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Tras 66 años, la familia de Batiste García lucha por la memoria histórica

El Faro, | 13 febrero 2011

El caso de Batiste García Sales no se trata de un fusilado, ni de un consejo de guerra

El caso de Batiste García Sales puede convertirse en el número 299 de las víctimas mortales del Franquismo en Ceuta, una historia, sin embargo, bastante peculiar, pues no se trata de un fusilado, ni de un consejo de guerra.

Es sólo un brigada que odiaba a los rojos y lo pagó con un chaval valenciano de 22 años que tenía 14 cuando estalló la Guerra Civil. Aquel brigada, que según el recuerdo de un testigo presencial se apellidaba Tejido, decidió reprender al recluta y de una bofetada le reventó la cara. Sucedió un 18 de diciembre de 1944, y unos días más tarde fallecía por las secuelas.

Ahora un sobrino de Batiste, Vicent García, ha iniciado los trámites para solicitar algún tipo de reparación de la memoria a la Ciudad Autónoma de Ceuta, con el consejo del Grupo de Recuperación de Memoria Histórica de la Fundació Societat i Progrés, representada en Matías Alonso.  García ha redactado ya un texto para solicitar una placa de recuerdo, o que se añada el nombre de Batiste a la lista de 156 personas que reposan en la fosa común.  El historiador ceutí Francisco Sánchez Montoya, con quien la familia de Batiste se puso en contacto, se ha prestado a entregar esa solicitud en su nombre, debido a que ellos no tienen la posibilidad de acudir personalmente a Ceuta desde Valencia para este trámite. Aun así, se impone la prudencia. “Yo actuaré como mera correa de transmisión, se trata de un caso que no es tan claro como otros, en los que hay un consejo de Guerra”, aclara Sánchez, que ya ha realizado varias investigaciones sobre los represaliados en Ceuta por el franquismo y que les llevó incluso a publicar un libro y realizar gestiones para que se instalara el monumento que hoy día cubre la fosa común donde están los cuerpos de más de 150 fusilados.

Misma prudencia pide Alonso, con experiencia amplia en cuanto a la recuperación de la memoria histórica. “Este es un caso un poco fronterizo, y posiblemente algunos digan que no se trata de un represaliado por el franquismo y tengamos que demostrar que sí”, afirma.

Poner esa placa no debería suponer una gran dificultad. Preguntada Adela Nieto, de cuya Consejería depende el cementerio de Santa Catalina, aseguró que “en principio no habría ningún problema para reconocer a la familia, pueden solicitarlo”. Si bien especificó que esa solicitud no había llegado aún a la Consejería.

Otro tema sería la reivindicación de la familia de Batiste García Sales, la de poder recuperar sus restos, “aunque sólo sea  en parte”, para que vuelvan a Foios. Desde el cementerio de Santa Catalina se apunta, sin embargo, la dificultad técnica que tendría aquello. “Esos restos están en un osario en el que igual hay 5.000 restos… ni aunque les tocara la lotería tendrían dinero para montar el dispositivo necesario para recuperar los huesos”, opinan los responsables de Santa Catalina.

Diferente opinión tiene la empresa Paleolab, que trabaja con la fundación que representa Matías Alonso, y que ya ha intervenido en otros osarios para otros casos. “Aún no nos han dado un no rotundo, sería cuestión de examinar cómo es el osario, y ver”, explica Alonso. De todas formas, este proceso iría para largo pues se iniciaría con una de las subvenciones que el Gobierno de España convocará dentro de unos meses con este fin, y hasta enero o febrero del próximo año no podrían empezar los trabajos, en caso de que fueran técnicamente viables, pues este es el proceso que llevan tales subvenciones, según aclara Alonso.

Enterrado por los amigos

“Me llamaron para ir al hospital y me fui con él. Allí estuve hasta que murió con su cabeza encima de los brazos míos”, recuerda aún hoy Matías Gimeno, de 88 año y natural de Meliana (Valencia), que en 1944 hacía la mili en Transmisiones. “Lo enterramos en un cementerio que hay pegado al Hacho. La familia era de Valencia, pero cuando llamaron ya lo habíamos enterrado”.

