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Un memorial del horror: Un libro registra más de 6.200 casos de cárcel y ejecución franquista en la provincia

El Día de Guadalajara, | 6 noviembre 2010

Galería fotográfica del Foro por la Memoria de Guadalajara

 

R.M.

El Foro por la Memoria de Guadalajara presentó el jueves, ante un Salón de Actos de la Biblioteca de Dávalos abarrotado, el estudio más completo sobre la represión franquista en Guadalajara. El libro redescubre lo ocurrido durante la guerra y los años de sangrienta reacción de la dictadura contra los republicanos y desenmascara la aplicación, a menudo kafkiana, de la justicia franquista. Asistentes al acto de presentación dieron testimonio de lo sucedido con algunos de sus familiares.

   Los autores del libro: Xulio García Bilbao, Carlos Paramio; y Pedro A. García Bilbao, y la prologuista, Mirta Núñez

Foto: R.M.La obra más completa de la represión franquista en Guadalajara está incompleta. El libro ‘La represión franquista en Guadalajara’, escrito por Carlos Paranio, Xulio García Bilbao y Pedro A. García Bilbao y publicado por Ediciones Silente detalla por vez primera 6.230 casos de cárcel y ejecución. Con nombres y apellidos. Cada línea cubre el espacio en blanco de más de setenta años de desmemoria. Detrás de cada letra resuena un disparo en la tapia de un cementerio, la lectura de una condena en un sumario kafkiano, el borrón y cuenta nueva de un régimen que no se conformó con ganar la guerra y mantuvo por mucho tiempo la “mecánica del terror”, según denuncia la investigación. Pero los casos anotados son sólo una parte: apenas un 3%, según los autores.

El libro recién nacido fue presentado el jueves ante un centenar de personas que abarrotó el Salón de Actos de la Biblioteca de Dávalos de la capital. La obra es fruto de un trabajo de investigación de tres años: en los archivos, entre papeles de sentencias “que a veces están podridos”; de lectura de testimonios directos de quienes no olvidan; de pioneros en la recuperación de la memoria, como algunos militantes socialistas o comunistas anónimos que dieron cuenta de lo que veían en las cárceles en las que fueron encerrados. Los más de 6.300 casos de los que se tiene constancia son los más trágicos –muerte o prisión–, y por eso se ha comenzado por ahí, pero quedan otras historias de la represión: la dura vida que esperaba a las viudas, la infancia infeliz de los ‘niños rojos’, las vejaciones a los maestros… Paranio y los hermanos García Bilbao han publicado un estudio exhaustivo, con fotografías históricas cedidas por familiares, retratos de más de treinta fusilados, mapas de localización y, sobre todo, una segunda parte que apabulla: decenas de páginas con los nombres de los represaliados.

El libro presentado en Dávalos no se reivindica como ajuste de cuentas ni como la historia de los vencidos contra los vencedores, de los rojos contra los nacionales, de las izquierdas contra las derechas. O no sólo quiere ser eso. Ante todo, intenta poner rostro a otra gran pérdida, encarnada en tantas pérdidas personales: la democracia frente a la dictadura. “Con la recuperación de la memoria no sólo está en juego la dignidad de las víctimas, sino la  del estado democrático”, dicen los autores. “La línea de fractura es entre ser demócrata o no”. Esta fractura sigue sin soldar: las condenas del Franquismo siguen siendo legales hoy, denuncian las mismas voces. “Esos tribunales deben ser declarados nulos. Si lo han hecho en Alemania, ¿por qué nosotros no?”, se pregunta con vehemencia el presidente del Foro por la Memoria, Pedro A. García Bilbao.

