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Mujeres de rojos, vidas silenciadas

El País, 23/10/2011 | 24 octubre 2011

La Asociación de Memoria Histórica de Almería recupera del olvido a las 647 represaliadas durante el franquismo

 

MARTA SOLER – Almería – – Recibieron ataques físicos y psíquicos

«Le dije que si me cortaba el pelo ya me crecería y que el aceite de ricino era un purgante». Isabel Zamora, 98 años, no tenía miedo cuando se acercaba un guardia civil al servicio de Franco a su casa, pese a que en una ocasión, al entrar, le descubrieran cosiendo pantalones para los hombres a los que andaban buscando, todos anarquistas y perdedores en la Guerra Civil. Aún no sabe cómo se libró de la cárcel o de una muerte segura, al contrario de lo que les ocurrió a cerca de una decena de mujeres en Almería. Otras 647 fueron represaliadas.

Durante varios días la cruda vida de estas mujeres, su heroicidad y la tenacidad que emplearon para salir adelante se han puesto de relieve en las jornadas Mujer, guerra y posguerra en Almería, organizadas por la Asociación de Memoria Histórica Rocamar.

Eran las mujeres, hijas, sobrinas, hermanas o nietas de rojos. Otras, eran las propias rojas.

Josefa Collado explica en sus Memorias -escritos a bolígrafo que conserva su hija- que durante los tres años que estuvo en prisión, entre 1939 a 1942, no tuvo menstruación y, según los días, no podía dormir sobre el colchón por las palizas que le propinaban. Al salir, su calvario continuó. Cada vez que conseguía un trabajo, la Guardia Civil lograba que la despidieran por roja. Una vez le pusieron una pistola en la sien mientras sostenía a su hijo de un mes. «Puse el rostro de mi hijo contra el mío y le dije: ¿Por qué no disparas ahora y matas dos pájaros de un tiro?».

Los bebés y las mujeres no suponían un obstáculo para los agentes. Juan Gallo, comisario para la Memoria Histórica de Andalucía, recordó en Almería que en la fosa de San Rafael (Málaga) están los cuerpos de docenas de mujeres y bebés que fueron asesinados y que en el bombardeo de Jaén murieron «más personas que en Guernica», la mayoría mujeres y menores.

Las supervivientes fueron «soporte» de la familia en una época en la que eran vejadas, maltratadas y humilladas públicamente a diario. «Los falangistas rodeaban nuestra casa cada día y, cuando salíamos, nos insultaban», recuerda Ana María Moreno, de 83 años. Su padre fue un destacado socialista del municipio de Gérgal y tuvo que huir. Estuvo en la sierra tres meses hasta su captura y traslado a la capital, al Ingenio. Allí le mataron, no sin antes arrancarle las uñas de las manos.

Su mujer, y madre de Ana María, tenía seis hijos con edades comprendidas entre los 16 y los seis años. A la mayor le pusieron a barrer la iglesia, como escarnio, para publicitar su vergüenza. «Nos libramos de que nos cortaran el pelo y nos dieran aceite de ricino porque el párroco era tío nuestro».

Las mujeres, recuerda Martirio Tesoro, vicepresidenta de Rocamar, fueron represaliadas de manera diferente y a todas se las consideraban Mujeres de dudosa moral, como titula su libro la escritora y profesora Pura Sánchez. Ellas tenían que ocuparse de la casa y los hijos, de conseguir dinero, ahorrar para ir a visitar a sus familiares a las cárceles y hasta de mendigar un aval para evitar la muerte de sus hombres y «todo sin recursos y estigmatizadas», destaca Tesoro.

«Nuestra vida era en silencio, con penalidades y penurias», traslada María Villa Cuadrado, hija de preso político y una de las 24 mujeres que han prestado su testimonio para el documental Las voces silenciadas, de David del Águila y Alberto Gómez, producido por 29 Letras y estrenado en las jornadas.

El padre de María Villa, de Dalías y miembro de Juventudes Socialistas Unificadas y de la UGT, pasó ocho años realizando trabajos de «semiesclavitud» en el canal del Guadalquivir. Su madre tenía 26 años y estaba embarazada. El niño murió a los dos meses y su padre nunca lo conoció.

Cuadrado critica la insolidaridad de otras mujeres con las sufridoras de su mismo sexo, así como su participación en los actos más crueles cometidos durante la posguerra y el franquismo. «En nuestro pueblo, el tiro de gracia lo daban las mujeres de terratenientes y gente destacada», le contó su abuela.

«La pérdida de derechos y libertades con la llegada de Franco al poder fue generalizado a todas las mujeres», puntualiza Juan Gallo. «Un martirio para todas, fueran represaliadas o no», ahonda la abogada Amparo Rubiales, ponente en estas jornadas.

El país se tiñó de viudas o mujeres pacientes cuyos maridos estaban en la cárcel. Estas mujeres recibieron ataques físicos -violaciones, rapados de cabello- y psíquicos -insultos, persecuciones, deshonras- y lograron sobrevivir en una época ya difícil para el resto. Fueron doblemente castigadas.

http://www.elpais.com/articulo/andalucia/Mujeres/rojos/vidas/silenciadas/elpepuespand/20111023elpand_6/Tes