El último héroe de la Batalla del Ebro. Y yo, sin encontrar mi trinchera
Qué sana envidia siento por Charlie, firme, imbatible
Que sana envidia siento por Charlie, firme, imbatible, en su puesto de batalla hasta que la muerte le alcanzó, él, rodeado de sus camaradas, defendiendo la vanguardia libre del Occidente de aquellos años: LA REPÚBLICA ESPAÑOLA, se dejó la vida por su libertad, por su sacrosanta CONSTITUCIÓN, por defender a las vÃctimas, de la canalla fascista española, dueña de los destinos del paÃs desde la Reconquista, aliados con los católicos, carlistas y demás gentuza que en otro lugar, el devenir de los tiempos les hubiera enterrado, pero aquÃ, en el año 2012, aún siguen llenado de mentiras, vergüenzas y miseria esta tierra maldita, llena de héroes olvidados como Charlie, al que ven en la foto.
Se reunen los indignados en la Puerta del Sol, se manifiestan los sufridos «súbditos» -que no ciudadanos-, con sus sindicatos, reclamando a unos poderes que de sobra sabemos, son lo peor de Occidente. No comprendo esas manifestaciones pacificas, esas «cartas a los reyes magos» que parecen ser las reivindicaciones de hoy en dÃa, SIN LA REPÚBLICA, SIN EL LAICISMO, jamás seréis nadie, dejad de declaraciones amistosas y luchad por lo que os robaron, LA II REPÚBLICA, Y SU MODÉLICA CONSTITUCIÓN.
Como te envidio Charlie, a ti y a todos los combatientes que lucharon por la libertad, tú si que estabas seguro, firme y convencido de cual era tu puesto, tu trinchera, yo la llevo buscando, exactamente desde los cuatro años… y sigo sin encontrarla.
POEMA AL EJÉRCITO REPUBLICANO ESPAÑOL.
Los mÃos murieron en la cruz
murieron con las manos extendidas
hacia Oriente y Occidente
mientras los despojos de sus ojos
miraban la oscuridad del firmamento.
Murieron en silencio, pues la Humanidad
hizo oÃdos sordos a sus lamentos
murieron por amar a sus semejantes
murieron por depositar su confianza en la Humanidad,
murieron por no oprimir a tiempo al opresor
cayeron como héroes por ser las flores aplastadas,
y no los aplastantes pies,
murieron por que se levantaron los monstruos infernales
que destruyeron todo aquello que florecÃa,
todo lo que crecÃa en los campos
y devoraron hasta sus últimas reservas,
murieron porque las vÃvoras escupieron veneno
en el espacio donde los robles sagrados y el brezo,
exhalaba su fragancia…
donde las rosas, estendian su esplendor….
JoaquÃn GarcÃa Corella.
Aguantó hasta el final, en la última trinchera, disparando, ya sin ninguna esperanza pero dispuesto al más alto sacrificio para dar una oportunidad a sus camaradas de escapar de aquel infierno. Cayó acribillado por la metralla, entre el acre olor de la pólvora y el acerado dolor de las esquirlas de las bombas de mano que desgarraban su carne y sus huesos. Quizá en el momento postrero oyó a lo lejos el grito de triunfo de los suyos al completar con éxito la retirada y percibió al tiempo la rabia y frustración del enemigo burlado al no poder redondear su victoria. Asà murió Charlie, el último combatiente republicano de la batalla del Ebro. De esa manera al menos lo imaginan, emocionados con el hallazgo y sus caracterÃsticas, los investigadores que encontraron el pasado jueves el esqueleto de un soldado durante la excavación de la lÃnea final de defensa del ejército republicano en los últimos momentos de la célebre batalla. Según las primeras investigaciones, el valiente era casi con seguridad un miembro de las brigadas internacionales, calzaba un 44 y medÃa más de1,80 metros, muy alto para un español de la época, asà que los investigadores lo tienen por un estadounidense y lo han bautizado como Charlie.
El soldado carecÃa de casco y rifle, sin duda tomados por el enemigo del cuerpo caÃdo, sin embargo, se han encontrado junto a él muchas municiones correspondientes al fusil Moisin-Nagant de fabricación rusa y dos granadas de mano de fragmentación de procedencia polaca. El esqueleto llevaba puestas aún las trinchas.
