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“Cuestionar la legitimidad de la transición”

Hugo Martínez Abarca. Blogs Tercera Información, | 28 febrero 2012

La memoria democrática no es el único síntoma de colapso de la Transición, pero sí el más obsceno

 

Muchas veces aparece la palabra transición en la sentencia que ayer absolvió a Garzón por el delito de investigar los crímenes contra la humanidad cometidos en España por la dictadura de Franco. La mayoría de esas menciones vinculan la transición (siempre en minúsculas, casi siempre entrecomillada) con la Ley de Amnistía. Cada mención de la transición es un argumento para explicar por qué un juez no podía abrir esa caja de Pandora y mucho menos las fosas que hay dentro. Todas esas menciones cargadas de valoración política:

Tuvo un evidente sentido de reconciliación pues la denominada “transición” española exigió que todas las fuerzas políticas cedieran algo en sus diferentes posturas.

No puede olvidarse que la idea que presidió la “transición” fue el abandono pacífico del franquismo para acoger un Estado Social y Democrático de Derecho, tal como se estableció en la primera línea del primer apartado del primer artículo de nuestra Constitución de 1978 (art. 1.1 CE), aprobada muy poco tiempo después de la indicada Ley de Amnistía

La idea fundamental de la “transición”, tan alabada nacional e internacionalmente, fue la de obtener una reconciliación pacífica entre los españoles y tanto la Ley de Amnistía como la Constitución Española fueron importantísimos hitos en ese devenir histórico.

Conseguir una “transición” pacífica no era tarea fácil y qué duda cabe que la Ley de Amnistía también supuso un importante indicador a los diversos sectores sociales para que aceptaran determinados pasos que habrían de darse en la instauración del nuevo régimen de forma pacífica evitando una revolución violenta y una vuelta al enfrentamiento.

Precisamente, porque la “transición” fue voluntad del pueblo español, articulada en una ley, es por lo que ningún juez o tribunal, en modo alguno, puede cuestionar la legitimidad de tal proceso.

El Tribunal Supremo no condena a Garzón por este caso del mismo modo que muchas veces los partidos del domingo de la Copa Davis no se juegan si con los del viernes y el de dobles ya hay equipo ganador. Jugar  esos partidos sin consecuencias del domingo es una temeridad porque ya no hay nada en juego, pero siempre puede haber una lesión. Con esta sentencia el Supremo intentará vender internacionalmente que no se han cargado a Garzón por investigar el franquismo a instancias de Falange y la falange con toga del siglo XXI (la cosa autodenominada sindical Manos Limpias) sino porque en España somos muy celosos de las garantías procesales.

Es una sentencia de régimen: todas las menciones a la Transición recogen perfectamente los tópicos sobre aquellos primeros años y se añaden otros, cultivados hasta ahora por el pesebre intelectual capitaneado por Santos Juliá, según los cuales en la Transición se investigó y se reparó a cascoporro y lo único que falta es sacar los huesos de las fosas, pero tranquilos que pronto nos ponemos a ello, que total si hemos llegado hasta aquí podemos esperar un poco más y sería carísimo con el déficit que tenemos.

Es una sentencia de régimen, sí, pero socava los cimientos históricos del régimen. Muchos de quienes consideramos colapsada la Transición renunciamos a evaluar lo que se hizo en aquellos primeros años, si fue inevitable o un chalaneo de élites para evitar una democracia más avanzada y más justa con quienes dieron la vida y la libertad por ella. Consideramos que es una evaluación estéril, que lo importante es que si existieron ataduras y miedos justificados a finales de los 70 éstos ya no existen y ahora ya sí toca afrontar aquello a lo que se renunció sabia o injustamente, qué más da a estas alturas. Pero la sentencia nos dice que aquellos cimientos son los pilares maestros que no nos podemos tocar porque se caería el edificio entero.

La memoria democrática no es el único síntoma de colapso de la Transición, pero sí el más obsceno. Si 35 años después nuestro edificio es tan rígido que no es capaz de digerir la investigación de crímenes contra la humanidad, de un plan sistemático de desapariciones, de torturas, de asesinatos, de violaciones… estamos ante la evidencia de que el edificio merece ser ya demolido y poner en pie otro que sea capaz de gestionar la justicia más elemental y a estas alturas la que debería ser más inocua. Si investigar los crímenes del franquismo supone cuestionar la legitimidad de la transición no va a quedar más remedio que cuestionarla.

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