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Leguina carga contra Zapatero por destapar fosas y olvidar la reconciliación nacional

Cuarto Poder, | 27 noviembre 2010

El fin último del alegato contra los “antifranquistas sobrevenidos” por obra y gracia de Zapatero consiste en defender la Transición

 

VIERNES, 26 DE NOVIEMBRE DE 2010

Cuando un panfleto está bien escrito, repleto de sucesos, polémicas y ejemplos que vienen al caso y entreverado de citas que vienen al pelo, no alcanza la trascendencia del ensayo porque lo suyo es la superficialidad, la coyuntura y el “pensamiento ardilla”, como decía Azorín, pero roza la categoría de género literario. Así lo demuestra Joaquín Leguina en las 222 páginas que acaba de publicar La Esfera de los Libros con el título El duelo y la revancha y el subtítulo Los itinerarios del antifranquismo sobrevenido.

El escrito arremete contra los descubridores de fosas de republicanos fusilados como perros en las cunetas y en tapias de los cementerios, esos “antifranquistas sobrevenidos” que olvidan la violencia del otro lado, incluido Paracuellos del Jarama. Carga contra la ley de la Memoria Histórica que el autor voto “sin entusiasmo”. Critica la instromisión del  “justiciero universal” Baltasar Garzón. Y al final apunta y dispara al gobernante que ha permitido e incentivado que se ponga en solfa el gran pacto de la Transición que nos condujo a la reconciliación y a la democracia. Ese gobernante no es otro que José Luis Rodríguez Zapatero un “adanista” del “nuevo socialismo”.

La frase más amable que el autor dedica al jefe del Ejecutivo podría ser atribuida a Mariano Rajoy: “Tras seis años (y medio) de gobierno y sus múltiples bandazos, es difícil aclararse acerca de donde está el norte dentro de una brújula tan errática como la que usa Rodríguez Zapatero”. Leguina, que fue diputado hasta abril de 2008, confiesa que ha votado a Zapatero “por disciplina de partido”, pero que jamás le ha apoyado en los órganos ni en las elecciones internas. “Es más, pensé y pienso que su elección como secretario general en el congreso del año 2000 fue un error y lo acabarán viendo así quienes le apoyaron entonces”. La frase conecta con aquella canción del PP: “Zapatero fue un error… sí, sí, fue un error”.

Ni que decir tiene que el juicio que le merece la política de Zapatero es pésimo en todos los órdenes y sobre todos los temas. Vale quedarse con el reproche de que sólo le interesa el marketing, la foto y “controlar la agenda” para que se hable de una cosa y no de otra. “Y en la agenda oficial del Gobierno socialista ha tiempo que no están las “viejas” desigualdades, sólo las “nuevas”, afirma. Las viejas guardan relación con la economía, el empleo y las cargas fiscales, algo en lo que Zapatero ha actuado a la chita callando a favor de los poderosos, afirma. Las “nuevas desigualdades”, sobre todo, las de sexo o género, le han llevado a “meter dentro del Estado la ideología feminista como una de las dominantes en el nuevo socialismo”, afirma.

El ex presidente de la Comunidad de Madrid y miembro del Consejo Asesor de la presidenta Esperanza Aguirre reconoce, no obstante, que el rendimiento electoral del matrimonio gay y de otras medidas que llevaron a los obispos a poner el grito en el cielo y a salir a la calle ha sido extraordinario. Y razona que puesto que el anticlericalismo en España está a flor de piel y un español es aquel individuo que siempre va detrás de un cura con un cirio o una estaca, la movilización del clero reportó a Zapatero más de un millón de votos en 2008. O sea que si en 2004 ganó por las mentiras de la guerra y el 11-M, en 2008 se mantuvo en el altar por la maldición de los obispos. ¿Ningún mérito tiene ZP? Pues no.

Lo más grave, según expone Leguina, es que en el arte de marcar las diferencias Zapatero haya innovado echando mano de la más infalible de todas: la República y la Guerra Civil, aquel tiempo histórico en el que la izquierda y la derecha llegaron al paroxismo trágico del enfrentamiento armado y el asesinato en masa. El autor responsabiliza al jefe del Gobierno de alimentar subliminalmente el maniqueo entre el “nosotros”, los derrotados por las armas con la ayuda de las máquinas de guerra nazi y fascista, y el “ellos”, la derecha franquista de la que son herederos los del PP. Esta dinámica del “antifranquismo sobrevenido” conduce al deprecio y al olvido del pacto de la “reconciliación nacional” que guió la Transición, afirma.

Y es aquí donde Leguina carga las tintas contra la memoria histórica, el afán justiciero del juez Garzón, la apertura de fosas y la recuperación e identificación de los republicanos fusilados. Apela al fiasco de la búsqueda de la calavera de Federico García Lorca y denuncia que “siempre hay algún político dispuesto a colgarse una medalla”, aun sin el consentimiento de los familiares, como en el caso del poeta. Si lo sabrá él, que gastó unos milloncejos de dinero público cuando era presidente de la Comunidad de Madrid en la búsqueda de los restos de Andreu Nin, al que detuvieron e hicieron desaparecer los estalinistas del “padrecito Stalin” que después gritaban: “¿Dónde está Nin?” Y se respondían a sí mismos: “En Salamanca o en Berlín”. Esa si que habría sido su medalla. Por desgracia, los huesos de Nin, como los de Lorca, no aparecieron donde los buscó.

Leguina sostiene que no todas las familias franquistas han recuperado a sus muertos ni han recibido compensación en cuarenta años de dictadura y coloca al mismo nivel a los incontrolados de la zona republicana que a los sublevados, falangistas, carlistas y mercenarios. No olvida los errores y las arengas violentas de algunos dirigentes republicanos durante la guerra, pero sí las de los generales sublevados que se alzaron en armas contra el pueblo, conculcaron la Constitución, violaron sus juramentos de lealtad y proclamaron con su jefe a la cabeza que sólo rendirían cuentas ante Dios y ante la Historia. Ergo, ¿qué pinta el justiciero Garzón en esta historia?, se pregunta Leguina.

El fin último del alegato contra los “antifranquistas sobrevenidos” por obra y gracia de Zapatero consiste en defender la Transición. Cree Leguina que esa obra está siendo atacada por los hijos de los que la edificaron, que son unos insensatos. Y emplea citas y datos de los luchadores comunistas y algunos socialistas, entre los que se inscribe, para refutar que haya sido “un proceso de cobardía”. Niega que la Ley de Amnistía de 1977 alimentara la amnesia y se aprobara para dejar impunes los crímenes franquistas –algo que Alfonso Guerra lamenta en sus memorias Cuando el tiempo nos alcanza–. Aquello se hizo en aras de la reconciliación y “porque si no era imposible amnistiar a la ETA”, subraya.

Después de todo, vale suponer que el escritor y ex dirigente del PSOE tendrá una silla en la mesa de honor de la Asociación para la Defensa de la Transición que preside el general Andrés Cassinello, quien a la vera de Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y, después de Felipe González, acumula formidables secretos sobre el golpismo impune y la guerra sucia de un tiempo del cual algunos no quieren separarse ni mucho menos contarnos sus pactos con los llamados poderes fácticos. En fin, que como dijo el que dijo, cada cual es hijo de su tiempo.

http://www.cuartopoder.es/laespumadeldia/2010/11/26/leguina-carga-contra-zapatero-por-destapar-fosas-y-olvidar-la-reconciliacion-nacional/