Amparo Gimeno es la hija de ese testigo presencial, Matías Gimeno, y se sabe la historia como si hubiera estado allí aquel 18 de septiembre de 1944, porque la ha escuchado muchas veces, y muchas veces ha llorado con el relato de su padre cuando eran pequeños. “Nos  cogía a los hijos: ‘Venid que os voy a contar la historia de la mili’, y claro, tantas veces te la cuenta que te la sabes de memoria. Y ya cuando eres mayor te acuerdas y viene alguien de la calle. Me acuerdo que cuando venía algún familiar, alguna visita le decía: ‘Padre, ¿por qué no le cuenta lo que le sucedió en la mili a su amigo el de Foios (un pueblo cercano a Meliana)?’. Y mis hermanos y yo con la boca abierta”, recuerda Amparo, que explica cómo aquellos niños veían la historia como “algo extraño y nuevo”.

“Todos los compañeros pasaron la gorra para hacer una recolecta y que lo pudieran enterrar dignamente en una caseta del cementerio y que no lo tiraran por allí, siempre esperando que algún familiar pudiese ir a los cinco años. Pero no había dinero, y más de un pueblo de Valencia como es Foios. La familia quería callar y olvidar”, opina. Así que cinco años después de que fuera enterrado en la galería de San Bernabé, sus huesos fueron a parar  al osario general, patio 5, grupo 1, según consta en los archivos del cementerio. Vicent García fue, hace ya muchos años, a Ceuta para intentar investigar el tema, pero no recibió más que los papeles que hay en el archivo de Santa Catalina.

Matías Gimeno fue, además de las últimas personas que vio con vida a Batiste García en una de las habitaciones del Hospital Militar O’Donnel, el encargado de dar la noticia a la familia, siempre según la versión oficial, que había muerto de peritonitis. Tenía que volver a la mili para completar el servicio. Finalmente, dos años después se licenció y volvió a casa de la madre de su amigo decidido a contar la verdad. A ella le había extrañado la muerte repentina de un joven tan sano, y le dijo: “Matías, creo que no me has contado toda la verdad”. Él, entonces, le contó qué había pasado. Pero en la familia se impuso el silencio, porque eran los tiempos y porque nada se podía hacer, para qué añadir sufrimiento.

Descubierto por casualidad

Su amigo de Foios también había sido destinado a Ceuta, pero en otra  unidad. “Yo estaba en Transmisiones, y él en el batallón de autos: pero los dos hacíamos la instrucción juntos, por eso estaba allí”, especifica. Gimeno dice que la memoria le falla, que ya es mayor. Pero aún recuerda casi todos los detalles. “Pues en Ceuta, estábamos en la mili, y era un amigo mío. Sí, era un brigada que no nos quería a los valencianos y siempre nos insultaba y esas cosas. Y le pasó que estábamos haciendo la instrucción, se equivocó de marcar el paso, y pisó al compañero de delante, se despistó. Le hizo sacar de las filas, paramos todos, y le dio un cachete en la cabeza y empezó a tirar sangre, a tirar sangre, a tirar sangre por la boca, lo cogieron y lo llevaron al hospital, y en el hospital murió el chico”.

Amparo recuerda que su padre, cuando contaba la historia, lloraba y maldecía al brigada Tejido. “Y vosotros, ¿de dónde sois?. Somos Valencianos. ¡Valencianos rojos perdidos!, les respondía”, explica la hija de Matías. También recuerda, siempre según las historias de su padre, cómo los reclutas de transmisiones cavaban a la hora de realizar las instalaciones telefónicas, y el mismo brigada les insultaba: “¡Cavad y sudad, rojos valencianos! Y así siempre”.