 

Las caras del dolor

Durante el turno de palabras en el acto de Dávalos se puso cara a muchos de estos nombres. Revivió el teniente Rubio, fiel al Gobierno democrático. “¡En público lo mataron y yo desde Francisco Aritio lo vi todo!”, exclamó un anciano que apenas tenía diez años durante la guerra. “Le fusilaron con banda de música”, añadió uno de los escritores. También hubo un recuerdo para el cifontino José Serrano, amigo de Azaña y fundador de la Casa de Guadalajara en Madrid, fusilado en el cementerio Este de la capital española, como otros 65 guadalajareños que acabaron sus días en el mismo escenario donde caía hasta un centenar de personas cada día. También está en el libro Gregorio Tobajas, presidente de la Diputación, ‘ajusticiado’ por republicano. Y Teodoro Palomera, el último alcalde republicano de Sayatón, sometido a un consejo de guerra que decidió su ejecución: su nieta, documentalista de la Universidad Complutense, ha tardado casi diez años en acceder a los documentos originales para saber un poco más sobre lo ocurrido con su abuelo.  

   Público asistente al acto en Dávalos / Foto: R.M.Más recuerdos de familias rotas: Emilia es hija del último alcalde de Guadalajara durante la II República, Antonio Cañadas. Tomó la palabra en el acto de Dávalos. Su padre fue condenado a garrote vil, aunque en los documentos figura un indulto de Franco. Jamás volvió a casa, porque le fusilaron. “Le responsabilizaron de la matanza de la cárcel”, dijo el jueves su hija, en alusión a un episodio también terrible protagonizado por elementos revolucionarios. “Era mentira”, asegura ella, como también exclamó desde la primera fila un testigo directo de aquellos días. “Mi padre nos escribió de su puño y letra, nos contaba lo que le hacían en la cárcel, que lo apaleaban”. Hubo una última nota: “Son las cinco de la mañana. Ya me sacan. Muero siendo inocente”. ¿Su delito? Ser alcalde de la ciudad en un régimen democrático. Como Irízar y Bris, como Alique y Román, pero hace setenta años. ¿Pudo haber más desgracia para su familia? Sí, prosigue Emilia. “A nosotros nos pusieron en la calle. Nos embargaron hasta las camas”. 

    En el acto de presentación, muy emotivo, hubo más nombres que saltaron a escena, como Manuel Razola, uno de los pioneros en la recuperación de la memoria histórica. Deportado en Mauthausen, escribió ‘El triángulo azul’. Sobrevivió y cuando volvió de Francia al caer el Franquismo se sorprendió del “gran vacío” o el gran silencio mantenido también durante la Transición en su tierra. “No había lugar para los deportados”, recuerda Pedro A. García Bilbao. 

 

Algunos nombres

Rubio, Serrano, Palomera, Tobajas, Razola… la lista de guadalajareños represaliados es interminable: sólo en el cementerio de la capital se sitúa el final de 822 vidas.

Hay sumarios relatados en el libro que parecieran sacados de un festival de humor negro. A Gabriela, de Robledo de Corpes, la juzgaron las autoridades por ideología de izquierdas, su supuesta huida a zona roja y su aún más que supuesto regreso a la nacional para hacer “espionaje”, después de que matasen a su marido. Acabada la guerra, se la juzga, aunque en realidad está “desaparecida”. Y se la condena. En el momento de emitirse la sentencia, llevaba ya cinco años muerta, tras ser ejecutada en Atienza.

    El caso de esta mujer representa, como otros incluidos en el libro, el funcionamiento de una justicia franquista que también condenó a Dionisio, de Salmerón, después de ser asesinado a golpes días después de que se declarase ‘la paz’; o de Remilgio, condenado a nueve años de destierro en África por propaganda en las elecciones de 1936, cuando en ese momento ya se encontraba deportado en el campo de concentración de Mauthausen. Sufrieron la Ley de Responsabilidades Políticas en una provincia donde fueron condenadas más de 2.000 personas tras celebrarse juicios sin garantías.

