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División Azul, Semana Santa y valores democráticos

Foro por la Memoria de Castilla La Mancha, | 25 abril 2012

Negacionistas de la Shoah defienden la presencia de la División Azul en la Cofradía de las Angustias y olvidan a las víctimas de la deportación

 

Fotografía: ESPAÑA HOGAR DE LA DIVISIÓN AZUL: MADRID, 20/02/1942.- Fachada exterior del «Hogar de la División Azul», instalado por Falange en la madrileña Estación del Norte para ayudar a los divisionarios en viaje de permiso o que por cualquier circunstancia hayan de detenerse en Madrid. EFE/Hermes Pato

 

[Foro por la Memoria de Castilla La Mancha. 25 de abril de 2012] En el artículo «la Semana Santa, la División Azul y la memoria histórica», Carlos Caballero Jurado realiza algunas consideraciones críticas al comunicado emitido por el Foro por la Memoria de Cartilla La-Mancha en relación al estandarte de una unidad de la wehrmacht alemana empleado orgullosamente por una Cofradía de Ciudad Real y al desprecio absoluto a las víctimas ciudarealeñas en la deportación de los campos nazis. Ante esto debemos recordar públicamente que nuestra asociación incluye entre sus propósitos fundacionales el siguiente:

«1° la recuperación y divulgación de la memoria democrática de todos aquellos que lucharon contra el fascismo, el nazismo y el franquismo en el territorio de la actual Comunidad Autónoma de Castilla La Mancha, desde el golpe militar de 18 de julio de 1936 hasta el momento presente y la defensa y extensión de los valores culturales y ciudadanos que constituyen la base cultural de la convivencia democrática.» [Estatutos del Foro por la Memoria de Castilla La Mancha]

Debemos señalar que, a nuestro entender, este propósito que recogemos como básico en nuestros estatutos es algo que en toda la Europa democrática es asumido como consustancial a la propia democracia y sus valores en los que nos reconocemos plenamente.

En su artículo, Caballero Jurado no dedica ni una sola línea a nuestros paisanos muertos en los campos de Mauthausen, Bergen Belsen, Gusen y Ravensbruck, algo que no nos sorprende dada la conocida trayectoria negacionista de la Shoah de este caballero. Toda su preocupación se centra en desligar a la División Azul del nazismo, a los símbolos del estandarte de su origen inequívoco y a infamar a las víctimas y a la República Española acusándoles de todo tipo de crímenes de forma que quede justificado el golpe, la guerra, la monstruosa represión franquista y, desde luego y sobre todo, la participación voluntaria de los fascistas españoles en la guerra de agresión emprendida por Hitler. Si Caballero Jurado es capaz de negar el Holocausto de millones de personas, y dedica tiempo y esfuerzo a difundir las hazañas de los que vistieron orgullosamente el uniforme del III Reich ya no nos sorprende nada de lo que pueda decir. Un análisis de su pretendida respuesta nos ofrece, no obstante, notable luz sobre las contradicciones de la extrema derecha española, pues mientras siguen fascinados por el fulgor genocida del Reich que les ayudó a aplastar al pueblo español, la condena de la historia al nazismo tras 1945, les obliga a distanciarse en algunas cuestiones formales. La forma concreta de la simbología, la oficialidad o no de los escudos elegidos, le dan munición a Caballero Jurado para pretender reconocer como nazi o no lo que le conviene. Veamos algunos de sus argumentos; escribe en relación a la forma del escudo divisionario presente en el estandarte:

«El análisis del texto (…) nos da interesantes pistas. Para empezar, contrariamente a lo que sugiere, el estandarte motivo de su denuncia no incluye ningún símbolo nazi. Aparecen el yugo y las flechas, sin duda, el escudo de la División Azul, con los colores de la bandera nacional y la palabra “España” y una versión tan estilizada de la Cruz de Hierro que hace que apenas se asemeje a ella. Ninguno de esos símbolos es “nazi”.»

