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El poli más duro del franquismo

El Mundo.es, | 14 septiembre 2010

Antoni Batista relata la historia del temible comisario Creix

 

Álvaro Cortina | Madrid

Actualizado martes 14/09/2010

«¿Usted sabe lo que ha sido para mí, que he sido del PCE y que he sufrido la represión, intentar entender a una persona como Antonio Juan Creix?». Antoni Batista habla de una gestación de 20 años: el libro ‘La carta. Historia de una comisario franquista’ (Debate). A su personaje, Creix, el Comisario Creix, o C.C, se le va siguiendo por la humedad de las cárceles. Allá el cubo de agua, el electrodo, y demás imaginería con la bombilla desnuda colgando del techo bajo. «Fue purgado por los suyos. Cuando el franquismo fue evolucionando hacia la Transición, se libraron de él».

En el año 74 (año en que Franco enfermó seriamente de flebitis) siendo Creix ya una leyenda negra, y jefe superior de la Policía de Andalucía, recibió un cese muy feo. Por teléfono. La burocracia del régimen (que principiaba su metamorfosis) le hizo llegar una carta que detallaba una sanción indignante. Creix escribió entonces una autobiografía profesional a la figura emergente (después ministro) del Gobernador Civil de Barcelona, Rodolfo Martín Villa. Es «la carta» que sirve al autor, Batista, para ensamblar con víctimas, investigaciones, y demás contexto.

«Creix era ultraderechista en el año 40; no en el 70. Si lo hubiesen dejado hubiese empezado como un poli reciclado», opina Batista. En 1963, Creix, llegaría a Jefe de la Brigada Político-Social de Barcelona. En su tiempo allí, ya desde el primer franquismo, según iba tachando nombres en su libreta iban cayendo comandos enteros. Subversivos del Partido Comunista, del Movimiento Libertario, del Movimiento Socialista de Catalunya, la Agrupación Guerrilla de Cataluña y facciones libres de anarquistas bandoleros como «los Hermanos Sabater» o «Los Culebras».

Hijo de africanista y contraespionaje

«Esto es una ‘historia’, no una ‘biografía’. Y está redactado como si fuese una novela, pero es no ficción. Yo no enjuicio a nadie. Tengo la teoría de la polifonía de las fuentes, así se consigue un mayor acercamiento a la objetividad», cuenta el autor. Algo sabemos de la biografía que queda en la reconstrucción de este relato a muchas voces. Con 24 años, Creix, hijo de un oficial africanista, ya había estado al otro lado del soplete en las checas de 1938 de Barcelona, por hacer contraespionaje a la República. En este miedo que relata Batista, hallamos un germen evidente. No perdería la costumbre de leer sobre el comunismo, no perdería hiel como para olvidar su desamparo en la checa.

En un pequeño oratorio de aquellas catacumbas rezó con fervor a Santa Elena. Acaso obró un milagro y, meses después, pudo escapar del campo de prisioneros al que le destinaron, en los Pirineos. Pronto volvió a Barcelona, ya tomada, cuando las Comisiones Depuradoras de los Nacionales trabajaban industriosamente. Saldría en adelante siempre comulgado a trabajar, religiosamente inmaculado. A saber qué pensaba cuando encontró explosivos escondidos por etarras bajo la Iglesia de San Salvador del Valle, en Vizcaya, o cuando tuvo que desalojar un convento de capuchinos, en Sarriá, que cobijaban a sindicalistas.

Vengar a Manzanas

En 1968, fue hecho Jefe Superior de Policía de Bilbao cuando ETA asesinó al Inspector Jefe Social de San Sebastián, Melitón Manzanas. Nada más llegar pidió a Barcelona seis metralletas, porque no tenían más que pistolas en la comisaría. Cazó a los responsables, que después serían la cara cautiva del Proceso de Burgos. Entrenado en unos cursos anticomunistas por el FBI McCarthysta, el sheriff había afinado su olfato científico, aunque a veces se le iba la mano. Su libreta era un no parar de iniciativas.

Se podía poner un mono azul y tomar una caja de herramientas y entrar piso por piso para «revisar el gas» y descubrir algún proscrito medalla de oro. Procuraba salir a la calle con el seguro del arma quitado. Los ‘abertzales’ habían dejado un ataúd con su nombre frente a su oficina, y habían difundido una foto suya (en algo se parece a Mauricio Colmenero): «Este sujeto es el responsable de todas las torturas efectuadas por la policía a lo largo y ancho del pueblo vasco». Su hijo pequeño, que estudio en la UPV, procuró ser siempre muy discreto con respecto a la profesión del cabeza de familia.

Víctimas del sabueso

Y así, el fiel sabueso fue abandonado en los rápidos del caudal del tiempo. Aquél que fue condecorado por desactivar una bomba de relojería en el sótano de la Bolsa de Bilbao; que había frenado a todos los dinamiteros ideológicos y a intelectuales comunistas de Barcelona, se veía suspendido por causas inciertas. Franco comenzaba su fin, agarrándosele ingratamente hasta el descalabro. Batista hilvana esto con textos de comunistas amigos suyos, víctimas torturadas por Creix (o C.C), como Miguel Núñez (que abre y cierra ‘La carta’) o Tomasa Cuevas. Con los hermanos Goytisolo, en cambio, fue mucho más benévolo. Hubo muchísimos damnificados.

«Necesitaba un espejo del personaje. Necesitaba un reverso. Contraponerlo con otro hombre, que sería Miguel Núñez. A partir de Núñez, se crea la leyenda del comisario Creix». Una zancadilla telefónica en febrero de 1974, arrumbaba oportunamente aquel fiero currículo policial, antes brillante, a los rincones más oscuros, con los fantasmas más inicuos. A partir de entonces sólo queda conjurarlo y componerlo con retazos imperfectos, asociado siempre a la celda mal iluminada, ya sea como víctima, ya sea como temible perseguidor. Antoni Batista ha vertido un poco de comprensión catártica en este recorrido.

http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/14/cultura/1284450314.html