    Un nombre encarna la tragedia como pocos: Ortiz de Zárate. No es el Ortíz de Zárate que aparece en el callejero, que participó en la intentona golpista de Sanjurjo y que luego fue una pieza clave en el 18 de julio en Guadalajara, sino su hermano, el comandante Rafael, que se mantuvo en las filas del régimen democrático. Apresado después, en prisión inició un registro de compañeros a quienes les quitaban la vida. En el número 1.100 se detuvo. El siguiente fue él. “Setenta años después, hay un recuerdo institucional para su hermano, que creyó que un golpe era una buena solución”, se indigna Pedro A. García Bilbao. Para el comandante Rafael, “que no da nombre a un hospital, ni a una calle, ni a un grupo escolar, olvidado de la faz de la historia, pero leal a la democracia”, sólo quedó el vacío.

 

«Una zona gris»

“Nos habían dicho que aquí nunca había pasado nada, y pasaron muchas cosas”, alza la voz Carlos Paramio. Hubo muerte y hubo prisión. Aunque se había abordado ya algún estudio anterior, la dimensión de la investigación que ahora da a conocer el Foro de la Memoria provoca una sacudida sin precedentes en la interpretación de la historia de la provincia, por sus cifras y por los métodos que revela. “Guadalajara era una zona gris, sin datos” en el abordaje de lo ocurrido durante la contienda y la Dictadura. “No sabíamos qué demonios había ocurrido”.

¿A qué respondió la intensidad de la represión? Una teoría extendida ubica la reacción franquista como la contestación del bando vencedor a los horrores que cometió también el bando derrotado. Sin embargo, los investigadores del Foro por la Memoria de Guadalajara defienden con insistencia la existencia de “una mecánica del terror” que sobrepasa los límites de la contienda, que respondería a “un plan de exterminio incluso antes de la sublevación” y que se habría aplicado con la misma o similar intensidad también en las provincias en las que ni siquiera hubo guerra civil y, por tanto, la revancha no puede justificar –si es que hay justificación– a la represión. “En Castilla y León, en Galicia, en Navarra no hubo guerra civil”, dice la profesora de historia Mirta Núñez, autora del texto introductorio del libro. En Guadalajara, la dinámica represora no diferió demasido de la que se registra en otros territorios. La particularidad aquí fue la aplicación con retraso de la represión, ya que el golpe no triunfa de inmediato. Lo novedoso, en realidad, es la existencia al fin de un libro que cataloga e intenta explicar que sucedió.

    Muchos familiares exigen que, aunque sea siete décadas después, no se cierre un capítulo de la historia que ni siquiera ha sido escrito en Guadalajara. La prueba de esta ley de silencio está por todas partes. “En España no hay un sistema nacional de búsquedas como hubo en el resto de Europa después de 1945” para que los familiares conozcan el paradero de sus ‘desaparecidos’. Por eso, dice la profesora de la Complutense, Mirta Núñez, “hay que seguir luchando por lo evidente, rescatar la memoria. Parece mentira que el silencio siga vigente”, se lamenta la historiadora, cuya conclusión no puede ser más alarmante: “Se ha echado una avalancha de basura sobre su memoria”. La de las víctimas y la de sus familias. Por eso el acto del jueves se convirtió en un alegato, más que una presentación de un libro.

    Los 6.230 casos anotados y contrastados; las más de 30 fotografías de fusilados; la presencia de hijos y nietos que siguen emocionándose al hablar en público de sus padres y abuelos, de alcaldes, maestros o militantes de partidos democráticos que no son fruto de ninguna ficción para el cine o la literatura, exigen que se destaque ese dato  –6.230–, una explicación o un aplauso como los que resonaron en Dávalos. Estas familias exigen que todos se sepan lo que pasó… de memoria.

http://eldiadigital.es/not/8827/un_memorial_del_horror/

http://foromemoriaguadalajara.wordpress.com/2010/11/05/un-libro-registra-mas-de-6-200-casos-de-carcel-y-ejecucion-franquista-en-la-provincia-un-memorial-del-horror/