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Fosas, víctimas y Memoria Histórica

Igor Barrenetxea Marañón. Deia, 14-07-2010 | 15 julio 2010

De la misma manera que no se perdonaría a un asesino corriente, tampoco hemos de olvidarnos de hacer justicia con todas las víctimas de Franco

 

Historiador e investigador del IEP-FV, Por Igor Barrenetxea Marañón

Miércoles, 14 de Julio de 2010

DESDE el Ministerio de Justicia se nos anuncia que, en breve, se tendrá completado el mapa de fosas del franquismo, a falta de contabilizar algunas excavaciones tanto de Andalucía como de Cataluña. En total suman 1.793. Sin embargo, hay que destacar que en ellas no se incluyen las comunidades gobernadas por el PP, que han dado la callada por respuesta. El mapa sobre las fosas es uno de los pilares básicos de la Ley de Memoria Histórica, una parte esencial de un proyecto que, si bien, tiene sus lagunas, ha confirmado que las políticas de la Memoria no son compartidas por los principales partidos políticos. El papel de la Historia es una cosa y el papel de la Memoria es otra, se afirma con razón. Tras lo sucedido con el caso Garzón, se llega a la conclusión de que toda revisión del pasado es fraudulenta o una amenaza a los pilares de la democracia, «reabre heridas» o se mancha el buen nombre de la Transición. Pero estos axiomas particulares sobre la conveniencia o no de mirar atrás han de exhortarnos a valorar el papel que juega la Historia en todo esto. Un papel que se ha dejado subordinado a las actuaciones políticas, a los debates y al impulso que las asociaciones han dado a recuperar a las víctimas. Una vez más, me pregunto la conveniencia de escudarse en una ley forjada en un momento dado, la Ley de Amnistía, para evitar reparar injusticias, o de plantear superarla y afrontar el hecho de que la represión franquista no fue encarada con rigor ni valor por parte de la sociedad española. Reconvenciones aparte, la necesidad de que una sociedad afronte su pasado no viene determinada únicamente por revelar sus grandezas ni por obligarla a estudiar una historia común, afín a unos intereses nacionalistas integradores, sino al hecho de hacernos comprender el valor de la justicia y los Derechos Humanos.

La Historia se ha desvelado de una manera, pero pudo muy bien haber transitado por otros caminos. Sin embargo, en el momento en que la Historia es una historia, es cuando hemos de clarificar sus múltiples significados. Y ahí es donde entra la memoria. Una parte de los significados de la Historia corresponde a la memoria, que es el recuerdo o la experiencia que acumula una sociedad: memorias que no memoria, memoria colectiva o memorias individuales, entre la invención y la realidad, entre un acto voluntarioso de dignidad y otro de simple rememoración. Sobre estos lindes transita el perfil que damos a la conciencia de una sociedad. Por eso, la derecha no debería verse conmocionada por esta revisión, por este intento de reabrir las fosas y exhumar los cadáveres. No siendo heredera de aquella, comprometida como está con el Estado de derecho y la democracia, se entiende poco que no sea favorable a escribir una Historia veraz de la represión y del trauma vivido. Tampoco esta izquierda ha de verse como la que ha recogido el testigo de aquella otra, porque también cometió imprudencias y asesinatos, porque en el mejor de los casos, derecha e izquierda han aprendido la lección para no cometer los mismos errores. La sociedad cívica de hoy existe frente a aquella otra de los años 30, en la que la violencia era mucho más exagerada y visceral y, por eso, debe ser capaz de encarar el mal trago de unos hechos que todavía no se han expurgado del todo.

El mapa de las fosas ha de ser un recordatorio de lo que jamás ha de repetirse y no por un afán de hacer de la memoria un arma política sino un valor de la sociedad democrática. Y esta necesidad viene dada como respuesta para atender la sensibilidad de una parte de la sociedad que, después de lustros, ha visto, por fin, admitidas sus reclamaciones de reparación moral. El valor de encajar las piezas de aquellos crímenes no ha de servirnos como instrumento ni carnaza políticos, es lo que es, una parte sustancial de nuestra historia, teñida de sangre. La defensa de la República o de la democracia, de un orden social justo y de la libertad fue muy mal entendido en su momento. Pero eso no puede explicarnos los miles de asesinatos perpetrados. Por todo ello, es tiempo de que se encaren con rigor y entereza tales crímenes sin dotarlos de un significado presentista o ya inmediato. La izquierda ha actuado con superficialidad a la hora de sacar el tema a colación al utilizar unos parámetros excesivamente políticos ya que, aunque estoy convencido de que somos herederos de aquella República vencida, lo somos en tanto que reivindicamos su aprendizaje pero no su historia imaginada. La Historia nos dictamina no idealizar a las personas ni a los gobiernos, desnuda a las ideologías que acaban, en su misma utopía, muchas veces presas del extremismo y la exageración.

Claro está que la Guerra Civil nunca estuvo justificada, como no lo estuvo la represión que acompañó a las nuevas autoridades victoriosas. Así que hay que mirar al pasado pero sin que nadie se apodere de él, salvo los familiares de las víctimas injustamente ignoradas, porque lo que tenemos que conseguir es invalidar cualquier barbarie. Todos los países tienen una endeble y vergonzosa memoria, Francia con Vichy, Rusia con los Gulag y Katyn (hasta hace bien poco), Alemania con el nazismo, Estados Unidos con Guantánamo. Si escarbamos encontraremos muchos más casos en otros países.

En el ejercicio de la Memoria Histórica hemos de plantearnos no hallar mártires ni héroes, tampoco ennoblecer ciertos actos o esconder otros que son indignos de los valores y mentalidades del tiempo en el que vivimos. Porque aún debemos guardarnos de esa herencia, el sujetar la memoria al quehacer de la Historia, revelar la verdad y encontrar el justo equilibrio entre la restitución de la dignidad y el aprendizaje colectivo. El PP debería, por ello, implicarse abiertamente en el mapa de fosas y culminar así un proceso en el que se nos permita conocer el alcance de esta tragedia. De la misma manera que no se perdonaría a un asesino corriente, tampoco hemos de olvidarnos de hacer justicia con todas las víctimas de Franco.

http://www.deia.com/2010/07/14/opinion/tribuna-abierta/fosas-victimas-y-memoria-historica