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Un exilio por el horror de 1936

Diario de Navarra, 20-06-2010 | 23 junio 2010

El arquitecto pamplonés Javier Yárnoz Larrosa se vio obligado a exiliarse por motivos «éticos»

 

Lola Cabasés- Domingo, 20 de Junio de 2010

El arquitecto pamplonés Javier Yárnoz Larrosa se vio obligado a exiliarse por motivos «éticos» tras el tremendo mazazo que le supuso el fusilamiento en 1936 de su cuñado Marino Húder, médico y de Izquierda Republicana.

EL exilio del arquitecto pamplonés Javier Yárnoz Larrosa no es un exilio al uso. Fue una decisión «ética» como respuesta a una situación que como ser humano le costaba asimilar. Se fue porque no pudo aguantar «el horror vivido en Pamplona en 1936 a raíz de la detención y ulterior fusilamiento de su cuñado (Marino Húder) y de su primo político Ramón Húder». La de Javier Yárnoz Larrosa es una de las 50 historias de arquitectos en el exilio que recientemente se exhibió en Pamplona. Organizada por el Ministerio de la Vivienda en señal de reconocimiento a una serie de personas represaliadas por el franquismo, la muestra que la Universidad de Navarra trajo a la capital navarra no relató el periplo vital de este arquitecto pamplonés al que la guerra emprendida por Franco truncó una vida seguramente acomodada y a la que auguraban triunfos profesionales.

Javier Yárnoz estaba casado con Mª Carmen Húder Carlosena (Pamplona 1896), «perteneciente a una familia pamplonesa de abolengo republicano» refiere el historiador Ángel García Sanz en su libro Republicanos en el exilio. «Su hermano Marino Húder Carlosena (Pamplona 1894-Bardenas Reales 1936), médico afiliado a Izquierda Republicana, y su primo Ramón Húder Ansa (Pamplona 1910-Bardenas Reales 1936), motorista de la Diputación, fueron fusilados por los alzados en agosto de 1936».

La única hija del arquitecto, Mª Carmen Yárnoz Húder, y sus nietos, entre ellos Raúl Rodríguez Yárnoz, creen «justo que se aclare» el periplo vital de Javier Yárnoz Larrosa, un arquitecto pamplonés nacido en 1886 que obtuvo el título en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid en 1923 y que un año más tarde presentó, en colaboración con su hermano, José Yárnoz, un proyecto de restauración del palacio de Olite, que fue admirado por la Real Academia de San Fernando. En 1929, los dos hermanos trabajaron en las obras de reforma y ampliación del palacio de la Diputación Foral y acometieron proyectos de arquitectura de renombre.

una vida truncada por la guerra

Pero la Guerra Civil marcó un antes y un después en la vida de Javier Yárnoz, que falleció en Caracas en 1959 tras un intenso periplo que comenzó, precisamente en 1936, por el horror que le tocó vivir en Pamplona. Criado, como su hermano mayor en el seno de una familia acomodada y tradicional, Mª Carmen Yárnoz, que reside en Venezuela y sufrió con su padre los rigores del franquismo, quiere aclarar que su padre «nunca tuvo que salir de Pamplona sino que tras el fusilamiento de su cuñado, mi tío Marino Húder, decidió salir de España, llevándonos a mi madre y a mí, acompañadas, desde luego, por mi abuela (la madre de Marino, doña Romana Carlosena) y mi tía Conchita Húder Carlosena».

Esa decisión (voluntaria), «que implicó un cambio radical en su vida, hasta entonces tranquila y muy acomodada, no desdice en absoluto de quienes tuvieron que salir de España para salvar sus vidas y las de sus familias. Para mí, hasta hoy más de 50 años después de su muerte en el exilio, y también para mis hijos que han conocido su vida y su trayectoria a través de mi madre y de mí, la actuación de mi padre sólo puede ser motivo de orgullo, un orgullo que no tiene valor económico (¡lejos de ello!) sino que ha sido la guía fundamental de nuestras vidas aunada al elevado concepto ético de la vida que mi difunto marido (Óscar Rodríguez Amengual, ingeniero venezolano) legó a sus hijos y que ambos compartimos», subraya la hija de Yárnoz.