El estandarte procesional es denominado «estandarte de la División Azul», como señala la propia Hermandad, y representa por tanto a esta unidad y encarna la identificación de la Hermandad con los valores de la citada división. El escudo original de la División no es el elegido para el estandarte ―y ese sí que es explícito―; comprendemos que se avergüencen de ello y que lo intenten ocultar, pero lo cierto es que mantienen lo fundamental, esto es, mantener año tas año y bien alta, orgullosamente su identificación con la División 250 de la Wehrmacht. El señor Caballero no se da por enterado de que el el verdadero problema que denunciamos, no es la iconografía escogida, sino el hecho simbólico del recuerdo orgulloso de la unidad que lo fue del Wehrmacht alemana, algo fuera de toda duda.

Los emblemas del Yugo y las Flechas rodean, en la iconografía escogida, una versión «estilizada» del escudo verdadero. El yugo y las flechas, unidos a al escudo, componen ya una imagen con un contenido claro, no son elementos aislados, juntos tienen una lectura inequívoca, ya no es necesario saber más, ni quienes son, ni cuando fundaron la cofradía: son gente orgullosa de esa «combinación» y lo que representa.

En el centro del escudo figura una variación de la Cruz empleada por la Wehrmacht. El conjunto no ofrece lugar a dudas: es una representación de la División Azul, es una variante maquillada del escudo original de esta unidad, pero sobre todo es el paseo orgulloso por nuestras calles de una representación simbólica de una unidad del Wehrmacht alemana que, compuesta por españoles, participó voluntariamente en la guerra de agresión perpetrada contra toda Europa.

El análisis que se nos ofrece de los motivos de crítica añade: «La Cruz de Hierro, que según este personaje esta perseguida en toda Europa, adorna en realidad los carros de combate y los aviones de las Fuerzas Armadas de la muy democrática y antinazi República Alemana».

Esta observación demuestra que algunos no quieren entender nada. No existe ninguna unidad del ejército alemán actual que mantenga iconografía de unidades del III Reich. Que elementos heráldicos tradicionales alemanes fuesen utilizados por el Reich es otro asunto. El rechazo explícito a la simbología nazi es radical; no se acepta nada que implique ni remotamente, simpatía o identificación con el régimen nazi. Las cruces de las Fuerzas Armadas alemanas actuales son anteriores al nazismo, que por otra parte se apropió de la historia alemana en lo que quiso y la prostituyó al límite. Exactamente igual que los falangistas y el régimen franquista con los símbolos heráldicos de los Reyes Católicos. El yugo y las flechas, en este contexto, significan falangismo, fascismo hispano nacional-católico, y unidas al escudo divisionario, apología del nazismo. Esa cruz, estilizada, de Malta o de Hierro, que nos da igual, no figura en el estandarte por ser «cristiana», sino por formar parte de la unidad militar que criticamos. Lamentamos que el sectarismo les impida ver algo tan obvio. No es una cruz cristiana, es otra cosa.

Sobre el juramento de fidelidad al Führer, una de las especificidades de los «divisionarios», señala:

«La División Azul juró fidelidad al Führer, pero única y exclusivamente en la que se bautizó como Cruzada contra el Comunismo. Nunca nadie –ni las autoridades soviéticas en su día- ha acusado a la División Azul de haber perpetrado ningún Crimen de Guerra o Crimen contra la Humanidad.»

Como señalábamos en el comunicado, el juramento de fidelidad a Hitler, fue voluntario, no obligado como en el caso de los reclutas alemanes, los divisionarios lo hicieron sin coacción alguna, lo que les da una marcada impronta ideológica. La misma que llevó a numerosos fascistas de toda Europa a vestir el uniforme nazi, con parecidos razonamientos. El anticomunismo es empleado aquí como excusa para abrazar el paquete completo de la solución nazi-fascista. ¿Donde situamos a Churchill entonces? ¿Como es posible entonces que un anticomunista reconocido como W. Churchill no vacilara en aliarse con la URSS para combatir al III Reich? La respuesta es clara y sencilla: los fascismos, y la variante nazi en particular, fueron algo sui generis, incompatible con la civilización, no precisaban traicionar ningún ideal fundacional para devenir totalitarios y criminales, lo eran por definición, siendo genocidas respondían a su propia lógica. Es por eso que el antifascismo es una seña de identidad inexcusable de todos los demócratas. La canciller alemana Angela Merkel, poco sospechosa de comunista, lo ha demostrado recientemente retirando la tumba de los padres de Hitler para evitar que sean un lugar de peregrinación neonazi.

