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El lugar común de la memoria

Federico Etxegorri. Noticias de Navarra, | 9 octubre 2012

Aquí, en Navarra, el ámbito de la memoria histórica ha sido un lugar común entre las diferentes realidades progresistas


POR FEDERICO ETXEGORRI – Martes, 9 de Octubre de 2012
LA memoria nos avoca a la reflexión, a mirar las cosas con perspectiva. Aquí, en Navarra, y no de forma casual, el ámbito de la memoria histórica ha sido un lugar común entre las diferentes realidades progresistas. Unos y otros se juntaron en ese terreno para clamar alto y claro por la verdad, la justicia y la reparación. Con un fondo de lucha continua y una resistencia severa forjada tras años de olvido y silencio.

Entonces, desde ese terreno social y común, se ha tejido y consolidado una realidad que ha podido ganar batallas sociales e institucionales, pero sobre todo ha sido capaz de dar coherencia y duración a un proyecto asociativo que ha reunido a todas las partes progresistas de Navarra. Ha sido, por ello, un ejemplo de convivencia y trabajo entre las diferentes izquierdas, capaz también de mirar a los ojos a los gobernantes mediocres que trataron de robarnos el recuerdo, nuestro recuerdo.

Navarra es secularmente plural por suerte, y esta es una realidad constatada año a año. En la mayoría de las encuestas en las que se pregunta sobre la adscripción identitaria de la población navarra aparece con claridad un mapa identitario complementario, plural y transversal. En el plano electoral los bloques, la aritmética, el trasvase de votos y los porcentajes son prácticamente los mismos desde la transición.

Ya llevamos 35 años de enfrentamiento identitario, más o menos intenso según ámbitos, lugares y momentos. No se trata de exagerar, pero tampoco de minusvalorar una realidad: las dos izquierdas en Navarra han caminado como dos mundos paralelos, sin mirarse, sin convivir, y casi sin compartir espacios comunes para la lucha.

EMK lo intentó, EE lo mejoró, IU y Batzarre lo practicaron por su cuenta, NaBai hizo una tímida apuesta, e Izquierda-Ezkerra finalmente lo ha consumado. Porque miren, más allá de los resultados electorales, más allá del trabajo de los tres parlamentarios o de las personas que trabajan en los ayuntamientos, Izquierda-Ezkerra quebró una inercia, una mala inercia. Y la importancia simbólica que eso tiene es considerable porque, después de todo, un movimiento social tiene que tratar de innovar, cambiar la realidad y tejer nuevos caminos. Haber estrechado la distancia entre dos orillas, guiñar así el ojo al destino de los bloques, y ser más abrepuertas que vanguardia iluminada, es la mayor aportación de Izquierda-Ezkerra.

Por eso, a pesar de los números, creo que el espíritu de Izquierda-Ezkerra, su quehacer y su filosofía deben liderar el nuevo ciclo que necesariamente tiene que abrirse en Navarra tras la desaparición de la cruel violencia de ETA. Porque en el fondo y el medio plazo, los terceros espacios, los que ladrillo a ladrillo construyen puentes, son los que aportan a mi juicio los elementos necesarios para el cambio y la convivencia.

Se trata de inaugurar lo que Ortega y Gasset vino a llamar otra comunidad de época. Por ello, todas las personas, pero sobre todo quienes se han atrincherado en su particular frente, deben poner sobre la mesa el balance de la convivencia en Navarra.

Construirse frente a otros, como si no se tuvieran elementos suficientes para la valoración identitaria resulta chocante. Y a estas alturas, la falta de valentía para abrir caminos en común por miedo al patológico antivasquismo de UPN resulta también anacrónico.

Es nuestra mirada la que muchas veces encierra a los demás en su pertenencia más limitada o contigua, y ocurre en muchas ocasiones que solo cuenta el punto de vista de los nuestros, que suele ser el de los más aguerridos de la comunidad (y que generalmente suele coincidir con el de los más demagogos y más airados). Ha existido, y lo que es peor, se ha reivindicado sin rubor, una hostilidad irracional hacia el diferente.

Por eso nuestro quehacer político debe contribuir a terminar con las trincheras, a tender puentes, en definitiva, desde una posición fronteriza tenemos que volcar todo nuestro esfuerzo para que en este cambio de ciclo salgamos con más transversalidad y menos frentismo.

Miren, se acabaron los tiempos del y tú más identitario, porque con el envite tan grande que la derecha y el neoliberalismo nos está echando, no caben fuegos artificiales, ni relatos exagerados sobre el pasado, ni el victimismo recurrente, ni mucho menos la intolerancia hacia quien siente otra identidad a la nuestra, se acabó eso de considerar de fuera al que se siente de otra forma.

La herencia, esa sí que buena herencia, de nuestros viejos republicanos, nos invita a echar un pulso a la agresión social, sin sectarismo, para lograr parar este hachazo conservador.

El ritmo de los que están al fondo y a la izquierda es lento claro, pero es, y por eso están hoy donde están, por creer, y en ellos y ellas creer es hacer, hacer es luchar, y luchar es, en definitiva, resistir por la justicia, qué hacer sino ante la magnitud de la lucha contra la crisis, qué hacer sino ante esta obligada resistencia.

Miren, en la casa roja no hay jirones de banderas, ni vanguardias autosuficientes, ni culto a la épica de la violencia, ni hay pragmatismo sin suelo, en nuestra casa roja hay resistencia para seguir insistiendo que necesitamos un cambio en la sociedad, hay pluralismo y compromiso desde la izquierda.

Los familiares de los fusilados, el exilio de miles de personas, las imágenes republicanas, el trabajo en común de la memoria histórica, son parte de nuestros particulares mitos. Imágenes no idealizadas, lejos de los dogmas ciegos o de los recursos sin matices, pero al fin y al cabo imágenes que evocan las miles de luchas que en el mundo han sido y serán. Entonces el otro día Madrid resumió esa dignidad infinita de los que luchan muchas veces por sus derechos y por los derechos de los de al lado, porque sino somos capaces de resistir, sino somos capaces de mantenernos con la cabeza alta sin que nos hagan torcer la espalda, sino somos capaces de darle valor al trabajo altruista de las personas que quieren mejorar las cosas, para qué entonces seguir.

Copiemos el espíritu que inundó el lugar común de la memoria para ensayar por primera vez una convivencia lo más constructiva posible entre las diferentes izquierdas de Navarra, por ellos y ellas, pero sobre todo por las personas que hoy estamos cansadas de que la derecha se aproveche de esa separación y siempre gane la partida.

http://www.noticiasdenavarra.com/2012/10/09/opinion/tribuna-abierta/el-lugar-comun-de-la-memoria