Niños de otras madres
En esto de los niños robados, se calcula que alrededor de 30.000 niños robados tienen que ver con la represión franquista
Esta semana serán noticia los niños robados en España. Una asociación de afectados presentará una denuncia colectiva (en nombre de unas 300 personas) ante la FiscalÃa General del Estado. Imagino el sufrimiento de esas 300 personas y sobre todo el desamparo. Porque no deberÃan ser ellas las que se vieran obligadas a iniciar estos procesos, ni las asociaciones las que tengan que denunciar una y otra vez la impunidad de los culpables. El Estado deberÃa tomar las riendas de investigaciones e iniciativas para curar una vergüenza colectiva. Al margen de las complicaciones en la investigación: delitos prescritos, competencias divididas, falta de información… las instituciones deberÃan poner todos los medios para resolver situaciones que se alargan hasta nuestros dÃas a través de leyes que faciliten la búsqueda de papeles, que permitan resolver incógnitas; de oficinas especiales para investigar. Conocer la verdad no deberÃa depender de la constancia y el dolor de las vÃctimas. TendrÃamos que coger bisturà y diseccionarnos para poder explicar mil historias tremendas.
En esto de los niños robados, se calcula que alrededor de 30.000 niños robados tienen que ver con la represión franquista. Eran del otro bando. Hijos de presas polÃticas y madres republicanas robados para ser entregados a familias conservadoras. Salamanca no es ajena a estas situaciones y aparece si uno indaga un poco en las tremendas historias de la posguerra.
Pero el robo de niños no fue exclusivamente una cuestión polÃtica, se extendió al margen de la dictadura y se convirtió en un asunto económico en el que maternidades, clÃnicas, religiosas, médicos estaban implicados, una trama que actuó sobre todo a final de los sesenta. Las asociaciones de afectados calculan que entre 200.000 y 300.000 personas pueden vivir sin saber realmente quiénes son.
Padres que guardan silencio, abuelos que esconden secretos, tÃos encubridores; médicos embusteros, matronas falsificadoras. Nuestra sociedad deberÃa exigir que se rompan los muros de silencio que protegen a quienes jugaron con la identidad y el futuro de miles de niños. Una vergüenza colectiva.