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El papel de Santiago Carrillo en la práctica política y los cambios ideológicos en el PCE

Mundo Obrero, 21 Sep 12 | 24 septiembre 2012

De la Guerra Civil a la Transición

 

 

MIKEL HERNÁNDEZ

Lo que inicialmente iba a ser la presentación de un libro «El PCE y el PSOE en (la) transición. La evolución ideológica de la izquierda durante el proceso de cambio político», se convirtió por el acontecimiento acaecido en los días previos a la Fiesta, del fallecimiento de Santiago Carrillo, en un coloquio en forma de mesa redonda entre varios historiadores sobre la figura de qué fue Secretario General del PCE durante muchos años.

Se dieron cita el historiador de la Universidad de Extremadura inicialmente previsto, Juan Antonio Andrade Blanco, el profesor de la Universidad de Oviedo Francisco Erice, autor de numerosas publicaciones y que ha contribuido en los últimos tiempos con la Secretaría de Formación del PCE en la elaboración de unos cuadernos de formación sobre la historia del PCE y el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, Fernando Hernández Sánchez, autor entre otros libros de “El PCE en la guerra civil”. Las intervenciones se sucedieron relatando en orden cronológico la figura política de Carrillo desde sus comienzos en las Juventudes Socialistas en los años 30 hasta los periodos más recientes de la Transición y su abandono del PCE, ocupándose cada uno de los historiadores de un periodo histórico diferente.

Fernando Hernández comenzó hablando del Carrillo joven, hijo de Wenceslao Carrillo, dirigente de las filas socialistas afín y próximo a Largo Caballero, y que por tanto inicia su carrera política destinado para el triunfo, para suceder a Largo Caballero en el futuro. Los acontecimientos de los años 30 y especialmente la revolución de octubre de 1934 hace que se radicalicen las posiciones y la práctica política. “Un discurso radical exige una práctica radical”, explicó Fernando Hernández, y la imagen de un Largo Caballero que después de haber alentado la revolución de octubre del 34 se queda en su casa plácidamente, donde fue detenido, a la espera de ver cómo se suceden los acontecimientos, necesariamente tenía que traer consigo que una generación jóven de socialistas desbordarse el marco de esa práctica política.

Tras la salida de Carrillo de la cárcel a raíz de esos acontecimientos, se inician los contactos con las Juventudes Comunistas y comienza a dar el paso intelectual hacia el comunismo. Aunque Carrillo ha afirmado posteriormente que su incorporación efectiva al PCE se produce la noche del 6 al 7 de noviembre de 1936, que es el momento de la primera ofensiva franquista sobre la capital, Fernando Hernández pone en duda esa afirmación y cree que fue posterior, hacia 1937, y que esa fecha emblemática ayuda a reafirmar su compromiso con el comunismo de una persona que se incorpora en uno de los momentos históricos de la épica comunista. La carta de entrada en las filas del PCE procedente de las filas socialistas queda así justificada con su nombramiento como Consejero de Orden Público en la Junta de Defensa nombrada por el gobierno republicano que se desplaza a Valencia, en un momento crucial, cuando se da por perdida la capital y el asalto franquista se va a producir ese mismo día.

En lo relativo a la cuestión de Paracuellos Fernando Hernández afirmó que Carrillo no participó en el proceso de decisión del traslado de los presos y él y es criterio común junto con otros historiadores de exonerarle de esta responsabilidad.

Posteriormente, afirma Hernández, durante la guerra, hay otros dos posicionamientos de Carrillo en los que se muestra más disciplinado que otros compañeros del PCE de más larga tradición en las filas comunistas, lo que contribuye a afianzar su posición dentro del partido, una es cuando en 1937 se considera desde la Komintern que habría que convocar unas elecciones en la zona republicana para restar argumentos a las potencias occidentales en su política de no intervención en la guerra civil a favor de la República y la segunda cuando se ordena posteriormente la salida de los comunistas del gobierno republicano. Frente a las posiciones más críticas o dubitativas de otros compañeros del Partido, el se muestra como el más convencido o disciplinado.

Finalmente, Fernando Hernández referencia el último episodio del período narrado, cuando relata el regreso de Carrillo desde Uruguay para desbancar a Jesús Monzón, tachando de aventurera su decisión de invasión del Valle de Arán.

El historiador Paco Erice en su exposición continuó con la trayectoria trazada por Fernando, acerca de la consolidación paulatina de Carrillo en la dirección del PCE, hasta el punto de que el PCE del franquismo es el PCE de Carrillo. No obstante para Paco Erice, incluso todos los procesos personalizados como el de esta identificación, tienen también su contexto en el que arraigan.

En ese ascenso de consolidación Erice menciona como hecho significativo el que Carrillo estuviese presente junto con Dolores Ibárruri y Francisco Antón a la reunión con Stalin en 1948, reunión que luego tuvo su importancia por ser aquella en la cual Stalin aconseja a los españoles cómo una mejor estrategia de lucha antifranquista penetrar las organizaciones de masas del franquismo frente al mantenimiento de la lucha guerrillera.

En 1959-1960 Carrillo se consolida como dirigente máximo tras su ascenso a la Secretaría General del PCE en el VI Congreso. Paco Erice considera a Carrillo como uno de los artífices de la política de Reconciliación Nacional, ese giro táctico que permite convertir al PCE en el Partido del antifranquismo, que permite abrir espacio para incorporar a nuevos sectores priorizando la consecución de la democracia frente a los cambios sociales. Para Paco Erice, la política de Reconciliación Nacional fue un márco fértil para el PCE, a pesar de que alguna de las premisas con las que nació fueran falsas y adolecían de cierto voluntarismo.

Para Erice, el PCE se convirtió en una proyección de Santiago Carrillo, donde dominaron las actitudes personalistas y las decisiones de ruptura pactada estuvieron igualmente impregnadas del personalismo de Carrillo.

Para Juan Andrade, todas las referencias de culto mediático que se han escuchado con motivo del fallecimiento de Carrillo van en la línea de construir un relato mítico del hombre de Estado, artífice de la Transición, contra la cual a él le cabe objetar y anteponer dos elementos: frente a una interpretación de la Transición marcada por figuras individuales, el monarca, Suarez o Carrillo, una interpretación donde el protagonismo lo tengan los movimientos; y un rechazo a los intentos de legitimar el actual ordenamiento a través de lo que él considera elogios envenenados a Carrillo como son el de su capacidad de cesión y renuncia. Elogios envenenados porque esos elogios entrañan la celebración de la derrota del PCE en la Transición.

El grueso de la intervención de Andrade estuvo dedicada al proceso de legalización del PCE que llevó a cabo Carrillo y a analizar todas las contradicciones internas que desgarraron el PCE y que relegaron al principal partido del antifranquismo a una posición de inferioridad. La Transición en palabras de Andrade fue una transacción de legalidad por legitimidad. El Estado otorgaba al PCE la legalidad y éste por ser el principal partido de la lucha antifranquista, dotaba de legitimidad a un proceso de ruptura democrática con la dictadura pilotado por personas del anterior régimen. Ese compromiso convirtió al PCE en un Partido desarmado que desemboco en la desmoralización, las pugnas internos y los malos resultados electorales de principios de los 80.

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