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Asturias: Maldonado: del exilio al olvido

La Voz de Asturias, 15/04/2011 | 16 abril 2011

Macrino, único ministro vivo del Gobierno republicano, recuerda al último presidente en su tumba

 

 

Fernando Allende / LA ESPINA

Sobre su tumba no hay flores. Sólo crece la hierba del olvido en las rendijas del granito. Una sencilla lápida recuerda su nombre entre dos fechas 1900-1985. Aquí, bajo esta losa de piedra inquebrantable yacen los huesos del último presidente de la República de España en el exilio. Aquí, bajo la bruma que envuelve el cementerio de La Espina esta mañana fría y desapacible, aún cabe la memoria de José Maldonado, un hombre que creyó en otro destino para su patria.

Sumido bajo el orbayu, La Espina parece un pueblo fantasma esta mañana de abril desangelada, tras la resaca del calor. Hacia las once cruza la verja del camposanto, envuelto entre la niebla, el último ministro de la República en el exilio, Macrino Suárez. La cabeza cana, el gesto grave. Es la primera vez que viene ante la tumba de su antiguo camarada de París.

Como el general que vuelve al campo de batalla para comprobar la magnitud de su derrota, Macrino observa unos instantes, en silencio, la lápida de Maldonado y junto a ella, la de su esposa Rosalía Pérez. Se le entristece la mirada, que se humedece en el orbayu. Hace memoria de alguna de aquellas tardes parisinas junto al viejo presidente, en el café Mahieu, al lado de la Fuente de Luxemburgo, donde aún trazaban planes para cambiar el rumbo de la historia. Cerca de allí estaba la sede del Gobierno en el exilio, en la calle Víctor Hugo. Y ellos iban a aquel viejo café de estudiantes de la Facultad de Derecho, esperando durante años una señal, un cambio que jamás llegó…

“Era de la niebla de la montaña de Tineo. Cuando tuvo que marcharse fuera de España no se asustó”, afirma Macrino, rememorando a Maldonado. “En el exilio, escuchaba a todo el mundo: comunistas, troskistas, anarquistas… Pero era consciente de que la estructura social de España había cambiado, aunque a algunos camaradas el reloj se les había parado…”, relata.

“Dijo siempre que seguiría en el Gobierno del exilio hasta el día en que España hubiera una democracia, pero nunca ha tenido un reconocimiento oficial. Los socialistas nunca se dieron cuenta del valor de mantener las instituciones y el Gobierno en el exilio”, reflexiona en voz alta.

“Y cuando lo tuvimos fácil los republicanos”, tercia de pront o Miguel Bernardo, el secretario de la asociación que lleva el nombre de José Maldonado, y que ha venido acompañando al viejo ex ministro. “Todavía”, añade, “no se ha hecho un homenaje a los demócratas que desde el exilio mantuvieron viva la antorcha de la libertad”.

La niebla y el orbayu se espesan en el viejo cementerio que cuida Arsenio, un veterano del pueblo que ha abierto las puertas para acceder al panteón. También está presente el alcalde de Salas, José Manuel Menéndez, quien recalca que Maldonado “no ha tenido el reconocimiento que se merece, porque significó un soplo de aire fresco de libertad en la República”. En su opinión este olvido es el fruto de “una transición mutilada por los poderes fácticos, y que no es un modelo de nada, excepto de que no hemos vuelto a andar a tiros como antes – faltaría más-, pero no hubo una ruptura con cuarenta años de dictadura como rompieron en Alemania con los nazis o en Italia con los fascist as, la prueba es que un ex ministro de Franc o, Manuel Fraga, sigue presidiendo el primer partido de la oposición”.

Se hace un silencio profundo de orbayu y de bruma. No ha podido venir a la cita Conchita Maldonado, la nieta del presidente, que ha tenido que salir en un viaje a Islandia. Ella lo conoció en los años 80, tras su regreso a España después de cuarenta años de exilio. “El tiempo que pude disfrutar de su presencia en Asturias”, afirma en unas palabras antes de partir, “ha sido muy escaso, porque se murió muy pronto. Guardo con mimo su imagen de persona pausada y entusiasta. Recuerdo las tardes que quedaba con él en su casa o los paseos por el parque de San Francisco. Pasear y hablar eran dos de sus pasiones. Me hablaba en un relato emocionado del complicado y también hermoso viaje de su vida. Parafraseando los versos de Galeano, Maldonado era una persona de fuego sereno, pero a la vez de esos fuegos que arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear”.

Macrino guarda “el orgullo de tener unos ideales y haberlos defendido”. Cree que “la izquierda cedió más que los franquistas en la transición y ha degenerado en una especie de transición permanente” en la que ellos, los resistentes del exilio se han sentido “traicionados y ninguneados”. Recuerda que los partidos republicanos “no se pudieron presentar a las elecciones, aunque si pudieron hacerlo partidos como la Falange”.

Macrino, el último superviviente de aquel Gobierno legendario mantiene aún firme el pulso de sus ideas. “Creo que en este país no habrá una democracia de verdad hasta que no haya una república”, afirma taxativo.

“Todavía queda pendiente una carta de Maldonado a la que hay que dar respuesta”, apunta Bernardo. “La redactó tras disolver su Gobierno. En ella insta a los españoles a seguir “el camino de la democracia, un camino que en su opinión, tendría que acabar en una nueva república, en la que los españoles dejen de ser súbditos y se conviertan en verdaderos ciudadanos libres”, sentencia. En el cementerio no cesa la lluvia que moja la tumba de Maldonado. La bruma de la historia se espesa, una niebla tan densa que parece borrar la memoria del último presidente de la República.

http://www.lavozdeasturias.es/asturias/Maldonado-exilio-olvido_0_463153698.html