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Rainer Huhle: «El derecho a la verdad es algo innegociable»

Deia, 29-11-2012 | 6 diciembre 2012

Entrevista al Directivo del centro de Derechos Humanos de Nüremberg

 

Con un enfoque especial sobre los conflictos de América Latina, el trabajo de Rainer Huhle se centra en la protección y difusión de los derechos humanos tanto en Alemania como en el mundo. Bajo la necesidad del conocimiento de la verdad como derecho, Huhle apuesta por una cultura de paz y derechos humanos sin costes morales ni políticos

SUSANA MARTÍN – Jueves, 29 de Noviembre de 2012

DIRECTIVO DEL CENTRO DE DD.HH. DE NUREMBERG

BILBAO. Con una amplia experiencia en el trabajo por los derechos humanos en países tan marcados por la violencia como Chile, Uruguay, Argentina o Perú, Rainer Huhle aborda la necesidad de una cultura de paz desde su trabajo como vicepresidente del Consejo de Fideicomisarios del Instituto alemán para los Derechos Humanos. Hoy participa en el V Foro de Derechos Humanos Memoria y reconocimiento que organiza la Diputación Foral de Bizkaia con la colaboración de UNESCO Etxea.

¿Cuál es la experiencia del centro de DD.HH. de Nuremberg?

Nuremberg es un lugar muy simbólico por las famosas e infames leyes de Nuremberg, que es la celebración legal de la discriminación, un problema hoy en día en todos los países europeos. Nosotros hemos aportado bastante desde nuestro trabajo de difusión tanto a nivel nacional como internacional a la educación para los derechos humanos. Un ejemplo es que se haya construido un museo en el Tribunal de Nuremberg para mostrar la necesidad de una justicia penal internacional.

Después de la II Guerra Mundial se hizo un trabajo importante para que lo que pasó en Europa no vuelva a suceder. Ha hablado de discriminación de las personas, ¿nos hallamos ante una involución después de todo lo caminado?

Ahora en Alemania hay otros conceptos relacionados con la discriminación, como la emigración. En Nuremberg es una quinta parte de los habitantes y son parte de la población alemana. Los temas no son los mismos de la Alemania nazi pero siempre se parecen. Cuando hacemos referencia a las leyes de Nuremberg contra los judíos mostramos cómo la exclusión de una parte de la población alemana de creencia y origen judío se dio paso a paso. Pasos que no parecían significativos pero que en el acumulado eran desastrosos en la desposesión de los derechos civiles y económicos.

¿Cómo se dieron esos pasos?

En el centro de documentación sobre el nazismo tenemos una exposición sobre la expropiación a los judíos de todos sus bienes, no solo sus empresas, sino hasta las sillas y las mesas de sus casas. En Alemania, a pesar del trabajo sobre el pasado nazi, solo ahora se conocen los detalles porque gran parte del pueblo alemán estuvo involucrado y mucha gente se aprovechó de este proceso.

Ningún conflicto se parece, pero ¿hay elementos comunes a la hora de abordar la paz o la reconciliación de país?

Especialmente en la ONU se ha configurado una idea nueva: el derecho a la verdad. Sobre todas las violaciones de derechos humanos y, aquí es importante a aplicar en el caso de las desapariciones forzosas, el ocultamiento de la verdad. En ese contexto se ha considerado un derecho a la verdad oficializado en la ONU con resoluciones en la Asamblea General y en muchos tratados. Creo que es un buen ejemplo de cómo desde una experiencia muy dolorosa se entiende la gravedad pero se aborda la solución, saber dónde está esa persona, qué pasó, cuál fue el procedimiento. En condiciones de conflicto y su resolución, el derecho a la verdad es algo innegociable. Si una parte no está dispuesta a reconocer el derecho a la verdad será difícil llegar a una palabra tan grande como reconciliación. Ni siquiera hablamos de justicia o castigo. Con la verdad ha de comenzar todo proceso.

¿Cada víctima tiene derecho a su propia verdad, a su «relato total»?

Nosotros realizamos la aplicación de los tratados pero también podemos ayudar a producir verdades, principalmente las de las víctimas. También esperamos que los Estados den su versión y que en ese proceso surjan elementos que produzcan un entendimiento y no falsos comportamientos. Actuamos en base a un instrumento legal, actuamos como jueces que velamos por su cumplimiento.

¿Qué papel juega el perdón?

El perdón es personal e íntimo, se da entre personas; no es algo que se dé en sociedades enteras. Ha de surgir entre víctima y perpetrador. Y cuando se provoca, normalmente termina en imposiciones y resultados falsos. Si se logra es milagroso, pero requiere el reconocimiento de la injusticia y, por tanto, de una verdad, la de la víctima, o quizás se encuentren en la mitad del camino. Un amigo uruguayo víctima de torturas bajo la dictadura vio a su torturador en la calle y como buen cristiano quiso ofrecerle el perdón; el otro hombre se alejó al otro lado de la calle. Él se preguntó: «¿Cómo voy a perdonar cuando ni siquiera quiere el perdón?». Es una gran palabra, pero es entre personas, nunca ha de ser decretado. Igual con aquellos que dicen «nunca voy a perdonar ni olvidar», es también un derecho legítimo.

¿Es legítima una posición defensiva porque cada uno tiene su propia historia personal y los acercamientos pueden interpretarse como cesiones frente a determinadas coherencias?

Ahí se trata de un tema comunicativo más que un tema moral y donde debemos estar todos, agentes como las ONG y también el Estado. Creando condiciones para que la comunicación sea posible y se conozcan las posiciones porque muchas veces las cosas fracasan porque ni siquiera se sabe quién es el otro y más en sociedades donde las líneas entre víctimas y victimarios no son tan claras, por ejemplo Perú; miembros de Sendero Luminoso eran brutales victimarios, lo que no excluye que en otros momentos hubieran sido víctimas de crueles tratamientos.

Y la pedagogía de la paz tras un conflicto, ¿cómo y con qué método se hizo en Alemania?

En Alemania las culturas políticas de la lucha por la paz y los derechos humanos han sido extrañamente dos mundos separados, pero hay una cultura que busca la paz a toda costa inclinada a ir demasiado rápido y a pagar muchos costes morales y políticos. El reto hoy en muchas sociedades está en encontrar un camino donde confluyan una cultura de paz y de derechos humanos: cómo se logra una convivencia sin el ocultamiento de las culpas, cómo se crea una cultura pacífica donde los enfrentamientos y conflictos tengan un espacio donde se puedan trabajar y resolverse sin violencia. Ese es un reto para la pedagogía.

¿Cómo está asistiendo a las conversaciones de paz de Colombia? ¿Es posible la paz en un lugar con un conflicto tan cronificado?

El panorama es sorprendentemente esperanzador. Mucha gente cree que las oportunidades son hoy mejores que en las últimas décadas. Es un elemento positivo: si mucha gente cree que la paz es posible se hace más posible. Pero falta mucho todavía, el conflicto no es solo entre el Gobierno colombiano y las FARC. Hay otros muchos actores violentos con un problema profundamente social con origen en las enormes injusticias. Queda por ver en el desarrollo del proceso si se incluyen otros agentes con derechos legítimos a entrar para que al final se cambie algo. Puede ser que un grupo guerrillero deje las armas, pero si las cosas no cambian surgirá otro. Aquí caben las grandes preguntas como el reconocimiento de los actores violentos de sus violaciones. Si no lo hacen, veo muy difícil que se llegue a algo.

http://www.deia.com/2012/11/29/politica/euskadi/el-derecho-a-la-verdad-es-algo-innegociable