La División Azul participó en un Crimen contra la Paz, la guerra de agresión, algo perseguido en la legislación internacional, y lo hizo voluntariamente fuera de toda duda. Una vez en combate, la unidad tuvo las responsabilidad de todas las acciones cometidas en su jurisdicción, participó en el bloqueo por hambre al que se sometió a Leningrado y fue parte necesaria y actor activo en las agresiones a la población civil de la ciudad en la que murieron cientos de miles de personas, muchos de ellos cristianos, sin duda. Igualmente, y eso es conocido ahora gracias al acceso a los archivos, la División ejecutó a partisanos españoles ―y rusos― que combatieron en las filas soviéticas.

La defensa de la agresión a la URSS y de la actuación del III Reich que realiza Caballero Jurado le lleva desgranar los tópicos usuales en medios revisionistas. La guerra de agresión emprendida por Hitler estaría justificada por los ataques de la URSS a los países Bálticos, a Polonia o a Finlandia. Se olvida que a la caída del zarismo, las fronteras quedaron rotas y se tuvieron que redefinir, algo que no fue fácil, precisamente. Si vemos el caso de Finlandia, las hostilidades en la frontera se prolongaron en los años 20 e incluso en la guerra mundial se produjeron algunos hechos realmente curiosos: ni los fineses aceptaron atacar Leningrado más allá de la antigua frontera, ni los soviéticos, pese a su victoria aplastante en 1944 en ese frente, fueron más allá de lo que consideraron su territorio en Carelia. Tanto Mannerheim como Stalin supieron establecer un acuerdo de paz y respetarlo; una conclusión perfectamente defendible es que ni Mannerheim fue tan traidor a su patria como Franco, ni Stalin tan poco de fiar como Hitler. Pero estos detalles históricos no parece que le importen a nuestro interlocutor, pues en su razonamiento trata, sobre todo, de mostrar al contrario como algo odioso, de forma que el juramento de fidelidad al Führer sea «aceptable» en sociedad.

Critíquese a la URSS lo que se vea conveniente, argumentos y datos no faltan para establecer un dialogo que ayude a esclarecer las cosas, pero eso es una cuestión y otra muy diferente es defender al nazismo y a los fascistas españoles. No puede olvidarse que en realidad el asalto a la URSS era una obsesión hitleriana de años atrás, formaba parte de la esencia de su programa existencial: destruir el comunismo, a los judíos y esclavizar a los pueblos eslavos. Lo que hiciera la URSS era irrelevante, pues su destino estaba «previsto» en la cosmogonía nazi.

Agitar la actuación de la URSS en su política internacional para defender que en la Semana Santa de Ciudad Real se paseen orgullosos símbolos de una unidad militar de la wehrmacht y se desprecie a las victimas de la deportación, es un despropósito más.

Y un tópico que no podía faltar:

«La presencia de los españoles en la campaña contra la URSS fue la respuesta a un hecho bien establecido: el masivo apoyo de ese país al Frente Popular durante la Guerra Civil Española. Un apoyo que convirtió al gobierno frentepopulista en un satélite del régimen soviético.»

Estas dos consideraciones son la almendra central de las tesis revisionistas en lo que respecta a la División Azul. Y si una es inexacta, la otra es completamente falsa. Los españoles que estuvieron en la campaña contra la URSS adujeron, sin duda, el apoyo soviético a España en su guerra contra la sublevación y la intervención alemana e italiana que convirtió un golpe fracasado en una guerra. Pero lo esencial es el anticomunismo. El mismo que llevó a algunos franceses, belgas, holandeses, escandinavos, y de otras naciones a unirse a esa campaña. En esos países no hubo «intervenciones bélicas» soviéticas, pero sí hubo anticomunismo, el factor que une a todos esos voluntarios. Se olvida algo fundamental: el apoyo de la URSS a España, al gobierno democrático de la República Española, fue algo justo y positivo, como justo y positivo fue para la causa aliada el que la URSS se uniera a Inglaterra y Estados Unidos en su lucha contra el nazismo. Exactamente igual. La pena es que no fuese un apoyo «masivo» como califica Caballero Jurado, pues la prudente actitud de Stalin, que no deseaba propiciar una guerra mundial, le llevó tan sólo a prestar ayuda militar suficiente para resistir, pero sobre todo a intentar favorecer que Inglaterra y Francia, los aliados naturales de la España democrática, fuesen quienes dieran la ayuda definitiva para el triunfo de la República. No fue así, los franco-británicos, optaron por las políticas de «apaciguamiento» y entregaron al fascismo a España y a Checoslovaquia.

