Un vÃdeo inédito de Azaña revive su famoso discurso de Barcelona
Un montaje une las imágenes de su intervención en la capital catalana con el sonido original
MANUEL MORALES Madrid 28 NOV 2012
De pie, con la cabeza alta y sin leer papel alguno, el presidente de la República, Manuel Azaña, se dirige a los polÃticos y personalidades congregados el 18 de julio de 1938 en el Ayuntamiento de Barcelona. Se cumplÃan dos años del intento de golpe de Estado que estalló en Guerra Civil. Azaña pronunció ese dÃa su discurso más célebre, el de las tres pes, «paz, piedad y perdón». Fue una intervención de 71 minutos que intentó, de manera estéril, parar la sangrÃa nacional. De aquel acto se conservaban, por separado, el archivo sonoro y unas pocas imágenes, apenas unos segundos, que grabó ese dÃa la BBC para un reportaje sobre Barcelona. Ahora, 74 años después, la Universidad de Alcalá de Henares y la asociación cultural Foro del Henares han ensamblado ambas piezas en un conseguido montaje, inédito, de aquellas históricas palabras.
Jesús Cañete, estudioso de Azaña y coordinador de actos culturales en la Universidad de Alcalá, explica que las imágenes las localizó en la Filmoteca Nacional, en Madrid, mientras preparaba un trabajo sobre la historia de la ciudad complutense. Por otro lado, recuperó el audio, «que estaba remasterizado en el archivo de Radio Nacional». El resultado es un vÃdeo que se presentó en las jornadas sobre Azaña y Cataluña celebradas a finales de octubre en Alcalá, lugar de nacimiento de Azaña.
Para el historiador Santos Juliá, autor de la biografÃa Vida y tiempo de Manuel Azaña (editorial Taurus, 2008), este discurso, «el último que pronunció en su vida» el presidente de la República, fallecido en el exilio francés en 1940, abordó «la guerra entre españoles pero con la dimensión internacional que el conflicto habÃa adquirido». Para el historiador, «Azaña pensó desde el principio que, sin la intervención de Francia y Gran Bretaña, la República no podÃa triunfar. Él no entendÃa la neutralidad de las democracias mientras Alemania e Italia ayudaban a Franco. Estaba convencido de que la derrota de la República serÃa el preludio de la derrota de Francia en la guerra europea que se avecinaba».
Avance franquista
A finales de 1937, meses antes de este discurso, el Gobierno republicano se habÃa trasladado a Barcelona ante el avance de las tropas franquistas. El territorio controlado por el Ejecutivo estaba dividido en dos. La situación para la República era por lo tanto de «derrota inapelable», por eso Azaña habla de la necesidad de «una suspensión de armas bajo control internacional, que debÃa derivar en un plebiscito para que el pueblo español votara el régimen que quisiera», añade Juliá. «Este pensamiento le granjeó acusaciones de derrotista, cuando lo que buscaba era una rendición con garantÃas, aunque en aquel momento era algo ingenuo y muy complicado».
Siempre con una dicción impecable y gran riqueza léxica, Azaña hizo a continuación «una llamada moral a que se reflexionara sobre el daño que estaba causando la guerra». Finalizó sus emotivas palabras con la conocida invocación a los muertos y su petición de paz, piedad y perdón.
Azaña pronunció aquel discurso sin llevarlo escrito. TenÃa las ideas claras porque las habÃa redactado en sus diarios y también habÃa una parte importante de improvisación. Santos Juliá asegura que los discursos de Azaña son «un monumento a la oratoria». «Era impresionante la facilidad que tenÃa para desarrollar un pensamiento tan elaborado. Era un hombre que llegaba a la gente porque rompÃa con el tradicional discurso de los polÃticos, barroco y recargado». En su estilo, «unÃa el análisis polÃtico a la emoción por sus llamadas a la unidad y a la patria. Lo suyo no eran juegos florales».
Al dÃa siguiente de aquel 18 de julio de 1938, la prensa contó lo vivido en el ayuntamiento barcelonés y «causó un impacto tremendo». Sin embargo, aquellos 71 minutos dramáticos no tuvieron ningún efecto polÃtico. «No paró la intención de Juan NegrÃn [el presidente del Gobierno], que pensaba que habÃa que resistir y que si se lograba una victoria decisiva se cambiarÃa el curso de una guerra». Faltaban solo unos meses para el derrumbe de la República, certificado el 1 de abril de 1939. El hombre que habÃa proclamado en la capital catalana: «A pesar de todo lo que se hace para destruirla, España subsiste», pasó a Francia el 7 de febrero de 1939, dimitió de su cargo veinte dÃas después y falleció en Montauban el 4 de noviembre de 1940.
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