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La memoria aun resiste en Guadalajara (1)

Laura López Moreno/Guetaimé, 22 de Marzo de 2012 | 25 marzo 2012

Este año se cumplen 75 años de la contienda que convirtió a la provincia en un escenario bélico de alcance internacional

En marzo de 1937, las tropas nacionales intentaron por última vez conquistar Madrid desde el sector noreste, previa conquista de la provincia de Guadalajara. Pero las condiciones climatológicas y la resistencia de los republicanos, hicieron que la batalla tuviera un final inesperado.

Este año se cumplen 75 años de la contienda que convirtió a la provincia en un escenario bélico de alcance internacional y que trajo como consecuencia principal el que la guerra se prolongase durante dos años más. Destacamos hoy la primera de dos partes de este recordatorio del desarrollo de la guerra durante aquellos días.

Desde que comenzara la sublevación, el 18 de Julio de 1936, Francisco Franco consideró la ciudad de Madrid como objetivo principal de su ofensiva. Sabía que conquistando la capital, la guerra estaría prácticamente ganada, por lo que intentó penetrar hacia la capital primero frontalmente y después rodeándola a través del valle del Jarama. La resistencia del bando popular obligó a una nueva intentona a través de Guadalajara.

Antes del avance de las tropas italianas y franquistas en marzo de 1937, Guadalajara había vivido ya ochos meses de guerra, con escaramuzas entre civiles y militares de los dos bandos. Mientras esto ocurría en la capital, en los pueblos se vivía un enfrentamiento duro y tenso entre vecinos. Represalias, acusaciones, encarcelamientos y algunos asesinatos, hacían presagiar, en los primeros días de la guerra, la tragedia que se venía encima.

Marcados por la guerra.
Saturnina Pérez, natural de Azuqueca de Henares, contaba con 13 años cuando estalló la guerra. El mando de los nacionales había ordenado el bombardeo del pueblo, situado dentro de la zona republicana, pero la decisión de uno de los terratenientes locales, de ideología nacional, hizo que la villa no quedase destruida. “La familia Vives residía en el pueblo y cuando se enteraron que Azuqueca iba a ser bombardeada, mandó que tiraran las bombas al río. Si no es por eso, este pueblo hubiera estado destruido”, recuerda la señora Satur.

El bando nacional contó con la presencia entre sus filas del Corpo di Truppe Volontarie (CTV), enviado desde Italia, mientras que los republicanos defendían la provincia con todas sus fuerzas reorganizadas alrededor de la comarca. A partir de entonces, los milicianos se vieron obligados a reclutar a nuevos combatientes.

Enrique Aguado, natural de Villar de Cobeta, se alistó en las milicias dejando sus quehaceres de campesino, al igual que muchos compatriotas, como relata en el documental ‘La batalla de Guadalajara. En el corazón de la tormenta’, producido por el canal Historia’: “Me alisté con los republicanos porque quería defender su causa. Me destinaron a Esplegares por si venían los nacionales”, detallaba Aguado.

Sin el apoyo del ejército regular, que no andaba sobrado ni de soldados ni de munición, las milicias fueron retrocediendo posiciones, en favor de los sublevados. A finales del 36, las tropas nacionalistas, entraron por el norte de la provincia y tomaron Sigüenza y sus alrededores. Tras este primer avance de los rebeldes, el frente se situó entre Sigüenza y Jadraque, en una línea imaginaria que atravesaba de este a oeste toda la provincia.

El día 8 de marzo del 37, comenzó la batalla de Guadalajara propiamente dicha. El frío invernal de la Alcarria había hecho acto de presencia, así pues, lo primero que se encontraron los soldados italianos que rondaban la zona, fue un clima infernal. Se registraron temperaturas extremadamente bajas y los fuertes vientos dificultaron sus planes. La artillería italiana quedó inutilizada por la lluvia, el viento y la densa niebla. Pasados los inconvenientes de los primeros días, pero con la mala climatología aún presente, los italianos consiguieron avanzar posiciones, gracias en parte a la División de Soria, a las órdenes del coronel de infantería García Escámez, que fija su meta en la villa de Jadraque. José María Toboso, que entonces tenía catorce años, estaba durmiendo cuando escuchó las voces de su madre: “¡Hijo levanta que los fascistas van a entrar!”. Así lo relata en el libro ‘Guadalajara 1937: testimonios de una batalla’, escrito por Pedro Aguilar, Raúl Conde, José G. de la Torre y Joaquín Hernández.

Trijueque, el camposanto italiano.
El día 11, la ofensiva nacional consigue entrar en Trijueque. La localidad queda destruida porque “la resistencia es muy dura y parece que anticipa el final de la batalla con victoria para los italianos”, como explica el historiador Juan Pablo Calero en ‘La batalla de Guadalajara. En el corazón de la tormenta’. “El campo de Trijueque está sembrado de italianos”, recuerda doña Saturnina, que explica que “los italianos querían tomar Trijueque pero los republicanos les esperaron, ¡vaya si les esperaron!”. Justo Viejo de la Fuente tampoco olvida cómo vivieron él y su familia este momento de la contienda: “Durante todo el día estuvimos en la bodega escondidos. Las pocas veces que alguien se asomó al balcón, contaba que los campos de Trijueque estaban llenos de italianos. Recuerdo que entraron en la plaza e iban recorriendo las calles y registrando las casas”, asegura.

http://www.guetaime.es/la-memoria-aun-resiste-en-guadalajara-1/