Respecto de la afirmación sobre la satelización del gobierno del Frente Popular por parte de la URSS, la respuesta es clara: falso, rotundamente falso. Un tópico revisionista más. España mantuvo notoriamente su independencia en la relación con la URSS durante toda la guerra, y su gobierno hizo cuanto pudo para intentar sumar a su causa a una Inglaterra y a una Francia temerosas por el conflicto español y sus complicaciones internacionales, sobre todo por el temor a una guerra con Alemania. Este tipo de argumentaciones son simétricas a la propaganda nazi antibritánica durante el conflicto mundial: Churchill como supuesto juguete de Stalin y los judíos, como la República Española, marioneta de los «judio-masónicos» y de la URSS. Es igual de absurdo e injusto, pero, sobre todo, rotundamente falso.

En la defensa del estandarte «divisionario» de la Cofradía de Ciudad Real, el sr. Caballero Jurado abandona las heladas estepas rusas y se nos instala en la persecución religiosa durante los años de la República y la Guerra. Nos acusa de olvidar la «persecución religiosa» frente populista. Y afirma:

«Pretende que olvidemos, por ejemplo, que tras su victoria en febrero de 1936, en Ciudad Real como en toda España, la celebración de la Semana Santa fue prohibida.»

¿La Semana Santa prohibida en 1936?

No sólo no fue prohibida, sino que transcurrió sin incidentes. Otro tópico más de la intoxicación franquista. Es más, la conflictividad religiosa disminuyó notablemente en el invierno del 36, aumentando, sin embargo, el terrorismo falangista e integrista. Debe recordarse que en la España de la Restauración, el estado era «católico», la confesión profesada por el estado era una muy concreta, y la autonomía católica respecto de la ley civil muy notable. Las procesiones, por ejemplo, podían salir a la calle sin tener que avisar de su horario, trazado o duración: lo hacían, simplemente. La República les obligó a tener que comunicar esos datos, para que los ayuntamientos pudieran regular el tráfico. Tal pretensión de regulación del uso de la vía pública se interpretó como una agresión por sectores integristas. No, la Semana Santa de 1936, no registró incidentes y desde luego, no fue prohibida. Durante la guerra, no se celebró, claro, pero tampoco hubo vuelta ciclista a España ni elección de Miss España, ni Liga de fútbol.

Se nos acusa de olvidar a las miles de víctimas religiosas de los «crímenes» del Frente Popular, y se recuerdan casos famosos de asesinatos en Ciudad Real, Daimiel, Almagro, los destrozos en el patrimonio artístico-religioso, y cómo esos hechos generaron una reafirmación de la fe que llevó a algunos combatientes veteranos a asociarse en una Hermandad de Semana Santa. Nosotros no dudamos de que el impacto de tanto sufrimiento vivido en época tan convulsa, lleve a una reafirmación de la fe religiosa, lo que lamentamos es que tal sentimiento no alcanzase para un cristiano acto de contrición y se reconociesen los crímenes cometidos en nombre de esa misma fe.

Nosotros exigimos en nuestro comunicado que quienes pasean estandartes de la División Azul pidan perdón a las víctimas de la represión nazi. Lo hacemos porque entendemos que el estandarte de la Blau Division es una vejación a las víctimas del nazismo y concretamente a los ciudarealeños muertos en los campos nazis. No se puede estar orgulloso de ese estandarte, olvidar a las víctimas en la deportación y pretender no ser objeto de crítica democrática. Hasta el momento actual, en ninguna de las reacciones a nuestro comunicado se mencionan a los asesinados en los campos. Ni el sr. Caballero Jurado, ni el Cofrade mayor, ni nadie. Y eso es un escándalo, eso es indecente, y, desde luego, incapacita moralmente a quienes callan ese crimen y se lavan las manos ante él.

