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Una derecha que no ha aprendido nada ni ha olvidado nada

Iñaki Anasagasti. Deia, | 22 agosto 2010

Una cosa es la repulsa a ETA y otra muy distinta la glorificación de una dictadura y el premiar trayectorias no democráticas

 

Por iÑAKI aNASAGASTI, * Senador de EAJ/PNV – Domingo, 22 de Agosto de 2010

El PP enarbola ahora otra bandera, la de dos franquistas asesinados por ETA que, pese a su condición, no merecieron, como no merece nadie, esa condena a muerte. Pero eso no quita para que su condición de adictos al régimen desaconseje el reconocimiento

PARECE ser que el PP propondrá en las Juntas Generales de Bizkaia la colocación de una placa en la sede del Palacio Foral en Bilbao para honrar la memoria de los dos presidentes de la Diputación provincial asesinados por ETA en 1977, Javier de Ibarra y Augusto Unceta Barrenechea. En opinión del juntero del PP, Arturo Aldecoa, resulta difícil explicar por qué en todos estos años la Diputación no ha rendido «un tributo especial a quienes sirvieron a nuestro pueblo de manera ejemplar». Ya tiene el PP en Bizkaia una nueva bandera que enarbolar. Por esta razón, y a riesgo de ser manipulado, permítanme una reflexión dominical.

En lo personal, tengo el máximo respeto por estas dos figuras políticas vilmente asesinadas cuando además se había puesto en marcha la Ley de Amnistía y habíamos logrado que no hubiera un solo preso de ETA en las cárceles. Me tocó además redactar los dos comunicados de condena ante estos dos actos de barbarie en nombre del Euzkadi Buru Ba-tzar. Pero, dicho esto, y con pies de plomo, pienso que un acto de las características que propone el PP, no procede.

Javier Ibarra fue no sólo presidente de la Diputación de Bizkaia sino alcalde de Bilbao, llegando a éstos puestos por usurpación del voto y de la voluntad popular. Es preciso recordar que fue el Neguri oligárquico, el soporte político a una dictadura cruel y sanguinaria que no sólo eliminó el Concierto Económico para Gipuzkoa y Bizkaia, y les llamó «provincias traidoras» con la aquiescencia de esta oligarquía, sino que persiguió de manera preferente al euskera y toda seña de identidad vasca a pesar de conocer bien Ibarra la historia del Señorío siendo también persona muy religiosa. De hecho, su cadáver apareció con el rosario entre los dedos. Aquellos salvajes que le mataron no se apiadaron de un anciano desvalido y bueno en lo personal, aunque fuera un leal servidor de una dictadura.

En la segunda sesión de trabajo de la Asamblea de Parlamentarios Vascos, formada por todos los senadores y diputados elegidos en las elecciones del 15 de junio de 1977 y que se desarrolló en la Diputación de Gipuzkoa, llegó, una hora antes de finalizar, la triste noticia del hallazgo del cadáver del secuestrado Javier de Ibarra. La información la recibió Juan de Ajuriaguerra y el diputado de UCD, Juan Echeverría Gangoiti, salió a llamar directamente al gobernador, quien le confirmó el hecho. Se suspendió la sesión para redactar una declaración condenando el acto pero los dos parlamentarios de Euskadiko Ezkerra, Letamendia y Bandrés, pidieron que se hiciese constar que cualquier acuerdo de repudio se tomaría sin unanimidad porque ellos iban a redactar una nota diciendo que EE no se solidarizaba ni se solidarizaría en el futuro con notas que censuraran actos de cualquier clase cometidos por abertzales.

El caso es que entre el PNV y el PSE y gracias a la mediación de Manuel de Irujo, senador y presidente de aquella asamblea, se sacó una nota digna, condenando, como no podía ser menos, el asesinato de Javier de Ibarra y haciendo votos por el fin de la violencia ante el primer muerto hecho con cárceles vacías, de una ETA y de una HB que nos dijeron a la cara que las elecciones no iban con ellos. Esta es parte de aquella triste historia. La otra, y muy penosa, la protagonizó aquella oligarquía impresentable inhumana, y egoísta, que no acudió al auxilio de Ibarra y le dejó morir por no pagar un rescate que para ellos era calderilla. Una vergüenza.

El caso de Augusto Unceta Barrenechea fue parecido, aunque sin el sufrimiento previo y terrible de un secuestro. ETA lo asesinó el 8 de octubre de aquel año 1977 cuando se encontraba en las proximidades del frontón Jai Alai de Gernika junto a dos guardias civiles que le servían de escolta. El PNV, lógicamente, condenó aquella barbarie.

