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Discurso pronunciado por Carmen Negrín

24-09-2011 | 27 septiembre 2011

En ocasión de la entrega de las copias del archivo Juan Negrín

Entrega de las copias del archivo Juan Negrín (partes correspondiente a los Ministerio de Hacienda, de Guerra y Presidencia del Consejo). Salamanca, 24 de Septiembre, 2011

Excelentísima Señora Ministra de la Cultura,

Señor Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas,

Señor Presidente de la Fundación Juan Negrín,

Señoras y señores,

 

Encargado por el gobierno de la segunda República para el pabellón español en la exposición universal de 1937 en París, el Guernica de Picasso, después de muchas negociaciones, llegó en 1981, de Nueva York a España, a un país considerado por fin democrático.

Ese cuadro del cual se ha vuelto a hablar recientemente, no es un cuadro cualquiera, es un grito de denuncia de la guerra y de los ataques de los enemigos de la República establecida legalmente, tras las elecciones del ‘31.

Simboliza una llamada en contra de un golpista y de sus aliados, los Fascistas Italianos y Portugueses, junto a los Nazis Alemanes que estrenaron, si se puede decir así, contra una población civil indefensa, los primeros ataques aéreos militares, tanto en Madrid como en esa ciudad vasca de Guernica.

Aprovecho para hacer un paréntesis y recordar que a pesar de la brutal intervención extranjera, frecuentemente aminorada u omitida en la versión historiográfica franquista y neo-franquista, se sigue denominando erróneamente la Guerra de España Guerra civil, como si el concepto exclusivo de una guerra fratricida con auge nacional bastara para calificarla.

Cerrando el paréntesis, vuelvo al Guernica. Picasso lo calificó personalmente de “instrumento de guerra ofensivo y defensivo, contra el enemigo”, agregando también que “La guerra de España es la batalla de la reacción contra el pueblo, contra la libertad. Toda mi vida de artista, dijo, no ha sido más que una lucha continua contra la reacción y la muerte del arte. En el panel en que trabajo y que llamaré Guernica  y en todas mis obras recientes, expreso claramente mi horror de la casta militar que ha hecho caer España en un océano de dolor y de muerte.”

74 años después, este cuadro sigue contando y hablando, a tal punto que Colin Powell hizo cubrir su reproducción en las Naciones Unidas cuando intervino a favor de la guerra de Irak, como si el cuadro fuera una conciencia que no se puede callar.

Espero que el archivo de Juan Negrín, cuya copia le entrego hoy, después de muchos años de esfuerzo, en particular de la Fundación Juan Negrín, pero también del gobierno Canario y de su propio ministerio, espero que este archivo sirva de memoria y sobre todo de conciencia.

Antes de decidirme a regresar el archivo y a depositarlo en España, tras de 72 años de exilio, surgieron muchas preguntas, entre las cuales: si sería o no conforme a la voluntad de mi abuelo, y , no menos importante, si el país había evolucionado suficientemente para preservarlo y valorarlo debidamente.

La primera pregunta fue relativamente fácil de contestar: en su momento, mi abuelo luchó por preservar el patrimonio del Museo del Prado por considerarlo patrimonio universal. Para ello, con la ayuda de la Sociedad de Naciones, logró  sacarlo integralmente de España, protegiéndolo de los bombardeos indiscriminados de los aliados de Franco y acordó que regresara una vez la lucha armada finalizada.

Del mismo modo, logró preservar su archivo, clave para entender la memoria de un gobierno, base de un estado democrático, sacándolo de España, y, poco después, protegiéndolo de la ocupación nazi en Francia.

Dado este comportamiento y sabiendo el cariño que tenía por España a la cual había sacrificado todo, no dudo que hubiera  querido que en el momento más apropiado, regrese a su país.

El mismo había decidido, poco antes de morir, entregar al Estado Español los documentos referentes al mal llamado oro de Moscú, documentos que fueron ocultados y prácticamente olvidados hasta el momento en que las copias certificadas salieron del archivo. Uno de los pocos en no olvidarlos y en referirse a ellos en los años 70, fue Ángel Viñas que fue inmediatamente censurado.

Tengo que admitir que la segunda pregunta (si el país había evolucionado suficientemente para preservarlo y valorarlo debidamente),  fue la más difícil de evaluar.  España no es una república y los reflejos franquistas están tan profundamente arraigados que a veces un exiliado o hijo o nieto de exiliado, como yo, se siente desconcertado ante ciertas reacciones o preguntas.

El mismo hecho que Juan Negrín sea o haya sido durante muchos años más desconocido en su país que fuera, me parecía sorprendente: ¿cómo se puede entender una guerra que afectó, directamente o indirectamente, a todos los Españoles, si uno desconoce sus principales actores? Es como tratar de entender la segunda guerra mundial sin saber quienes fueron de Gaulle o Churchill.

Otras dudas: ¿Porqué en un país europeo, el Estado no se ha implicado directamente, en el trascurso de treinta y tres años, en sacar de las fosas comunes y en dignificar a todas las víctimas del franquismo? ¿Porqué se ha dejado en un pudridero a más de 30.000 víctimas justo debajo de la tumba-mamotreto del responsable de sus muertes y de su ideólogo? ¿Porqué se recibe con tantos honores, en un país no laico pero sin confesión estatal, al más alto dignatario del Vaticano, cuando este jamás ha pedido perdón por su colaboración en el exterminio más importante que se ha llevado a cabo en Europa después del genocidio judío?

Pero lo que me sorprende aun más, es que, a pesar de  la facilidad de acceso a la información primaria, se siga equiparando un gobierno legítimo y legal con una banda golpista. El haber ganado una guerra no da automáticamente la razón, ni justifica un tratamiento de favor.

Supongo que la única respuesta que se impone, es que el sufrimiento ha debido de ser tan tremendo que, pese al paso de los años, sobra miedo, sobra silencio y sobra desconfianza.

Ante estas contradicciones fundamentales de un régimen donde se ha restablecido “las libertades públicas” tan deseadas por Picasso, de una democracia monárquica, consideré que lo mejor era dar a conocer un máximo de información, y que mejor medio que el propio archivo del Ministro de Haciendo, en plena guerra, que la documentación de la Presidencia del Gobierno, y que la documentación del Ministro de la guerra.

Si en un principio, mi objetivo fue dar a conocer a la figura política de mi abuelo, a medida que iba avanzando en el trabajo que yo llamo de excavación en el archivo, rápidamente me pareció obvio que su destino era inseparable del de la segunda República y que, aun sin conocer a fondo el archivo, había que dejarlo hablar por si mismo, así solamente se podrá desenmascarar poco a poco la historiografía franquista. Es necesario para el futuro; no es solo una cuestión de conocimiento y de cultura, es una cuestión de ética y de conciencia, esa conciencia, que, como el cuadro de Guernica, nunca calla.

Muchas gracias