Por respeto a las víctimas del franquismo, el director de la academia debería pedir públicas disculpas

 

 

Miércoles, 1 de junio del 2011

Cuando el Estado destina seis millones de euros para sufragar un trabajo académico, lo menos que se puede exigir es que la realización corra a cargo de especialistas contrastados que se atienen al rigor científico. Justamente lo contrario de esto es lo que ha hecho la Real Academia de la Historia al elaborar el Diccionario biográfico español y encargar el artículo correspondiente al general Franco a un miembro de la fundación que lleva el nombre del dictador. El texto redactado por Luis Suárez es una tendenciosa versión edulcorada y ajena a la realidad histórica de las circunstancias en las que se produjo el cuartelazo de 1936 y cuanto le siguió, de forma que una dictadura construida sobre la represión y la aniquilación de los adversarios es presentada como «un régimen autoritario, pero no totalitario».

La petición hecha por la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, para que se corrijan algunas biografías en la versión del diccionario que se podrá consultar a través de internet, es lo mínimo exigible. Pero, por respeto a las víctimas del franquismo, el director de la academia, Gonzalo Anes, debería pedir públicas disculpas y dar razón de por qué no encargó la biografía del general a alguno de los muchos historiadores -españoles y no españoles- con conocimientos y prestigio suficientes como para no ofender la memoria histórica.

El profesor Anes confunde los términos cuando dice que la academia no ejerce la censura. Corregir disparates fruto del sectarismo ideológico no tiene nada que ver con el oficio de censor.

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