Santos Juliá «Franco bloqueó todas las transformaciones que se habÃan iniciado a partir de 1910»
El historiador analiza la España del siglo XX en 13 ensayos reunidos en Hoy no es ayer
Â
JOSÉ ANDRÉS ROJO
En Hoy no es ayer (RBA), Santos Juliá (Ferrol, 1940) ha reunido 13 ensayos recientes que vuelven sobre la España del siglo XX y proponen una manera distinta de ver las cosas. Este no fue un paÃs fracasado, condenado inevitablemente a partirse en dos en una guerra fratricida por no haber sabido resolver sus conflictos más agudos y al que no le quedó, por tanto, más remedio que soportar una larga dictadura, que destruyó de una manera feroz a sus enemigos en los primeros años de su andadura.
Â
PREGUNTA. Asà que la historia de la España del siglo XX no es anómala, como siempre se ha dicho.
RESPUESTA. La historia se hace siempre desde el presente. Y una cosa es lo que ven en el pasado los que padecieron una dictadura que excluyó a España del mundo y otra, muy diferente, lo que encuentran allà quienes vuelven atrás desde una democracia más o menos sólida. Fueron, sobre todo, una serie de historiadores económicos quienes, al volver a estudiar lo que pasó durante las primeras décadas del siglo, comprendieron que no todo habÃa sido aquà un fracaso. Descubrieron que entonces habÃa ya parlamentarios, una cultura floreciente, una clase media viajera, profesionales competentes. Y eso significa que la industria y la agricultura tenÃan por fuerza que haber cambiado.
P. ¿Cuáles fueron entonces las transformaciones fundamentales?
R. A partir de 1910, aproximadamente, se observa que las grandes ciudades prácticamente duplican sus habitantes. Eso significa que el campo se está transformando y ya no necesita tanta mano de obra y significa también que ha surgido una trama de empresas de distinto tamaño que ofrecen empleo a los que llegan de fuera.
P. Si las cosas se estaban transformando, ¿cuándo se produce la quiebra que rompe con el desarrollo?
R. Hay una tesis que ha tenido mucha fortuna, la de que España era una sociedad atrasada, que dependÃa por completo del campo y que carecÃa de clases medias. De esto se deduce que los conflictos terminarÃan por explotar y que una guerra civil era inevitable. Aun reconociendo que en España hubo atraso, en la década de los diez el paÃs empieza a crecer y, en los veinte, ese crecimiento se acelera. Es entonces cuando se produce el golpe de Primo de Rivera, que consigue acabar con el contencioso marroquà pero que no tarda en darle forma a la dictadura a través de un régimen corporativo, organicista, católico. Lo grave es que, en ese proceso, la dictadura arrastra a la Corona, que pierde su carácter constitucional.
P. El empuje democrático, sin embargo, sobrevive y fuerza la llegada de la Segunda República.
R. Su proclamación fue una gran fiesta popular. Y se comenzó a gobernar sobre un equÃvoco, que todos eran republicanos, que el pueblo era republicano, y que solo quedaban al margen algunos representantes de esa vieja España que estaba condenada a desaparecer. Asà que se llevó al lÃmite el programa: Fuerzas Armadas, reforma agraria, laicismo… Los cambios no gustaron mucho ni al Ejército, ni a la Iglesia, ni a los terratenientes, y muchos pequeños propietarios recelaban de la inseguridad jurÃdica. La reacción se produjo en nombre de la nación española y el Ejército se convirtió en la columna vertebral del golpe de Estado de 1936.
P. ¿Qué caracterÃsticas especÃficas tuvo el franquismo?
R. Por lo pronto, Franco bloqueó todas las transformaciones que se habÃan iniciado en la sociedad española a partir de 1910. Tras la victoria, surgieron los primeros roces entre la Falange y la Iglesia, y lo que hubo aquà no fue un régimen fascista, aunque fuera la Falange la que le dio inicialmente su carácter totalitario. Pero el relato que se impuso fue el de la Iglesia y fagocitó el discurso fascista. España se habÃa salvado como nación católica. Hubo un jefe enviado por Dios y una cruzada con sus mártires: a partir de ahà se montó el mito de la salvación y se orquestó el culto a los caÃdos en la guerra para frenar la expansión masónica, comunista, liberal.
P. ¿Fue la propia dictadura la que trajo la democracia, como sostienen algunos?
R. La fórmula que se impuso en 1959 cuando el Opus Dei tomó las riendas de la economÃa fue la de buena administración y poca polÃtica. A López Rodó no le interesaban las libertades polÃticas, querÃa un Estado que funcionara. El impulso democrático vino de los sectores que se opusieron al régimen y, en ese proceso, fue muy importante el papel de la clase obrera, que aprendió las reglas de la democracia cuando negociaba las mejoras de los contratos de trabajo.
P. ¿Qué ha pasado ahora para que los desastres de la guerra hayan vuelto a primer plano?
R. Los nietos, que no participaron del proceso de reconciliación de la Transición, tienen el sentimiento de que aquà no se ha hecho justicia. Sus referentes son los procesos que se dieron en las transiciones de distintos paÃses de Latinoamérica, y entienden que aquà hubo amnesia y olvido. Es un proceso muy complejo, que no se ha sabido gestionar bien. Durante los primeros años de la Transición, hacia 1977-1979, se habló mucho de las fosas, pero no existÃa la necesidad de recuperar a los que cayeron durante la brutal represión franquista. Los alcaldes comunistas y socialistas, que podÃan haberlo hecho, pensaban entonces en el futuro. No habÃa que remover la historia, pensaban, de lo que se trataba era de construir una nueva democracia.
Â