Fue precisamente gracias a estas historias con las que Matías  Gimeno hacía pasar el rato a sus hijos como la familia de Vicent descubrió la existencia de un testigo presencial de los hechos que aún vivía. “En mi familia preferían ocultarlo, pero nos lo había contado mis padres, mis abuelos sabían la verdad”, explica Vicent. Gimeno también contó, en cuando pudo, lo que pasó, y fue una censura impuesta por ellos mismos.

“Vicent García Devís ha estado por muchos sitios, y se le quedaba el gusanillo con la historia”, recuerda Amparo Gimeno. “Le quedaba la pena y hablando un día mi hermana con otra chica de aquí, resulta que casi son familia y le presentó a Vicent. ‘Si lo que tú me cuentas de tu padre cuando hizo el servicio militar, casi que es la misma del mío. ¿Podríamos ir a hablar con tu padre, y ver si coinciden las fechas y los datos’, preguntó Vicent”, cuenta Amparo. Y así hicieron. Estuvieron una tarde hablando, junto con un periodista, y la historia se publicó por primera vez la semana pasada en un diario de tirada nacional. Ahora, la historia sigue a la espera de una reparación, de algún tipo.

Hasta ahora, los últimos represaliados comprobados eran de agosto de 1944

En las investigaciones que había realizado el historiador ceutí Francisco Sánchez Montoya, los últimos represaliados como consecuencia del franquismo que constaban documentado y comprobados fueron tres ejecutados en agosto de 1944. Esta novedad de Batiste García puede no ser la última, porque tal y como explica Sánchez Montoya, “en muchos no aparecía el fusilamiento como causa de muerte, sino hemorragia, o asfixia”.

Este es, por ejemplo, el caso de los tres últimos, de agosto de 1944. “Cuando repasé los archivos, vi que tres personas muertas el mismo día por hemorragia interna parecía raro, y lo investigué. Entonces descubrí la historia”, aclara el historiador. Sánchez Montoya descubrió, además, una historia curiosa sobre estas tres personas, que publicó hace ya unos años. “Miles de españoles se encontraban el 28 de marzo de 1939 en el puerto de Alicante, entre ellos tres jóvenes, Antonio Reinares Metola, José Congost Plá y Ramón Valls Figuerola, ellos aguardaban un barco que les permitiese abandonar España, camino del exilio, tras la derrota del ejército republicano. Llegó el buque Stanbrook, zarpando hacia Orán (Argelia), cinco años después estos tres alicantinos fueron fusilados ante los muros de la fortaleza del Monte Hacho.[…] (tiempo después, en Casablanca) Una resistencia al régimen de Franco, con la creación de la denominada Unión Nacional Antifascista (U.N.A.). Estudian la posibilidad de restituir en Tánger, como cabeza de lanzadera para después pasar a Ceuta. La resistencia en Tánger entra en contacto con estos exiliados en Casablanca y le piden que necesitan a un delegado para su apoyo, ya que están muy vigilados”, contaba Sánchez Montoya. Finalmente, en 1944, que estaban en Ceuta, fueron cogidos y fusilados.

Claves

Osario

Los restos de Batiste fueron enterrados en una fosa después de que sus amigos pasaran la gorra, y cinco años después los restos se exhumaron desde la galería de San Bernabé hasta un osario del cementerio.

Represión franquista

Según la familia de Batiste y la Fundació Societat i Progrés, se trata de un caso de represión del Franquismo, puesto que el brigada tenía un motivo político, odiaba a los valencianos por rojos. Valencia fue la última zona de la Península Ibérica a la que llegaron las tropas franquistas, y la que más resistió la Guerra. Además, Matías Alonso, de esta fundación, destaca que no existe ningún tipo de afiliación política en la familia de Batiste, como él no la tenía, puesto que contaba sólo con 14 años cuando estalló la Guerra Civil Española.

Reparación

Aunque no se puedan recuperar los restos, la familia espera un placa u otro reconocimiento.

http://www.elfarodigital.es/ceuta/sociedad/37228-tras-66-anos-la-familia-de-batiste-garcia-lucha-por-la-memoria-historica.html