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El último niño de Mauthausen

Laopinion.es, 07-05-2012 | 8 mayo 2012

José García trabajó como esclavo para los nazis en el campo de concentración

 

DOMINGO RIVERO

ARRECIFE «Quiero contarlo todo para que las futuras generaciones no olviden el horror». El asturiano José García Peruyena, que este mes cumple 84 años, ha decidido establecerse en Lanzarote sobre todo para aliviar los dolores que padece en sus piernas fruto de las penurias que ha tenido que pasar en su vida desde que con apenas ocho años fuera embarcado al igual que miles de niños españoles rumbo a Francia en plena Guerra Civil española. Eran los niños de la guerra.

«Todavía tengo en mi mente el momento en el que una bomba cayó en el refugio donde se encontraban dos de mis hermanos y mi madre. A mí no me pasó nada porque estaba en un garaje en frente del refugio. Mis ojos nunca olvidarán los cuerpos de decenas de personas destrozadas por la bomba…»

Y fue así como poco tiempo después lo enviaron a Gijón y de ahí, junto a miles de españoles que apoyaban a la República, al exilio francés. Y su vida, lejos de cambiar, todavía tuvo que ver cómo la muerte le seguía los talones. «A los niños de la guerra nos enviaron después a Bélgica, Holanda, Rumanía, Bulgaria, Hungría y de nuevo a Francia, a un campo de concentración para españoles», señala.

Fue ahí donde los alcanzó la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de Francia por los alemanes. «Me acuerdo de los soldados de la Gestapo cuando iban a recoger a los judíos que se encontraban en ese campo y cómo los enviaban a los que nosotros llamábamos los camiones fantasma, que funcionaban con carbón vegetal y a los que les metían el tubo de escape para asfixiar a los judíos», añade con una memoria prodigiosa.

José García recuerda el hambre y el miedo que pasaban en ese campo de concentración francés, donde incluso fue violado por los que denomina capos españoles, los encargados de vigilar a sus compatriotas y que estaban al servicio de los nazis. Pero los alemanes decidieron que 50 niños españoles debían irse con ellos para que trabajaran como esclavos tal como ha reconocido el gobierno alemán. «Antes de que nos llevaran a una finca cercana al campo de exterminio de Mauthausen estuvimos trabajando muchísimas horas rellenando a mano balas con pólvora y cosiendo botones para los capotes de los soldados alemanes, yo tenía apenas diez años», señala.

José García muestra su muñeca izquierda, en la que se puede leer el 15.919. Una cifra que jamás podrá borrar y que fue la que los nazis le grabaron nada más llegar a Mauthausen. «Recuerdo el olor a chamusquina que impregnaba todo el lugar».

Aunque los niños españoles nunca tuvieron contacto directo con los prisioneros, «vivíamos en una finca cercana», muchas madrugadas eran conducidos en camiones hasta el campo de concentración para limpiar las cámaras de gas, después de que otros presos retiraran los cadáveres de los judíos. Allí recogían las piezas de oro que los asesinados se habían tragado para que los nazis no se las quitaran, pero que con el gas las vomitaban antes de morir asfixiados.

http://www.laopinion.es/sociedad/2012/05/06/ultimo-nino-mauthausen/411743.html