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La doble represión de las vencidas

Público, 31/10/2011 | 1 noviembre 2011

El Congreso Memoria y Trauma homenajea a las mujeres republicanas

 

P. D. MADRID

Libertad Fernández no se llama, oficialmente, Libertad. En su DNI todavía persiste el nombre de María Luisa, con el que tuvo que registrar su partida de nacimiento para poder volver a España, desde el exilio, en 1954. Ella, que narró su historia el pasado jueves en el Congreso Memoria y Trauma, organizado por el grupo de investigación del mismo nombre y el Instituto de la Mujer, es una de las mujeres protagonistas de la Historia.

Sus padres, ambos asturianos y de izquierdas, huyeron de la ocupación franquista en 1939, cuando ella acababa de nacer. Después de pasar toda su infancia de campo de concentración en campo de concentración, encarcelada junto a su madre, ambas separadas de su padre, consiguieron reunirse con él y rehacer su vida, «bajo las bombas de la II Guerra Mundial», en una granja agrícola francesa. A pesar de su corta edad, todavía recuerda la «angustia continua» de aquella época. «Las mujeres, aunque lucharon codo a codo con los hombres y son las grandes olvidadas de la historia, son las que han transmitido las historias de las familias. A mí, mamá siempre me lo contó todo», recuerda orgullosa.

Libertad: «Algunas afiliadas no opinaban con su marido delante»

Ocultas en la Historia

«Las mujeres han estado mucho más ocultas que los hombres en la Historia en general y en la historia del republicanismo en particular», confirma María José Palma, una de las investigadoras del Grupo Memoria y Trauma. «Es muy importante visibilizarlas y analizar, desde el psicoanálisis, lo oculto del testimonio de estas mujeres porque existió una violencia específica contra ellas que no debe olvidarse», añade.

Una violencia específica dirigida, especialmente, a maltratar sus cuerpos. En el caso de las mujeres, al horror de la cárcel, la tortura y el exilio, se sumaron también «las violaciones en las comisarías, el pelo rapado, la obligación de tomar aceite de ricino para que tuvieran diarreas y los paseíllos por las calles», recordó la también investigadora Anna Miñarro durante su intervención en el congreso. Miñarro hizo una mención especial, además, a las «biografías rotas» de las que fueron separadas de sus hijos como castigo. «Ellas sufrieron un doble nivel de represión: por mujer y por vencida», resumió. «Incluso hubo mujeres que en los campos de concentración fueron maltratadas por sus propios compañeros», apostilló.

«Hubo una violencia específica contra ellas», recuerda una investigadora

En el caso de Libertad, cuando ya tuvo uso de razón, a los 16 años, fue ella quien cogió el testigo de la militancia de sus padres. «Cuando volvimos a España, no aguanté ni dos años; no podía vivir en un país sin libertades y entendí que en esa patria que tanto quería era imposible cambiar las cosas», relata. «Así que me autoexilié y todo ese trauma de muertos, represaliados y oscuridad que había vivido desde pequeña me sirvió para luchar con más fuerza por la democracia española», continúa.

Por eso se afilió, de vuelta en Francia, a las Juventudes Socialistas. Y allí fue una de las creadoras de los grupos de mujeres del partido. «Cuando me afilié, ya había tantas mujeres como hombres, pero seguía existiendo el patriarcado y fuimos nosotras, las de mi generación, las que conseguimos que las mujeres se atrevieran a hablar», asegura. «Antes incluso había afiliadas que, si estaba su marido delante, no abrían la boca», lamenta.

Mientras, en España, el franquismo seguía siendo «la situación máxima del patriarcado, como todo fascismo», afirma María José Palma. A la labor de la Iglesia con respecto al sometimiento de la mujer frente a sus maridos, se unió también la Sección Femenina de la Falange, que terminó de establecer un modelo de mujer basado en el «menosprecio de su cuerpo y la condena de su sexualidad», criticó Miñarro. «Todo ese discurso que implica sumisión y maltrato se ha quedado en la mentalidad inconsciente que se transmitió de generación en generación y que aún permanece hoy», advirtió la investigadora.

Libertad, por su parte, recuerda la evolución del feminismo de su época. «Viví muchos años en México y, cuando volví a Francia en el 68, las mujeres del partido, universitarias y formadas, criticaban nuestros grupos porque no los veían necesarios», rememora. «Les parecía una discriminación hacia los hombres», añade aún sorprendida. «Ahora, hemos evolucionado, pero aún falta mucho por hacer», sentencia.

«Todavía existe un ataque frontal de ese patriarcado anticuado que está poniendo en peligro muchos de los derechos que tanto nos han costado conseguir a las mujeres», opina también Palma. Sin embargo, esta investigadora, que es profesora y que sigue viendo «cierto grado de sumisión» en las adolescentes a las que da clase, es optimista: «Podemos plantarles cara, pero necesitamos a las nuevas generaciones».

Para ello, «es necesario acabar con esa herencia, que se produzca un duelo y, sobre todo, que exista una reparación de los daños», continúa Palma. «Los traumas deben ser reconocidos, hablados y visibilizados porque el horror se transmite y las violencias del pasado tienen mucho que ver con las de presente», concluyó también Miñarro.

http://www.publico.es/espana/404250/la-doble-represion-de-las-vencidas