Franco, bellÃsima persona
El Diccionario Biográfico Español está trufado de falsedades encaminadas a denigrar la memoria de los leales que defendieron la República
Se comprende que si se le encarga la biografÃa de Franco a un franquista, el exgeneral traidor y sanguinario puede quedar como una bellÃsima persona. Con algún defectillo, eso sÃ, porque era humano pese a lo muchÃsimo que lo Âdisimulaba, pero un tÃo estupendo, todo empatÃa, que se hinchó a hacer el bien y agradable la vida a sus compatriotas. Lo que, por el contrario, no se comprende es que el Estado haya subvencionado con más de mil millones de pesetas el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia que contiene esa hagiografÃa del sátrapa que se cisca en la verdad y ultraja a las innumerables vÃctimas del franquismo.
El autor de la entrada referida al personaje, que, junto a otros, sumió a España en una guerra devastadora de cuyas consecuencias no se ha recuperado aún enteramente, es un tal Suárez, cuyas credenciales hablan por sà solas: presidente de la Hermandad del Valle de los CaÃdos y colaborador de la Fundación Francisco Franco. A ese señor le ha puesto la Real Academia de la Historia a contar lo buena gente que era el susodicho, en ningún caso un tirano ni un dictador, sino, si acaso, algo autoritario. Asà se escribe, al parecer, la Historia en las reales academias, echando mano de cualquier Suárez que lo mismo podÃa apellidarse Moa, aunque todo parece indicar que la elección no ha sido casual. Gonzalo Anes, el presidente de la institución que diseñó concienzudamente en su dÃa el guión heráldico que habrÃa de lucir el propio Franco en el coche que le regaló Hitler, ha calificado de «normal» la biografÃa apologética y ha sugerido que las reclamaciones se le hagan al maestro armero, o sea, a Suárez.
Pero no es sólo Suárez. El Diccionario Biográfico Español está trufado de falsedades, todas ellas encaminadas a denigrar la memoria de los leales que defendieron la legalidad de la II República Española. AsÃ, el presidente de la nación, don Manuel Azaña, era un tÃtere, la cara amable para el exterior de un régimen siniestro, y don Juan NegrÃn, eminente cientÃfico y presidente del Gobierno durante la guerra, un dictador. Semejante catarata de puerilidades e infundios no pertenece, sin embargo, a una obra para consumo interno del franquismo ni se ha editado con sus dineros, sino para consulta pública y con fondos públicos igualmente. Lo menos que puede hacer el señor Gabilondo, titular del departamento que ha librado recursos para la publicación de eso, es no añadir más daño, reparando en lo posible el que ya se ha hecho.
http://www.levante-emv.com/opinion/2011/06/02/franco-bellisima-persona/812122.html