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Cómo mataron en Galicia

El País, | 13 noviembre 2011

De las 4.468 personas asesinadas durante la guerra, 800 siguen desaparecidas. Los fascistas organizaron ‘paseos’ en el 80% de los municipios

 

ÓSCAR IGLESIAS – Santiago –

«Sembrar el pánico en la sociedad y en el círculo más íntimo del asesinado, preso o huido. De eso se trataba». Las conclusiones de Xeografía da represión en Galicia (1936-1939), último trabajo del proyecto interuniversitario Nomes e Voces, ya están en su web. En la guerra de exterminio contra civiles desarmados espeja la «limpieza necesaria» que Mola y Franco prescribían para el conflicto. Lo que faculta a los historiadores para hablar de genocidio. Las cifras, cuadros y mapas de la represión, incluyendo lugares de enterramiento, tipología y lugares de muerte en Galicia constituyen, además, la taxonomía más completa de la violencia fascista puesta a disposición del público en España.

En un contexto determinado. «No es lo mismo meter miedo aquí que en Castilla», resume en el trazo grueso el historiador Dionisio Pereira, que filtró los datos de la provincia de Pontevedra para un trabajo que se nutre de las aportaciones de Julio Prada (Ourense), María Jesús Souto (Lugo) o Emilio Grandío (A Coruña), entre otros investigadores. Utilizando siempre cifras «de mínimos», en Galicia, donde no hubo frente bélico -faltaron armas y acuerdo entre los gobernadores civiles y la posible resistencia-, está documentada la muerte de más de 4.000 personas solo entre 1936 y 1939. Fuera, 400 bajas más. Un recuento español, de circunstancias, a falta de datos de Aragón o Andalucía, formado sobre todo por los muertos del frente de Asturias.

Centrándose en las 4.000 personas asesinadas en el interior, Dionisio Pereira calcula 800 desaparecidos. En las tablas cuentan solamente los 169 con causa conocida, del resto no aparece nada en sentido estricto. Muchas de esas presencias se volatilizaron en cementerios removidos como el de Lugo, ahora Gran Hotel. Víctimas como el fogonero de la CNT Manuel Montes, que organizó hasta 20 fugas por mar, y su hijo Carlos. El barrendero coruñés Cipriano Amor, sin adscripción política, fue a recoger una citación y ya no volvió a casa. El coordinador de Nomes e Voces, Lourenzo Fernández Prieto, sitúa aquí la variable de los fascismos y totalitarismos del siglo XX: «Frente a la tradición de enterrar a los muertos, consolidada en las guerras contemporáneas, se inicia la lógica de la desaparición».

Sí se sabe donde fueron sepultadas 3.200 personas: en 447 cementerios, de los que solo 35 albergan los restos de 10 o más personas (a resaltar las 353 inhumaciones en el cementerio ferrolano de Canido, 343 en el vigués de Pereiró y 255 en Santo Amaro, en A Coruña). Arrimados a los camposantos, con los huesos entreverados de suicidas, represaliados o marineros devueltos por el mar, familiares y colectivos vinculados a la memoria histórica -sobre todo la ARMH- se las han arreglado para exhumar hasta 18 fosas. La mayor de las fosas comunes del franquismo, rías aparte, sigue estando en el cementerio de Vilarraso (Aranga). Sin excavar todavía, allí se calcula que podrían estar enterradas 35 personas, 11 de ellas con filiación documentada en los trabajos al respecto de Emilio Grandío y Eliseo Fernández.

En el escaso número (26) de fosas en campo abierto, casi la mitad en el entorno de los camposantos, sitúa también Pereira un cierto contraste entre aquella política que imponía la muerte y la cultura funeraria de la Galicia parroquial. «Solo 84 personas están enterradas en fosas comunes en campo abierto, que sepamos, nada comparable a los enterramientos masivos de Oviedo o Teruel. Tiene que ver con que Galicia no era zona de guerra, pero también con la dispersión poblacional». Se mataba casi en todas partes, pero siempre había una iglesia cerca. Si aquellos cadáveres acababan en el cementerio, dentro o fuera, lo explica «por la propia cultura de la muerte en Galicia». «Las mismas personas de derechas que tampoco veían bien que se enterrasen personas como si fueran cerdos».