Mª Carmen Yárnoz Húder relata que tras el fusilamiento de Marino Húder «salimos hacia Francia y nos establecimos en Baiona, en un modesto pisito cedido por amigos de mi tío -los García Larrache- y donde mi abuela y mi tía siguieron viviendo tras nuestra salida hacia Venezuela en julio de 1939. Mi padre, que jamás había sido político pero que quedó definitivamente marcado por lo sucedido en Pamplona, decidió que su deber era apoyar, en lo que le fuera posible, al Gobierno legítimo de España, por lo que se dirigió a Valencia, una vez que el Gobierno republicano se trasladara allá, a ofrecerse en lo que pudiera ser útil».

arquitecto de prisiones Así, Javier Yárnoz fue designado por el Gobierno republicano arquitecto de la Dirección de Prisiones («nunca Director de Prisiones», precisa su hija) pues, como «íbamos a ganar la guerra y por ende tomar muchos prisioneros, éstos tenían derecho a prisiones dignas, para lo cual el conocido arquitecto sería muy útil». «Al mes, mi madre se trasladó a Valencia y ambos pasaron el resto de la guerra en Valencia, Barcelona y Figueras hasta que ésta terminó. Mi madre trabajó en la censura y tuvo oportunidad de conocer a corresponsales de guerra como Ernest Hemingway. Ocasionalmente, uno u otra pasaban a Francia a visitarnos… pero a los pocos días volvían a España a cumplir lo que consideraron su deber».

Terminada la guerra, el matrimonio pasó a Francia («mi padre, en el último tren que salió de España») y «unos meses después, junto conmigo (mi abuela nunca quiso viajar), nos vinimos a Venezuela, en una de las expediciones que organizó el Gobierno Vasco en el exilio». Y es que, apunta ahora su hija, «sólo al fînalizar la Guerra Civil, y ante la amenaza alemana en 1939, salió con su esposa e hija hacia Venezuela. Mi padre se prometió no volver a la España que tanto amaba mientras durase el gobierno de Franco. Lamentablemente, falleció unos años antes de la desaparición del caudillo».

afincado en venezuela

Recuerda su hija que tras la salida del Estado español «le fueron incautados bienes, malvendidas propiedades y en una vergonzosa decisión del Colegio de Arquitectos de Madrid (ya revertida, siquiera simbólicamente) impedido el ejercicio de su profesión al igual que a gran número de sus colegas exiliados». En Venezuela, Javier Yárnoz «pronto encontró trabajo como delineante en el Ministerio de Obras Públicas donde estuvo varios años; desarrolló una serie de proyectos que no aparecen como suyos pues no había revalidado el título aún, lo que hizo en los años 50 ante la insistencia de mi madre y mía». Durante varios años trabajó también en empresas privadas de construcción y en los últimos años de su vida volvió al Ministerio de Obras Públicas, donde se dedicó a algo que para él era muy grato: la restauración de iglesias coloniales».

La familia Yárnoz Húder tuvo relación con otros navarros exiliados, «como los Arnoriaga y los Loperena, amistades que se conservaron hasta el final de sus días», explica Mª Carmen. A este listado de amistades hay que sumar la familia de Juan Ignacio Irujo y Mª Jesús Amorena, que, además eran vecinos. Mª Carmen Yárnoz Húder ha visitado Pamplona en varias ocasiones, donde, si tiene ocasión, procura quedar con la ex concejal Mariló Irujo y mantiene relación familiar muy cordial con sus sobrinos, hijos y nietos de las sagas Húder y Yárnoz. Precisamente en una de las últimas visitas a Pamplona, Mª Carmen Yárnoz se desplazó a Sartaguda para conocer in situ el Parque de la Memoria, donde el nombre de sus familiares fusilados figuran en la larga relación de las tres mil personas a las que se les arrebató la vida por no secundar a los golpistas.

una buena persona

Javier Yárnoz Larrosa es uno de los arquitectos en el exilio que ahora han visto cierto reconocimiento en la tierra que les vio nacer. De los 50 homenajeados en la exposición, sólo a tres les sonrió la fama. Josep Lluis Sert llegó a decano de la Escuela de Diseño de Harvard, Félix Candela se hizo con reconocimiento mundial en México y Antonio Bonet participó en el diseño de una silla mítica, la BKE, que se exhibe en el MOMA de Nueva York. Los demás «quedaron en el olvido», lamentaba Henry Vicente, arquitecto, profesor de la Universidad Simón Bolívar de Caracas (Venezuela) y comisario de la muestra.

Para glosar la figura de Javier Yárnoz hay que indagar en la memoria de su familia y de sus amistades, que lo recuerdan como «una gran persona» a la que acompañó en su vida una cultivada esposa que, al igual que su hija, estudió en EEUU (en la Universidad de Vassar College, una distinguida institución de educación superior situada en el pueblo neoyorquino de Poughkeepsie), circunstancia inusual en aquellos años. También queda el recurso de abrir la enciclopedia Auñamendi, donde reza que Javier Yárnoz Larrosa «realizó los proyectos de los aeropuertos de Maracaibo y de Barcelona, restauró varias iglesias coloniales, llevó a cabo el plan para la construcción del hospital de Barquisimeto y proyectó un complejo de recuperación de delincuentes en Maturín para los Benedictinos. Murió en Caracas en l959».

 

http://www.noticiasdenavarra.com/2010/06/20/sociedad/navarra/un-exilio-por-el-horror-de-1936