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Niños robados del franquismo

Coral Bravo. El Plural, | 20 agosto 2010

En España éste sigue siendo un asunto impune, sin reconocer y sin reparar

 

 

Pese a que algunos «neofranquistas» siguen intentando desprestigiar a los historiadores que estudian con objetividad el franquismo y siguen pretendiendo (imaginamos que a sueldo de alguien) reivindicar un régimen genocida que asoló este país durante cuarenta años, siguen saliendo a la luz aberraciones cometidas al amparo de la tiranía franquista y que han marcado, y aún hoy siguen marcando, la vida de miles de españoles.

El pasado día uno de agosto el diario Málaga Hoy narraba la crónica de un investigador que cree haber encontrado en la provincia de Cádiz a otro niño robado del franquismo; un niño que en 1962 fue robado a su familiaal nacer , a quienes dijeron que había muerto, sin permitirles si quiera ver su cadáver. Ese niño hoy es, supuestamente, un hombre de 48 años que ha pasado toda su vida sin saber quién es realmente. Le despojaron, como a miles de otros niños, su verdadera identidad.

El tema siniestro de la trata y el robo de niños en el franquismo está siendo estudiado sólo hace algunos años por distintos investigadores, historiadores y expertos (Julián Casanova, Ricard Vinyes, Miguel Ángel Rodríguez Arias, Ricard Belis, Montse Armengou, etcétera) quienes están sacando a la luz datos y hechos escalofriantes desconocidos en general por la opinión pública. Según estos estudios, sólo entre 1939 y 1954 fueron más de 30.000 los hijos de mujeres republicanas que fueron arrebatados a sus madres en base a una siniestra Ley franquista de 1940, y que pasaron a ser tutelados directamente por el Estado.

Estos robos de niños se sucedieron a lo largo de toda la dictadura. Si bien, en los primeros años formaban parte de la represión franquista contra los «rojos» (demócratas, defensores de la República y antifascistas), posteriormente eran una práctica más o menos sistemática de control social e ideológico en ámbitos precarios y depauperados. El destino de estos niños era perverso. La Acción Social de la Falange y la Iglesia eran las principales instituciones que acogían a estas criaturas que, tras ser adoctrinadas ideológicamente, eran entregadas, en adopciones clandestinas, a familias adeptas al régimen, o acababan forzadas a ingresar en conventos y a convertirse en monjas o religiosos.

Tras estas iniquidades existía, como trasfondo ideológico, la macabra idea fascista y racista de la «depuración de la raza», según la cual los defensores del régimen legítimo de la República y que se opusieron al golpe de Estado (denominados por la dictadura con intención despectiva como «rojos») eran una especie inferior a batir y

a exterminar. De tal manera que el Estado golpista «recogía» a los hijos de las mujeres ejecutadas y encarceladas para evitar que se «contaminaran» con las ideas de sus madres contrarias al régimen. El psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera era el ideólogo de tales abominaciones que extrajo de las teorías racistas de los nazis. En su obra Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza (Editorial Española) se encuentran recogidas estas espantosas creencias.

Para Vallejo-Nájera y para la psiquiatría franquista, los «rojos» de ideas republicanas (insisto, demócratas, progresistas y defensores de los derechos civiles y humanos) eran tarados mentales y había que eliminarles o recristianizarles, lo cual, como decía López Ibor, les podía devolver «la cordura». Me pregunto quiénes eran realmente los verdaderos «locos». Sin duda, los que mantenían estos idearios espeluznantes, que llenaron de muertes y de ausencias a miles de familias, y que lograron que muchas décadas después de ostentar el poder siga habiendo gente que, por haberles sido robada su identidad, han vivido una vida ficticia que no era su vida.

Cuesta creer a veces la capacidad infinita de maldad y perversión a la que puede llegar el ser humano, cuando el fanatismo y la intolerancia guían sus actos. Los límites de negrura y fealdad pueden ser impactantes, por más que se quiera creer que el género humano es bueno por naturaleza y que los buenos instintos superan con creces la retahíla de crueldades que se pueden llegar a cometer en pos de una idea o una creencia. Es entendible la afirmación del psiquiatra Enrique González Duro,

investigador de la psiquiatría franquista y autor de Los psiquiatras de Franco: Los rojos no estaban locos (Ediciones Península, 2008), cuando decía, en una entrevista

que concedió a La Vanguardia el 24 de enero de 2009, que «la opresión franquista me hizo de izquierdas y la opresión eclesiástica me hizo ateo».

Estos niños son una parte más de las víctimas del franquismo, y, aunque en 2006 el Consejo de Europa les ofreció un reconocimiento internacional, en España sigue siendo un asunto impune, sin reconocer y sin reparar.

 

Coral Bravo es Doctora en Filología y miembro de Europa Laica

http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=49819