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La sombra de Dolores

El Faro de Ceuta y Melilla, 09-10-11 | 10 octubre 2011

El sufrimiento de la familia de Sánchez-Prado no cesa con el fusilamiento del alcalde republicano de Ceuta

 

Domingo, 09 de Octubre de 201

El sufrimiento de la familia de Sánchez-Prado no cesa con el fusilamiento del alcalde republicano. Es más, a partir de ese momento, sus familiares más cercanos comienzan a ser víctimas de una larga investigación, típica de una trama de película policial, que finalizaría con la detención de cientos de personas. Esta historia sale a la luz gracias a la investigación del historiador ceutí Francisco Sánchez Montoya, quien la ha incluido en su libro sobre la vida del alcalde, que será presentado el lunes día 28 de noviembre en el salón de actos del Palacio Autonómico.

Nombres ficticios, amistad fingida y papeles muy bien interpretados que hicieron de la vida de la familia de Sánchez-Prado un calvario insoportable.

Tal y como cuenta en el libro, la familia del alcalde republicano no encontró la tranquilidad ni cruzando el Estrecho y llegando a Sevilla, algo que hizo debido a que, a pesar del cariño de numerosos conciudadanos, no podía continuar más tiempo en la ciudad y cruzarse en la calle con personajes que se habían sumado al golpe contribuyendo así al asesinato de su marido.

Entonces, a sus 40 años y tras 12 de vivencias felices en Ceuta, partió con sus hijos y su cuñado, Bernardo Rizo, al pueblo sevillano de Herrera, donde le unían muchos lazos sentimentales.

La situación económica de la familia quedó bastante debilitada tras la muerte del alcalde, ya que tal y como se descubrió en el consejo de guerra, apenas tenía 19,50 pesetas en el banco y ninguna propiedad.

Al llegar a la capital hispalense, en abril, parecía que todo le iba bien con la casa de huéspedes de la calle Dalía. Incluso su hija Carmen, de 20 años, encontró trabajo en el diario ‘El Correo de Andalucía’ y en ‘Ediciones Beti’. Pero no pasaría de un sueño truncado debido a que poco después comenzarían a vivir episodios desagradables.

El primero de ellos fue el despido de la hija cuando la empresa en la que trabajaba conoció que su padre era el alcalde republicano de Ceuta, una de las víctimas del inicio del golpe.

Desde su llegada a Sevilla, comenzó a contactar con otros represaliados, pero siempre contó con la vigilancia de la policía, que sospechaba de sus reuniones y le seguía de cerca, con el principal objetivo de detener a la cúpula de resistencia al franquismo.

La policía no quería errar en el intento, por ello diseñó un plan perfecto que al final tuvo los resultados esperados. Así, en la mañana del 3 de noviembre de 1938 se presentó en su casa una joven con una carta escrita por la socialista Emilia Tovar dirigida a ella. La misma explicaba que se encontraba en el penal de Granada y le pedía ayuda para la joven por estar perseguida y con el deseo de luchar contra el régimen franquista.

Dolores Escarcena se ofreció a ayudarla en todo lo posible y a presentarle a los diferentes enlaces de la izquierda. Su hija, consciente de la barbarie que le habían hecho a su padre, insiste en que se le ayude.

Así, Escarcena y Ochoa se dirigieron a la casa de las hermanas Fernández Ballesteros, cuyo hermano fue dirigente del PSOE en Sevilla, quien tras el golpe se había refugiado en Gibraltar. Planearon ponerse en contracto con él a través de un inglés que iba a Sevilla. Después acudieron a la Mutualidad Andaluza de Viajantes y Agentes Comerciales, donde le presentó al encargado, Manuel Bueno, quien le comentó que era de izquierdas, aunque se hacía pasar por falangista. Incluso le comentó que estaba escribiendo un libro sobre el movimiento “que si cayera en manos de Franco lo fusilaban”. Él también se comprometió a ayudarla.

