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La Cóndor arrasa Gernika

La Vanguardia, | 26 abril 2012

Los estudios más recientes cifran los muertos entre 150 y 300


Hemeroteca | 26/04/2012
Durante la ofensiva del norte del ejército franquista, la Legión Cóndor alemana y algunos aviones italianos bombardearon la villa vizcaína, que fue destruida en su casi totalidad. Los estudios más recientes cifran los muertos entre 150 y 300.

El lunes, 26 de abril de 1937, era día de mercado en Gernika. Aunque el frente de guerra se encontraba a pocos kilómetros, los habitantes de pueblos y caseríos vecinos visitaban la villa para abastecerse y comerciar, ajenos a la tragedia que se avecinaba. Pasadas las cuatro de la tarde, apareció un primer avión, soltó algunas bombas y desapareció. Minutos más tarde llegó la primera oleada de aviones. Después, durante más de tres horas, la villa fue sometida a un ataque masivo de bombas explosivas, incendiarias y ametrallamiento de sus habitantes.

Tras el bombardeo, la villa quedó devastada. A la destrucción por el ataque aéreo hubo que sumar el incendio que se propagó por edificios y casas, favorecido por las numerosas construcciones de madera. Las pérdidas humanas son difíciles de precisar con exactitud, aunque los estudios más recientes las cifran en poco más de 150 muertos. Un historiador imparcial como el británico Antony Beevor las limita a un máximo de trescientas. La mayoría de las víctimas perecieron en los refugios o a causa de los ametrallamientos en campo abierto.

El feroz ataque a Gernika no fue asumido ni por el mando del ejército franquista ni por el comandante de la Legión Cóndor. Tampoco ayudó al esclarecimiento de responsabilidades la rápida caída del País Vasco en manos de los sublevados. Todavía hoy se desconoce con seguridad quien dio la orden y porqué.

Los autores. El bombardeo se convirtió en un episodio más de confrontación entre los diferentes países europeos involucrados en el Comité de no intervención. Los alemanes mantuvieron un sospechoso silencio y maniobraron para que no hubiera ninguna investigación internacional. Franco, por su parte, negó tajantemente que el ataque a Gernika se debiera a su ejército o a sus aliados alemanes. Durante años mantuvo que el incendio de la villa fue debido a los republicanos, incluso el 19 de junio de 1950, con motivo del 13º aniversario de la ocupación de Bilbao, reiteró: “Gernika fue violada e incendiada por los marxistas antes de su huida…”.

Se desconoce con certeza si los mandos del ejército franquista sublevado conocían o autorizaron la incursión aérea. Según la versión oficiosa del franquismo, el coronel Juan Vigón, jefe del estado mayor del ejército del norte, no pudo comunicar al general Emilio Mola la decisión del comandante de la Legión Cóndor, Wolfram von Richthofen, de bombardear Gernika, y no se pudo detener el ataque. Pero la mayoría de historiadores opinan que el bombardeo fue planeado conjuntamente y que contó con el visto bueno de Vigón.

Por parte republicana, no hubo dudas. Tanto los testimonios presenciales –especialmente de algunos sacerdotes católicos, que incluso remitieron una carta al Papa-, los corresponsales de prensa extranjeros en la zona –entre ellos, George Steer del Times que publicó un artículo el día 28, como políticos e instituciones de Gran Bretaña o Francia, atribuyeron el bombardeo a la Legión Cóndor alemana y a las fuerzas aéreas italianas.

El objetivo. En anotaciones descubiertas años después, en cuadernos de vuelo de pilotos de la Cóndor, el objetivo oficial era el puente de Rentería. Con su destrucción se vería cortada la vía de huída hacia Bilbao. Curiosamente el puente salió intacto del ataque. Además, era de piedra. No tenía sentido utilizar bombas incendiarias y tampoco requería el gran número de aparatos utilizados y la duración del ataque.

Junto al puente, quedaron pocas edificaciones en pie. Algunas casas, la fábrica de armas, la Casa de Juntas y el árbol de Gernika, símbolos de las libertades vascas. La Casa y el roble no fueron alcanzados porque se encontraban fuera del corredor aéreo que los pilotos alemanes habían seguido disciplinadamente. También se salvó la iglesia de Santa María. El resto del casco urbano quedó prácticamente destruido y las calles desaparecieron bajo los escombros. Descartados, pues, los objetivos militares –puente y fábrica de armas-, prevalece la opinión de que fue la puesta en práctica de un bombardeo masivo y metódico a una población urbana. En el mismo sentido, se cree que los mandos franquistas permitieron el brutal ataque en un intento de crear un clima de terror que les facilitase la conquista de Bilbao.