Pero también hay que recordar que Augusto Unceta además de presidente de la Diputación provincial fue el alcalde de Gernika que el 12 de octubre de 1964 celebró el Día de la Hispanidad en su Villa. La revista Gudari publicó un gran reportaje con éste expresivo titular: «Como si Hitler hubiera elegido Jerusalén». Aquel año, el PNV había organizado el Aberri Eguna en la Villa Foral y ésta fue la respuesta del régimen, sin reconocer previamente que habían sido ellos quienes habían permitido bombardear Gernika. Fraga Iribarne, a través del fiscal Zarzalejos, el marqués de Arriluce de Ybarra (Director del Instituto Vascongado de Cultura Hispánica), José María Pemán, el Dr. Marañón (director del Instituto de CuItura Hispánica), Fernando María Castiella, ministro de Asuntos Exteriores de la dictadura, y el alcalde de Gernika, Augusto Unceta Barrenechea, fueron los promotores de aquella ofensa. Como decía Gudari: «No le bastaba al genocida el satánico placer de haber incendiado el lugar más sagrado de nuestro pueblo y de haber inaugurado en nuestra tierra el método de guerra total, arrasando ciudades indefensas. Necesitaba cubrir las cenizas de los que fueron quemados en Gernika con los oropeles de una evocación ofensiva para Euzkadi». Y así se hizo, lográndose desde el PNV de Venezuela que los embajadores de Venezuela, Ecuador, Brasil, Uruguay, Bolivia, Costa Rica, El Salvador, Nicaragua, República Dominicana y Perú, junto al de México, no acudieran a la Casa de Juntas a celebrar aquella farsa.

Vuelvo a repetir: el asesinato de Unzeta fue un acto repudiable y el hecho de que fuera un servidor del régimen no le merecía ser un condenado a muerte por nadie, pero una cosa es la repulsa a la violencia y al terror de ETA y otra muy distinta la glorificación de una dictadura y el premiar trayectorias no democráticas.

Algo lejanamente parecido, aunque no similar, nos pasó bajo el Gobierno de Aznar. En el año 2001, Melitón Manzanas, colaborador de la Gestapo, torturador y jefe de la Brigada Político Social de Gipuzkoa, fue distinguido a título póstumo con la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo, lo que fue objeto de gran polémica al ser Manzanas uno de los símbolos de la represión del régimen. No obstante, tras la concesión de ésta medalla, a iniciativa nuestra, del PNV en el Congreso, en el año 2002 y con la única oposición del PP, (¡qué raro!), logramos se realizara una reforma de la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo y en su artículo cuarto se expresa que «en ningún caso podrán ser concedidas a quienes en su trayectoria, personal o profesional hayan mostrado comportamientos contrarios a los valores representados en la Constitución y en la presente ley y a los Derechos Humanos reconocidos en los Tratados internacionales». Ibarra y Unceta caen en este apartado al haber detentado un poder no legitimo, aunque su conducta personal nada tuviera que ver con la de Melitón Manzanas.

Éstos son los hechos. Y el complemento a los mismos es el reciente acto de intento de humillación pública a la efigie del lehendakari Aguirre hecho por un PP que, como se ve, ni ha aprendido nada ni ha olvidado nada. A José Antonio de Aguirre aquel Neguri siervo del franquismo le expulsó de la Sociedad Bilbaína, del Marítimo del Abra, del Athletic y arrasó su casa y le quitaron sus bienes. Y si hubieran podido lo hubieran asesinado en 1937 como ETA asesinó a Ibarra y a Unceta. Nunca ha sido ésta la postura del PNV, que perdonó a unos y a otros. Pero que, además, condenando los hechos, se trate de glorificar una dictadura, ya tiene bemoles. Ojalá la sensibilidad del PP con las víctimas de ETA les hubiera hecho acudir con el mismo interés y número al reciente aniversario del asesinato de Joxe Mari Korta.

Bueno, pues estamos ante lo de siempre. Una derecha vasca que jamás ha pedido perdón por nada y que encima se atreve a reírse del lehendakari Aguirre y, por otra parte, un juntero del PP que, para tensar la cuerda, propone un imposible sabiendo que el hecho de que Ibarra y Unceta hayan sido asesinados por ETA, no por decisión de ningún tribunal, sino por una organización terrorista, nos obliga a hacer abstracción de una historia de opresión como si el asesinato perpetrado por un grupo mafioso en este país, fuera el Jordán que limpiara todas las culpas de cuarenta años de dictadura, dictadura que por cierto creó a ETA.

Haría mejor el PP en no remover a los muertos en sus tumbas y pedir perdón públicamente por su falta de respeto hacia un lehendakari al que le obligaron a morir en el exilio. Eso pienso.

http://www.deia.com/2010/08/22/opinion/tribuna-abierta/una-derecha-que-no-ha-aprendido-nada-ni-ha-olvidado-nada