Entre los muertos en la deportación nazi en Ciudad Real había muchos católicos, no tenemos la menor duda de ello, pero para ellos tampoco se tiene un recuerdo. Como entre los miles y miles de asesinados por el franquismo. Entérese, sr. Caballero Jurado, el mayor asesino de católicos en España fue Franco.

Nadie duda de los religiosos asesinados en la retaguardia republicana y son crímenes que condenamos como los condenaron las autoridades republicanas en su momento con toda claridad. Esos crímenes infaman a los que los cometieron y nadie los defiende, ni entonces, ni ahora. La República en guerra no condenó a los religiosos por serlo, no hubo leyes que les proscribiesen, ni persecución oficial y legal, es más, la Fiscalía de la República actuó contra los crímenes cometidos como demuestran las acciones llevadas a cabo y que son las que recogen, fundamentan y datan esos abusos. La represión de ese tipo no fue una acción fomentada o consentida por el estado republicano ni por el Frente Popular que apoyaba al gobierno, fue resultado de otra dinámica, la nacida del golpe militar salvaje que trituró las estructuras republicanas y que provocó en la zona leal acciones contra los contrarios a la República desde distintos frentes. Sólo cuando se pudo reorganizar el estado y las estructuras de control se pudo contener la oleada de acciones que costaron la vida a esos religiosos en el verano-otoño de 1936.

En la legislación católica, «mártir de la fe» es una expresión que se refiere a los que son muertos por odio a Cristo, a los que mueren por ser testigos de Cristo y que por afirmar y defender su fe en él, son asesinados. Es una premisa clara. Sin embargo, en la casi totalidad de los casos de religiosos asesinados, los motivos aducidos por los asesinos son otros muy distintos, no es el rechazo a Cristo, sino el rechazo al papel terrenal de la Iglesia, a la alianza con los poderosos, a la indiferencia ante el sufrimiento del pueblo, a la condición de enemigos declarados de las libertades públicas. Esto ha llevado a numerosos católicos sinceros a reconsiderar la condición de «mártires» a esas víctimas. Es imprescindible en el debate de este asunto el documentado estudio que realiza el padre Hilari Raguer, abad que fue de Montserrat, en su obra «El incienso y la pólvora». Y sobre la conflictividad religiosa en 1936, la reciente monografía «En nombre del pueblo», del profesor Rafael Cruz, un estudio que marca el estado de la cuestión en que al momento historiográfico sobe ese periodo de preguerra se refiere y expone con claridad las dinámicas violentas de los provocadores en el invierno de 1936.

Y es que, con el golpe de estado y la guerra posterior, católicos murieron por todas partes. Los primeros en caer, por centenares en los dos primeros días, fueron, eso se olvida siempre, los militares de carrera que se mantuvieron leales a la República, la práctica totalidad de ellos católicos practicantes. De hecho, las decenas de miles de españoles asesinados por el fascismo eran en su mayoría también católicos, como católicos eran los sacerdotes vascos, mallorquines, castellanos o andaluces ―en todos esos territorios hay casos de fusilamientos franquistas a religiosos―. Católico fue el párroco mallorquín fusilado por ayudar a escapar de la muerte a sus feligreses ―aunque alguno de ellos no fuese muy practicante―, católico fue el sacerdote recientemente identificado en una fosa común en Burgos junto a decenas de campesinos y trabajadores del ferrocarril, católica la cruz que le acompañó en ese instante y fue enterrada junto a él. Fueron incontables los católicos que se negaron a seguir a los integristas y a los fascistas en su golpe genocida y fueron muertos por ello. No deja de ser absurdo que se nos acuse de ser maniqueístas, cuando precisamente nos negamos a aceptar interpretaciones de ese tipo.