Tal y como recoge el libro, días después le presentó a Ana, su hermana, y a su cuñado Bernardo, quienes muestran su interés por ayudar en la lucha contra la dictadura franquista. En la intención de la espía de introducirse en la cúpula, convenció a la hija de Sánchez-Prado para que le presentara a José Fernández, del diario ‘El Correo de Andalucía’, para que él le llevara al partido, pero aquello eran ya palabras mayores. Entonces le pidió como prueba de su militancia –habían comenzado a desconfiar de la falsa militante– una fotografía de la socialista Emilia Tovar, una carta y una fotografía del hijo de esta. La policía consiguió falsificar la carta y Ochoa, a las pocas semanas, le entregó la carta a Dolores Escarcena, quien le dijo que la trasladaría a los dirigentes del partido.

Pero el cuñado de Dolores consideraba que no eran pruebas suficientes, por lo que le pidió que llevara también algún militante de la CNT o de la FAI, ya que él los conocía a todos, lo que despejaría todas las dudas. A los pocos días se presentó en la pensión y les comunicó que su jefe estaba en Algeciras, que le había dado unas cartas y que cuando viniera les informaría de cómo se trabajaba en otras provincias. Reconocieron que ya era suficiente y Ana Ochoa les dijo que cuando su jefe volviera entraría en contacto y les presentarían “a gente valiosa y la organización que tienen en la ciudad”.

La espía continuó visitando a Dolores Escarcena, quien seguía confiando en ella e incluso le comentó que su hermano Manuel fue conductor de la Guardia de Asalto y facilitó gasolina en los primeros días del golpe a los obreros, y aunque estuvo en la cárcel nada le pudieron sacar. Entonces se dirigieron a la casa de las hermanas del dirigente socialista Alberto Ballesteros. En ese momento se mostraron muy cambiadas y le comentaron que tenían miedo y que no se acordaban de lo dicho días anteriores. Decidieron no seguir hablando. Entonces la agente se dio cuenta de que su tiempo se agotaba y que debía venir el supuesto jefe a Sevilla para despejar todas las incógnitas.

Cuando lo transmitió a sus compañeros, desde los servicios nacionales de seguridad le facilitaron una persona para que se hiciera pasar por el militante de izquierda. Se trataba del agente policial número 289, quien se presentó con Ochoa ante la viuda del alcalde republicano.

Juntos marcharon nuevamente a casa de las hermanas de Ballesteros y luego visitaron a varios militantes, quienes le facilitaron más datos. El punto de enlace que estaban buscando lo encontraron en la visita a la casa de Joaquín Loureiro, quien les dio toda la información sobre militantes. Incluso con el socialista García Hernández visitaron el aeródromo de Tablada, unos polvorines, al abogado González Navas, a policías, un bar de reuniones llamado ‘Apeadero de Nervión’ y al gran cantaor de flamenco Manuel Vallejo, también militante de izquierdas. Varios días después se reunieron también en Ciudad Jardín con varios socialistas que estaban ocultos a la espera de documentación para salir hacia San Sebastián y de allí a Francia. El cerco ya estaba cerrado.

Fue entonces cuando la agente entregó un informe detallado con sus nombres a sus compañeros de brigada. La maquinaria represiva se puso en marcha y detuvieron a cientos de personas. Pero fue el 28 de junio de 1939 cuando la familia de Sánchez-Prado revivió aquella trágica madrugada del 18 de julio en Ceuta –día de la detención del alcalde republicano–.

“En guerras civiles, la violencia fuera de los frentes se ha basado con mucha frecuencia en motivos sórdidos, venganzas personales, envidias y rencores. Uno de los ejes fundamentales del aparato represivo del régimen franquista fue el encarcelamiento masivo de todo aquel que formaba parte de la ‘anti-España’, convirtiéndose la cuerda de presos en la imagen habitual de la postguerra”, explica el historiador Sánchez Montoya, quien recuerda que en diciembre de 1939 había más de 270 reclusos en España. Repartidos por decenas de centros de reclusión, la mayoría de ellos improvisados y sin las mínimas condiciones de habitabilidad e higiene. Madre e hija estarían en prisión hasta 1940. A los pocos años, el 20 de abril de 1946, su hija falleció debido a las penurias pasadas en la cárcel, convirtiéndose en una víctima más de una dictadura que también se llevó a su padre.

http://www.elfarodigital.es/ceuta/cultura/67929-la-sombra-de-dolores-.html