudiera ir a ver a su marido a prisión, y que ocultó su expediente para que no lo vieran y le mataran. La caja la hizo en 1943. Aquel año fusilaron a casi todos los presos del pueblo de mi abuelo, Fuentidueña del Tajo. A él lo mataron en 1945. TenÃa 36 años».
Su tÃo también le contó lo que su abuela jamás habÃa tenido fuerzas para confesarle: «A ella la detuvieron, le raparon la cabeza y la pasearon asà por el pueblo para humillarla. El dÃa en que fusilaron a mi abuelo, ella y uno de sus primos siguieron al camión donde se lo llevaban para enterrarle con otros hombres. Nevaba en Madrid, y ella perseguÃa el rastro de sangre. Al llegar a la fosa, colocó un pañuelo rojo y una bota debajo de la cabeza a mi abuelo para poder identificarlo. En 1956 exhumaron los cuerpos. Mi abuelo tenÃa la bota debajo de la cabeza. Le puso una placa con su nombre».
Al morir su marido, MarÃa MartÃnez se puso a trabajar en la consulta de un dentista, tuvo que enviar a sus hijos a internados y cayó en una depresión. «Le recomendaron que trabajara con niños y empezó a cuidar a unos que vivÃan en el barrio de Salamanca, en Madrid, que debió de buscarle Angelina. La pobre crió aquellos niños y no pudo cuidar de los suyos. Mi padre salió del internado con 13 años», cuenta Ana Isabel. Su tÃo visitó a Angelina hace unos 15 años. «SeguÃa siendo la ‘señorita Angelina’. No se habÃa casado y estaba muy enferma. Debió morir al poco tiempo».
MarÃa Jesús pudo ponerle por fin cara a Braulio. «¡Qué joven!», exclamó cuando Ana le mostró la única fotografÃa suya que tiene. «En mi familia no mataron a nadie. A mi padre le tocó luchar en el bando nacional, pero soy trabajadora social y habÃa oÃdo estos relatos en los pueblos. Recuerdo a un hombre que cuando se estaba muriendo revivió el momento en que se llevaban a su hijo, y gritó pidiendo auxilio. Me sobrecogió aquella angustia. También me recordó cuando presenté a una mujer de 30 años a su madre, que la habÃa tenido de soltera, sin recursos. Hasta que no la conoció, no se casó. Estaba como bloqueada. Me ha traÃdo unos sentimientos parecidos».
Mientras la envolvÃa en papel de regalo, a MarÃa Jesús le dio un poco de pena desprenderse de la caja. «Siempre la he guardado con cariño. TenÃa vida. Y dolor».
http://www.elpais.com/articulo/espana/joyero/fusilado/elpepiesp/20100531elpepinac_11/Tes