La argumentación del régimen franquista justificó siempre las ejecuciones de católicos, incluidos sacerdotes, declarados y reconocidos como tales sacerdotes, no por el hecho de serlo, sino por su compromiso con la causa del pueblo y su rechazo del golpe militar. En el famoso caso del sacerdote Gregorio Tobajas, abogado, periodista y presidente de la Diputación Provincial de Guadalajara en 1938, se le acusa en la farsa de juicio a la que se le somete en 1940, de «haberse casado» civilmente sin ocultarse. Becado en Roma, ordenado sacerdote, estudió en la Universidad Gregoriana, culto, educado, fue párroco en pueblos de la campiña de Sigüenza y llevado de su compromiso moral con los campesinos y la dignidad de los trabajadores fue un ardiente defensor de la República. Acabada la guerra, fue detenido, encarcelado, salvajemente torturado y ejecutado. Su condición de sacerdote fue interpretada como un agravante, como consta en la parodia de sentencia que le dictaron.

Curiosamente el caso más claro de persecución religiosa salido de una orden reconocida es la detención, encarcelamiento y proceso de los protestantes españoles, que se vieron perseguidos y acosados brutalmente en la España ocupada por los fascistas. En ese caso no existe la menor duda de la existencia de persecución religiosa explícita.

Lo que no estamos dispuestos a consentir es a que se pretenda afirmar que todos los católicos españoles apoyaron al fascismo porque no es cierto y es tremendamente injusto. Fueron tantos los católicos que supieron estar al lado de los que sufrían y eran perseguidos, los que se sacrificaron por amor a los demás y dejaron testimonio vivo de su fe, que consentir que su recuerdo sea prostituido por los integristas portavoces del odio, no es algo que debamos consentir los demócratas, sean o no creyentes.

Aunque la respuesta a nuestro comunicado no ha dudado en sacar los viejos tópicos de la propaganda fascista, queda claro que lo esencial de nuestra crítica está justificado. Se reafirman ―a través de la firma de un reconocido negacionista de la Shoah―, en su defensa orgullosa de un estandarte de una unidad militar nazi que participó voluntariamente en una guerra de agresión, olvidan por completo a las victimas de la deportación a los campos, y se escudan en los mismos viejos argumentos del fascismo para desencadenar la mayor tragedia de la historia de España. Nos dicen claramente que sólo mediante la ley se les podrá obligar a retirar sus símbolos y dejan claro que en sus corazones no existe ni un asomo de piedad cristiana por los que murieron ―católicos incluidos― en los campos nazis. Luego se ofenden porque les llamemos indecentes. El que negacionistas y filonazis actúen como portavoces oficiosos de la Cofradía de las Angustias es algo que causa todavía mayor inquietud y escándalo. Confiamos en que se desmienta tal conexión y que este debate público acabe con un reconocimiento a las victimas de la deportación en Ciudad Real.

Foro por la Memoria de Castilla La Mancha

 

Bibliografía y enlaces:

Comunicado del Foro por la memoria de Castilla La-Mancha

http://www.foroporlamemoria.info/2012/04/estandartes-de-semana-santa-que-vejan-a-las-vicitmas-del-nazismo/

 

Página oficial de la Cofradía (insignias y patrimonio)

http://angustiasdeciudadreal.blogspot.com.es/p/insignias.html

 

Artículo de respuesta del sr. Caballero Jurado

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=22149

 

Amical de Mauthausen

http://www.amical-mauthausen.org

 

Sobre la iglesia y la guerra civil española

Raguer, Hilari, La polvora y el incienso: la iglesia y la guerra civil española (1936-1939), Península, 2008.

 

Sobre la dinámica que condujo al golpe y la situación en el invierno de 1936

Cruz, Rafael, En el nombre del pueblo: rebelión y guerra en la España de 1936, siglo XXI, 2006.

 

Sobre la dinámica internacional de la GCE y las relaciones con la URSS

Viñas, Ángel, La República en guerra. Contra Franco, Hitler, Mussolini y la hostilidad británica, Crítica, 2012.

 

http://articulosmemoriaguadalajara.wordpress.com/2012/04/25/division-azul-semana-santa-y-valores-democraticos-foro-por-la-memoria-de-castilla-la-mancha/