La tipología de las muertes, sin embargo, no añade elementos de lo sagrado. Solo un tercio de las 4.000 personas asesinadas falleció en fusilamientos acordados por tribunales militares o en las ejecuciones derivadas de la aplicación in situ del bando de guerra, como la oficiada por el capitán Carreró y el teniente de la Guardia Civil Francisco Rodríguez, O Rabioso, en Vigo, saldada con 20 muertos y 50 heridos. Eso explica la concentración de las víctimas en capitales de provincia, ciudades y campos de concentración como los de Camposancos o Celanova, donde se formaron tribunales ad hoc. La Xeografía da represión desmenuza las muertes por categorías: además de los fusilamientos, muertes por confrontación armada (el mayor número, 44, es el que suman Vigo, Teis y Lavadores), en prisión o centros de detención (más de 180 sólo entre la Illa de San Simón, Oia, Celanova y Camposancos) o víctimas aleatorias, asesinadas en operaciones de castigo y limpieza.

Entre todas estas metodologías, la más importante es la represión paralegal. Hubo víctimas de sacas o de la Ley de Fugas, pero sobre todo hubo paseados. En más del 80% de los municipios hubo vecinos afectados o aparecieron ejecuciones paralegales. En el 56% de los ayuntamientos, el número de personas asesinadas lejos de su pueblo supera a las ejecutadas en el lugar de origen. «Se trasladaba a las víctimas para causar el mayor dolor y terror posibles», nomina Pereira. «Así nadie conocía al muerto, que podía estar pudriéndose tres o cuatro días, a la vista de todo el mundo».

La triste peregrinación de las familias, casi siempre a sabiendas de lo que iban a encontrar, favoreció otra geografía de la muerte. La fijó la memoria popular, adherida durante más de 70 años a los puentes, las curvas o las cunetas de las carreteras secundarias.

«No supimos aprovechar este tiempo»

Prorrogados en el último Consello de la Xunta bipartita, los 230.000 euros con los que contaba el proyecto Nomes e Voces se redujeron a 30.000 en 2010. Ahora se divide por dos. 15.000 a abonar todavía este año y otro tanto en 2012, según Cultura.

«A nosotros nos dijeron que estaban negociando», matiza con esperanza Lourenzo Fernández Prieto. «Es un fondo patrimonial que debemos conservar». El proyecto, con un catálogo de más de 6.000 imágenes y un fondo único de casi 500 testimonios orales a disposición de los investigadores, todavía percibe ayudas de la Diputación de Lugo y de Justicia.

A falta de cartografiar el franquismo, el futuro se refleja en el oscurecimiento en Cataluña del centro estable Memorial Democràtic, la primera institución oficial del Estado para la recuperación de la memoria histórica. Retirado en Galicia el apoyo para exhumar víctimas y con la Ley de Memoria Histórica esperando por el Gobierno entrante, Dionisio Pereira recuerda lo que costó normalizar, en forma de políticas públicas, el apoyo a la memoria. Y critica la tibieza del PSOE: «Perdimos la oportunidad de reconocer a las víctimas». Con la derecha apuntando al poder en la práctica totalidad del Estado, libre de expresar su desdén hacia algo «que no interesa a nadie», como afirma Rajoy, el historiador remarca «el diferente estatus de las víctimas de ETA y las víctimas del franquismo». «Habrá que decir que no supimos aprovechar este tiempo de manera que no hubiese vuelta atrás».

 

Los números de la represión

– Víctimas sentenciadas a muerte por los tribunales militares o derivadas de la aplicación del bando de guerra: 1466 personas

– Paseos, sacas o aplicación de la Ley de Fugas: 1839 personas

– Muertos en cárceles y campos de concentración: 765 personas

– Muertos en confrontación armada y resistencia al golpe: 229 personas

– Desaparecidos con causa conocida: 169 personas

– TOTAL: 4468 muertos (1936-1939)

http://www.elpais.com/articulo/Galicia/mataron/Galicia/elpepuespgal/20111113elpgal_9/Tes