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La omisión de la crueldad franquista

Carlos Berzosa. Pueblo y Sociedad Noticias, 2-07-2011 | 3 julio 2011

¿Cómo se encuentra el conocimiento de la juventud universitaria hoy respecto a lo que fue el franquismo y su última etapa?

 

Antes de que tuviera ocasión de ver la película Salvador, sobre la ejecución de Salvador Puig Antich, había hablado con jóvenes que ya lo habían visto y que ignoraban los hechos. La mejor descripción la hizo una chica que dijo que le pareció impactante. Realmente lo es, y lo que más les extrañaba es que estos hechos puedan haber pasado a la España de los años setenta. Se enfrentaban, a través de esta película, el horror que había supuesto el franquismo. Pero resulta lógico que los jóvenes no sepan nada sobre estos hechos, ya que nadie les ha hablado de ellos.

Esta falta de información me recuerda la que también sufrimos tantos jóvenes universitarios españoles en la década de los sesenta, incluso entre los que nos enfrentábamos al franquismo. En realidad, no podía ser de otra manera ya que los libros más rigurosos sobre la República y la Guerra Civil españolas, como los de Hugh Thomas y Gabriel Jackson, estaban prohibidos y no resultaba fácil adquirirlos en el cuarto de atrás de determinadas librerías o comprar en Francia.

¿Cómo se encuentra el conocimiento de la juventud universitaria hoy respecto a lo que fue el franquismo y su última etapa? Mi experiencia como profesor universitario es que la mayoría no tiene ningún conocimiento. Un testigo notable lo ofrece Jordi Soler en Los rojos de ultramar, cuando explica el porqué de este libro basado en las memorias de su abuelo. Pensó, en principio, que su publicación no tenía interés, pues no dejaba de ser un libro más sobre la Guerra Civil. Sin embargo, cambió de idea cuando impartiendo una conferencia en la Universidad Complutense de Madrid, un estudiante le preguntó cómo es que se llamaba Jordi y hablaba con acento mexicano. Como respuesta, explicó la historia del exilio de su familia. Cuando terminó su explicación los alumnos se quedaron desconcertados, como si acabara de explicar algo que hubiera sucedido en otro país o en la época del Imperio Romano. Después de las preguntas y las caras de asombro, dejó su conferencia de lado y habló sobre el exilio republicano.

Las razones de este desconocimiento pueden ser muchas: unos me señalan que los acontecimientos más recientes apenas se abordan en la asignatura de historia del bachillerato, debido a la extensión del programa, otros apuntan a que en estas clases percibían la impresión de que los profesores, no todos, por supuesto, demostraban poco interés en querer entrar en lo que parece ser un agujero negro.

Tampoco en las familias se habla del tema. Hace pocos años, hablando con estudiantes de doctorado, me confesaban que no conocían nada sobre las muertes que se produjeron al final del franquismo y el inicio de la transición. No sabían nada sobre la matanza de Montejurra, ni de la de Vitoria, ni sabían nada sobre la muerte de estudiantes como Luz Nájera, Carlos González, ambos de la Universidad Complutense. Algo sí sabían sobre la matanza de Atocha.

La idea que tienen los universitarios del franquismo es vaga, una especie que fue una dictadura y que algunos de sus padres corrieron delante de los grises, planteando como algo divertido y folklórico. Sin saber que detrás de estas carreras había detenidos, torturas, expedientes de expulsión de la universidad, depuraciones, exilios, e incluso muertes. Este desconocimiento procede tal vez del pudor de muchos padres de no hablar de esta parte de la historia que hemos vivido.

Mi experiencia como profesor me indica que los estudiantes saben más del nazismo, gracias al cine, o de lo que sucedió en las dictaduras de Chile y Argentina, por las informaciones de los medios de comunicación, que de lo que fue la dictadura en España, y, por supuesto, que no tienen una idea exacta de la brutalidad que supuso el régimen de Franco.

Otro factor que aclara este escaso conocimiento sobre el ayer cercano, y es que, en la actualidad, la curiosidad intelectual y la inquietud política y cultural es menor. Hay una menor afición por la lectura y, por tanto, menos interés por averiguar por uno mismo aquello que no se encuentra en los programas de las asignaturas oficiales. El porqué esto es así tendría que ser objeto de un análisis sociológico profundo, pero creo necesaria la adaptación de la enseñanza a los tiempos actuales, y también que no debemos consentir que la historia de España más cercana haya quedado extirpada o deformada , sobre todo cuando llevamos 30 años de democracia y ésta se encuentra ya consolidada.

Carlos Berzosa

Rector de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

ccs@solidarios.org.es

http://www.pysnnoticias.com/2011/07/02/la-omision-de-la-crueldad-franquista/