Antes de morir, ese aciago dÃa de noviembre de 1938, Charlie habÃa disparado buena parte de sus balas y el esqueleto ha aparecido rodeado de casquillos. Especialmente emotivo es el hallazgo del macuto del brigadista, con su escudilla y sus útiles de afeitar.»No paraba de disparar, le lanzaron una granada que explotó junto a su pie, la metralla le seccionó el fémur, le entró también en las costillas y hemos encontrado una esquirla incrustada en la columna vertebral; es fácil imaginar el atroz dolor de esa muerte». Asà explica los últimos momentos de Charlie el responsable de su excavación, Alfredo González Rubial, del Consejo Superior de Investigaciones CientÃficas (CSIC). «Ha sido muy emocionante encontrarlo intacto, tal como murió en acción, se ve el gesto al caer en la trinchera». Hubo gente del equipo que no pudo contener las lágrimas, asegura el cientÃfico.
La excavación de trincheras es algo excepcional y Charlie es uno de los pocos soldados muertos encontrados en el sitio donde cayó. Los investigadores creen que debió quedar medio sepultado por las explosiones que lo mataron y el enemigo se limitó a acabarlo de cubrir arrojando un poco más de tierra. Junto a él quedaron algunas de sus escasas posesiones, la jofaina de afeitado, trozos de jabón, un frasquito de medicina…
El soldado, sin insignias ni chapa identificativa, ha aparecido durante el estudio y excavación de una parte de la lÃnea fortificada republicana en la sierra de La Fatarella. La investigación del CSIC -proyecto ArqueologÃa y Guerra Civil- la dirige Rubial con Mari Carmen Rojo, del grupo de didáctica del patrimonio (DIDPATRI) de la Universidad de Barcelona. Colabora la activa asociación patrimonial Lo Riu.
La lÃnea defensiva que pasa por Riba-roja, la Fatarella y Ascó la diseñó el teniente coronel Tagüeña, jefe del XV Cuerpo del Ejército, al comprender que la batalla estaba perdida. La concibió como perÃmetro de seguridad y último núcleo de resistencia del sector centro republicano en el que apoyar la retirada protegiendo la cabeza de puente en el margen derecho del Ebro. Se conserva bastante intacta, con muchos de sus elementos visibles, especialmente casamatas de cemento.
Al morir, Charlie defendÃa una posición desesperada en la zona de los Raimats, cerca de La Fatarella. La lÃnea entra en acción al retirarse el 14 de noviembre los 50.000 soldados de Tagüeña hacia el puente de Flix, cuando ya se ha perdido todo y atrás quedan miles de muertos en lugares que forman parte de la topografÃa más legendaria de la lucha y el espanto: las sierras de Pà ndols y Cavalls, Quatre Camins, Gandesa… El jefe republicano coloca en la lÃnea a sus combatientes con mayor capacidad de combate, entre ellos efectivos de la 15ª brigada internacional en la que aún queda un batallón de estadounidenses. Su misión es aguantar. Y aguantan. 48 horas. Lo suficiente. Hasta que el ejército ha pasado al margen izquierdo del rÃo. La operación es un éxito total (aunque no para Charlie). Los soldados que se quedan protegiendo la retaguardia la palman casi todos. Algunos búnkeres muestran todavÃa hoy la ferocidad de la lucha: uno recibió un impacto directo de un88 mmalemán que entró por la tronera reventando la casamata desde el interior.
El jueves, mientras se recuperaba un trozo de trinchera empezaron a salir casquillos en cantidades que testimoniaban un combate encarnizado. Apareció entonces una suela de bota. Se pensó que de los años sesenta porque era de caucho. Pero no, resultó ser calzado de la Guerra Civil, y detrás salió una tibia, y un peroné, y luego todo el soldado: Charlie. El esqueleto ha sido excavado con rapidez por la amenaza de lluvias y ahora lo analizaran los forenses. El último combatiente ha abandonado al fin su posición, pero nadie podrá reprochárselo.
JoaquÃn GarcÃa Corella
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