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«Hay que acordar hasta dónde queremos hacer justicia y cuándo pasamos página»

Público, 04/10/2012 | 5 octubre 2012

El escritor Andrés Trapiello propone un pacto para cerrar la Guerra Civil con su nueva novela ‘Ayer no más’

 

«Es imposible la verdad sin la memoria, pero no es posible la paz sin el olvido», dice.

Pilar Salas / EFE Madrid

«Es imposible la verdad sin la memoria, pero no es posible la paz sin el olvido». De esa premisa parte Ayer no más, un relato con la Guerra Civil como fondo con el que el escritor Andrés Trapiello propone un pacto que acabe definitivamente con los dos bandos que parecen subsistir casi 80 años después. Para inducir a esta reflexión, el narrador, poeta y ensayista leonés vuelve a abordar la «jodía guerra incivil», como la define a través de uno de sus personajes, en una novela narrada por sus múltiples protagonistas en primera persona, involucrados en el bando sublevado o en el republicano, o herederos morales de lo acontecido.

La elección del título, Ayer no más (Destino), es ya toda una declaración de sus intenciones. Tomado de un poema de Rubén Darío, lo escogió por su polisemia: «Fue como quien dice ayer mismo y no queremos más ayer si el ayer es así. Remite a las dos cosas», explica. El asesinato por un falangista de un hombre sin adscripción política ante su hijo de siete años, días después del golpe de Estado de 1936, y el reencuentro setenta años después entre el huérfano que busca el cadáver de su progenitor y uno de los implicados en su muerte son la base de este retrato coral sobre la memoria, el olvido y el perdón. «Ahora hay que decidir qué es lo que recordamos y qué olvidamos. Hay que determinar hasta dónde queremos hacer justicia y acordar también cuándo pasamos página», sostiene el autor, reconocido entre otros con el Premio Nadal y el de la Crítica.

En su opinión, el «acuerdo tácito alcanzado por los demócratas en 1975», que extendió el silencio sobre el pasado inmediato, unido al transcurrir de un tiempo «enormemente curativo», permitió «que se hayan abierto de forma menos traumáticas las fosas en 2004», gracias a la Ley de la Memoria Histórica. No obstante, el «principal déficit» que observa en esa normativa es que «no agrupase a todos los muertos, porque no se trata de mis víctimas y tus víctimas sino de nuestras víctimas. Los inocentes tenemos que compartirlos todos, y los asesinos no son de nadie más que de ellos mismos».

Mantiene que «se desperdició una oportunidad» de entender una de las complejidades de la Guerra Civil: «Que en muchos casos las víctimas han sido victimarios a su vez, que hay víctimas culpables», como refleja en los personajes de Ayer no más. El pacto que propone Trapiello para cicatrizar del todo las heridas infringidas a España por el conflicto fratricida debe partir del reconocimiento en el Parlamento de que la sublevación del 18 de julio fue «ilegítima y condenable sin paliativos» al producirse contra un Gobierno legítimamente constituido.

«Hay que acordar también -añade- que el motivo por el que se sublevan militares, curas, empresarios y terratenientes es acabar con los principios que defiende la República, los de la Ilustración. Pero esto no es una visión de blancos y negros, porque la República, que debería haberlos defendido, no lo hizo y en algún caso se puso al frente de aquellos que los conculcaron». También se trata de reconocer que durante la guerra en la zona republicana «de lo que menos hubo fue igualdad, libertad y fraternidad» y, al mismo tiempo, en la zona fascista «había personas que eran demócratas, liberales y gente ilustrada, como Pío Baroja o Azorín, que la apoyaron de alguna manera».

Aunque reconoce que no es tarea fácil en un país cuyo Congreso «no ha condenado aún ese golpe de Estado», defiende que «son cosas en las que probablemente podemos estar de acuerdo todos y, cuando eso suceda, quizá deje de haber dos bandos, dos Españas». El escritor se refiere en su relato al caso de la búsqueda de los restos del poeta Federico García Lorca como ejemplo de que aún hoy se trata a las víctimas «como muertos de primera y de segunda» y al exjuez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón como a alguien que actuó «de buena voluntad, aunque maliciándose de que se movía en un límite peligrosísimo» al investigar los crímenes del franquismo.

Incluso se cita a sí mismo: «Me cito como un pedante, que es como me ven algunas personas en relación con mis libros de historia de la Guerra Civil. De mí hay en la novela todo y nada». Y, aunque insiste en que en ese enfrentamiento predominan los tonos grises de la ambigüedad, está convencido de que, si hoy se diese a escoger bando a quienes lo vivieron, habría «pocas personas que quieran ser del bando de Enrique Líster o del de Millán Astray y, seguramente, estarían encantados de estar en el de Chaves Nogales, Clara Campoamor o Manuel Azaña».

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