Otro punto de discusión es el considerar las consecuencias devastadoras del bombardeo como absolutamente calculadas y pretendidas, o si bien hubo factores añadidos como errores de las tripulaciones poco experimentadas y las pésimas condiciones de visibilidad producida por el pavoroso incendio de la villa.

Ensayo de la guerra total. La táctica militar que se aplicó fue tan devastadora que Gernika ha pasado a la historia como el primer ensayo de guerra total. Fue la primera población destruida sistemáticamente de una larga lista de ciudades, que tendría su continuación durante la Segunda Guerra Mundial.

Hoy sabemos que los aviones despegaban de los aeródromos de Vitoria y Burgos, rebasaban el litoral y luego, dando media vuelta, seguían el curso del río Oca, atacando Gernika de norte a sur. Pertenecían a tres tipos: los bombarderos Heinkel 111 y Junker 52, que lanzaron más de treinta toneladas de bombas, y los obsoletos cazas Heinkel 51 –poco después serían sustituidos por los Messerschmitt-, que ametrallaron a personas y animales. Actuaron en grupos de entre 15 y 20 aviones. El canónigo de la catedral de Valladolid, Alberto Onaindia, que se encontraba en la villa vizcaína el día del ataque, observó como “primero aparecía un aparato de caza, seguido de otros tres, a los que sucedieron un grupo de siete trimotores y luego otro de seis”. Todas las formaciones eran análogas y realizaban oleadas cada cinco minutos.

Las víctimas. En los días posteriores al ataque la prensa republicana cifró en centenares e incluso en miles el número de víctimas mortales. El gobierno vasco sostuvo que un tercio de la población, alrededor de 1.600 personas, había perecido. Asimismo, algunos corresponsales de prensa extranjeros reprodujeron esas cifras. Contribuyó a ese erróneo primer balance la casi destrucción total de la villa, la consiguiente huida de sus habitantes y la ocupación de Gernika por el ejército de Mola a los pocos días del ataque. Después, nadie se interesó por realizar ninguna investigación.

Posteriormente, historiadores anglosajones rebajaron la cifra hasta situarla entre 150 y 300 muertos. La explicación de esta cifra, relativamente pequeña para las más de 7.000 personas que se calcula estaban ese día de abril en Gernika, es que la mayoría de los habitantes tuvo tiempo de huir al monte o acceder a los refugios construidos ante el temor de ser bombardeados. Y es que tenían muy presente el bombardeo que había sufrido Durango el 31 de marzo, donde se lanzaron doce toneladas de bombas en una ciudad sin defensas antiaéreas ni presencia militar. La diferencia es que en Gernika el ataque fue tan masivo y metódico que destruyó la casi totalidad de la villa.

La propaganda. La Guerra Civil española en una Europa amenazada por el fascismo y comunismo fue también un campo de experimentación de otra arma, también poderosa, la propaganda. Esta batalla no la ganaron los republicanos hasta el bombardeo de Gernika, aunque para entonces la guerra estaba ya prácticamente decidida.

Beevor explica la importancia de Gernika –junto a la matanza de Badajoz por los franquistas, asimismo denunciada por la prensa extranjera- como un punto de inflexión a favor de la República, hasta entonces sometida a duros reproches por una parte de la opinión mundial impactada por la barbarie y los desmanes de las milicias en la retaguardia republicana tras la sublevación militar.

El definitivo factor para convertir Gernika en el símbolo de los horrores de la Guerra Civil española fue el cuadro de Pablo Picasso. La pintura, expuesta por primera vez en el pabellón español de la Exposición Internacional de París desde julio a octubre de 1937, se convertiría en el cuadro más reproducido del pintor malagueño, en el testimonio de la violencia y el sufrimiento gratuito, e inmortalizaría la villa vasca junto a una larga lista de ciudades -Coventry, Dresde, Hamburgo, Hiroshima o Nagasaki- que forman la topografía de las grandes tragedias de la humanidad.

Cuarenta años más tarde, en abril de 1977, en plena transición democrática, Gernika conmemoró por primera vez en libertad el destructor ataque de la Legión Cóndor. Desde entonces, diversas iniciativas han ido recopilando testimonios y documentación. Ese mismo año, se pidió al gobierno federal alemán que cooperase en el esclarecimiento de responsabilidades y una compensación económica. Pero deberían pasar otros veinte años para que el presidente de Alemania, Roman Herzog, reconociera la culpa de los aviones de la Cóndor, y que el Parlamento germano acordase conceder una reparación de 250 millones de pesetas (1,5 millones de euros) al Ayuntamiento de Gernika. Finalmente, el 24 de abril de 1998, el Bundestag alemán aprobó una resolución en la que pedía perdón por el bombardeo.

http://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20120426/54285767960/la-condor-arrasa-gernika.html