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Baile de máscaras

Lorenzo Cordero. La Voz de Asturias, 19/09/2011 | 20 septiembre 2011

Decir que la Constitución del 78 es garantía de democracia puede sonar a broma demasiado pesada

 

La fauna de la Transición creó una escuela que sigue otorgando diplomas académicos Decir que la Constitución del 78 es garantía de democracia puede sonar a broma demasiado pesada

Creer que el actual pluralismo político español es una simple dicotomía de naturaleza ideológica, cuyos dos únicos polos de atracción determinan la longitud de un eje esencial -llamado “democracia”- alrededor del cual giran los intereses (ideológicos y políticos) de uno y otro polo -el de la izquierda y el de la derecha- es, por lo menos, un error de cálculo político; y, por lo más, una tremenda y absurda simplificación ideológica al final de un equivocado análisis social y político de la actual sociedad española posfranquista. Argumentan, para intentar demostrarlo, que la Constitución Española de 1978 es la mejor garantía de la excelente calidad de la democracia que emana de su propio articulado, es -dicho sea con todos mis respetos para sus padres putativos- y, aliviando la indignación que provoca el triunfalismo de los avalistas del texto constitucional, se puede pensar que se trata de una broma demasiado pesada para aceptarla como si fuera una verdad absoluta.

La Constitución Española, que inspira el nuevo orden posfranquista, debe de ser aceptada como si fuera el principio básico, e irrefutable, de un sistema político consensuado entre unos grupos privilegiados; pero no se trata de una norma básica de convivencia después de un plebiscito popular. Es una norma escrita con premeditada ambigüedad política. Más partidaria del conservadurismo que del progresismo social. Entre otras razones, porque, al parecer, el tiempo en el que se llevó a cabo la regeneración literaria de las viejas leyes orgánicas del fundamentalista Movimiento Nacional -el partido único- era necesario moderarse en las formas y templarse en la acción, porque no convenía provocar a la sensibilidad españolista del Ejército…

La intransitiva Transición española -el gran mito de finales del siglo XX- fue un invento político tutelado desde el exterior y protagonizado por variados grupos políticos del interior; tales como democristianos; franquistas liberales -Fraga fue su prototipo ideal-; eurocomunistas aliviados del peso ideológico leninista -Santiago Carrillo fue su ejemplar modelo-; socialistas a medio cocinar que cuando obedeciendo consejos sabios renegaron de un marxismo epidérmico al cual apenas les había dado tiempo a entender -el felipismo fue su florido pensil-.

Con todos éstos, se mezclaron los inevitables conversos del franquismo: aperturistas circunstanciales, falangistas prendidos con alfileres al régimen de aquel general, supuestos monárquicos borbónicos, propagandistas católicos, burócratas y los inevitables oportunistas que bucean, a sus anchas, en las aguas turbias de los ríos revueltos.

La fauna -y, quizá también, la flora- de la Transición fue muy rica en especies de la más variada zootecnia política. Aquella fauna del aperturismo (hacia adentro) creó una escuela que aún ahora, casi cuarenta años después de su fundación tácita, sigue otorgando diplomas académicos …

Este paisaje político -cuya artificialidad no es posible disimular por mucho que se esfuercen en ello sus más notables gurús – sirve de escenario para una cínica representación teatral de la antigua pugna histórica entre una (imaginada) izquierda ideológica y la real derecha carpetovetónica. Pero la izquierda ya no existe -como poder político- en este país desde que la dictadura de aquel general, que ponía firme al pueblo español con su voz de ocarina, la arrasara con el diluvio de plomo de sus fusileros y con la mordaza de hierro de sus verdugos. Lo que se llama izquierda en este país no es otra cosa que una socialdemocracia ideológicamente anfibia, con tendencia a nadar en las aguas frías del neoliberalismo económico que, desde el principio de la reforma de la dictadura franquista, siempre fue el compañero de viaje de la iluminada democratización de este país. La tradicional y pertinaz sequía del pluralismo ideológico, durante los cuarenta años que duró el imperialismo español (hacia Dios…), favoreció el enraizamiento y crecimiento del trepador neoliberalismo que actualmente preside el presente y condiciona el futuro de los españoles. Con tanta suerte, que la incultura ideológica -tan minuciosamente alentada por el pensamiento único posfranquista, además de católico, apostólico y de las JONS– ha conseguido que los españoles confundan, en estos momentos, el neoliberalismo económico con el liberalismo que practicaban los grandes tribunos de las Cortes de Cádiz, padres legítimos de la Constitución liberal de 1812. Muchos de los que hoy se sutoproclaman liberales son, en realidad, neoliberales con un fuerte tufo neofascista. Pero el bail e de máscaras no ha hecho más que empezar.

http://www.lavozdeasturias.es/opinion/Baile-mascaras_0_556744325.html