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El Salvador: La ley de amnistía

José M. Tojeira. DiarioCoLatino, 19-03-2013 | 21 marzo 2013

_PrDiarioCoLatinoEl 20 de marzo de 1993 se aprobaba la Ley de Amnistía. Le había precedido el Informe de la Comisión de la Verdad

 

 

El 20 de marzo de 1993 se aprobaba en la Asamblea Legislativa la Ley de Amnistía y casi inmediatamente, dos días después, se publicaba en el Diario Oficial. Le había precedido el Informe de la Comisión de la Verdad, publicado el 15 de Marzo con el título “De la locura a la esperanza: la guerra de 12 años en El Salvador”. Para quienes vivimos aquellos días es difícil olvidar los acontecimientos. Ese día 15 de Marzo me tocó estar casi durante dos horas en el programa de Mauricio Funes comentando uno a uno los datos que iban llegando de Nueva York en un sistemático goteo de información de la oficina de prensa de las Naciones Unidas.

Hoy, 20 años después de estos acontecimientos, seguimos diciendo lo mismo que en aquel momento. ¡Cuánta gente buena tuvo que sufrir para que al fin la paz llegara! Y qué lamentable, posteriormente, que se quisiera borrar la memoria con una ley de amnistía que era una verdadera afrenta e insulto a los pobres y víctimas de El Salvador. Ya en aquellos tiempos defendíamos que en vez de una Ley de Amnistía necesitábamos una Ley de Reconciliación, Dignificación de la Víctimas e Indulto. Y es que la verdadera reconciliación de los pueblos y personas sólo se puede llevar a cabo sobre la verdad, la justicia y el perdón. Son tres elementos clave para una auténtica reconciliación. Y una ley como la que preconizábamos los contemplaba: Ofrecería la posibilidad de investigar y establecer plenamente la verdad respecto a casos de graves violaciones de Derechos Humanos, ante el juez se daría oportunidad a la víctima de exponer su caso y reclamar justicia, y se le daría el perdón de la merecida pena de cárcel a todo aquel que contribuyera a la verdad y pidiera perdón a la víctima o sus familiares.

No falta gente que dice que la verdad puede llevar a más crímenes, venganzas y recrudecimiento de la violencia. Lo cierto es que después de la guerra, y en el contexto histórico de esa Ley de Amnistía, recrudeció la violencia y el crimen en el país. Que hubiera habido violencia si se establece verdad y se pide perdón es una suposición. Que hubo violencia creciente con una Ley de Amnistía que consagraba la impunidad en los crímenes del pasado es un hecho. Y aunque no podamos establecer una relación de causa-efecto entre la Ley de Amnistía y el aumento de la violencia, los hechos son siempre un argumento más fuerte que las suposiciones. La teoría de que la verdad puede engendrar violencia puede tener algunos aspectos de verdad. Pero la afirmación de que la verdad constituye siempre el mejor camino de reconciliación entre personas, instituciones y países, es inobjetable. La mentira o el ocultamiento de la verdad siempre acaban creando traumas, desengaños y, con frecuencia, violencia.

¿Estamos a tiempo hoy de encontrar un camino distinto de la Ley de Amnistía? Las sesiones de justicia restaurativa que a partir del Miércoles próximo iniciará una vez más el IDHUCA nos indican que ese camino existe. Las víctimas que a lo largo de varios años han expuesto sus casos casi siempre repiten lo mismo. Desde el hijo de Mario Zamora y Aronette, hasta un humilde campesino de Copapayo respondieron a los jueces de la misma manera cuándo éstos les preguntan qué desean para restablecer la justicia. No hablan de cárcel, ni mucho menos de pena de muerte. Simplemente afirman que les gustaría poder contar lo que cuentan en el tribunal ante los asesinos de sus familiares para que se enteren del sufrimiento que causaron y para ofrecerles la oportunidad de pedir perdón. Cuando muchos decimos que las víctimas nos humanizan y mejoran nuestra calidad de personas no nos equivocamos. Pero todavía continúan teniendo demasiado peso en El Salvador aquellos liderazgos que rechazan la verdad como camino de reconciliación.

En sus “Poemas clandestinos” Roque Dalton decía: “Ay entonces del grito que no se emitió para dolerse de los hermanos, sino para corromper sus oídos al tiempo que se loaba a su enemigo, ay entonces de la frivolidad con que se apoyó la vigencia del becerro de oro… ay del traslado del crimen hacia los hombros de los débiles… ay de los soplos al oído del verdugo, ay de las tolerancias, ay de las mentiras matutinas y vespertinas”. Ese lamento continúa de alguna manera vigente. Monseñor Romero, cuyo recuerdo celebramos en estos días, luchó precisamente contra la insensibilidad de quienes adoraban el becerro de oro, “la idolatría de la riqueza”, para ser exactos con sus palabras. Pero ya sabemos lo que pasó: Los intentos de silenciarlo y la fuerza que recuperó su martirio. Hoy, si queremos solucionar esos “ayes” de futuro, debemos reconstruir y edificar sobre la verdad. Tarde o temprano la Ley de Amnistía será derogada, porque fue injusta con los más inocentes, víctimas incluso niños y niñas de pecho. Comenzar antes, en vez de después, a rehacer el espíritu comunitario sobre la verdad, el dolor y la esperanza de las víctimas se convierte años tras año en oportunidad y demanda al llegar a estas fechas.

http://www.diariocolatino.com/es/20130319/opiniones/113857/La-ley-de-amnist%C3%ADa.htm