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Diario a dos voces del exilio republicano

Luis Matías López. Público, 02-04-2013 | 4 abril 2013

carceles y exilios22Fernando Colomo recreó en Los años bárbaros la fuga de Manuel Lamana y Nicolás Sánchez-Albornoz de la cárcel-campo de trabajo de Cuelgamuros

 

Fernando Colomo recreó en Los años bárbaros la fuga de Manuel Lamana y Nicolás Sánchez-Albornoz de la cárcel-campo de trabajo de Cuelgamuros, donde Franco hacía purgar el delito de no plegarse a sus designios a miles de republicanos, a los que forzaba a dejarse el aliento para erigir uno de los mayores monumentos a la megalomanía desde la pirámide de Keops. Ocurrió en 1948. Para que su huida tuviese éxito, los dos militantes antifranquistas contaron con el plan urdido por un hermano del escritor Juan Benet, Francisco, y con la ayuda de dos jóvenes norteamericanas: Barbara Probst Solomon, que luego se convertiría en una prestigiosa escritora e intelectual; y otra Barbara, hermana del escritor Norman Mailer. El propio Lamana utilizó la peripecia como base argumental de su novela Otros hombres.

Valga esta introducción para situar a Manuel Lamana, aunque lo que le trae a esta columna es la reedición por Seix Barral de su Diario a dos voces, ejemplo del drama de cientos de miles de republicanos forzados a emprender el camino del exilio cuando la victoria de Franco era ya inevitable. Manuel (por entonces con 16 años), su madre y sus dos hermanos menores cruzaron la frontera catalana a comienzos de febrero de 1939, dejando atrás a su hermano mayor, prisionero de los nacionales en la batalla del Ebro, y a su padre, José María, afiliado a Izquierda Republicana y administrador general del Monopolio de Tabacos y Fósforos.

El origen de la obra es el diario que José María Lamana empezó a escribir mientras se disponía a cruzar la frontera, y que continuó en los campos de acogida franceses a los refugiados y en la localidad de Rieux-Minervois hasta finales de abril, cuando pudo reunirse al fin con el resto de su familia. Más que un político era un funcionario leal y comprometido con la legalidad republicana. Escribió con objetividad, sin cargar las tintas, relatando lo que le ocurrió con una minuciosidad y un distanciamiento que, no obstante, resaltan las duras condiciones en unos campos de concentración que, salvando las considerables distancias, prefiguraban los de una II Guerra Mundial que ya asomaba por el horizonte.

Comparadas con las penalidades de José María Lamana, las de su mujer e hijos fueron llevaderas, y sus condiciones de vida aceptables dentro de la excepcionalidad. Recibieron por ejemplo abundantes muestras de solidaridad de los habitantes de la localidad de Ornans, a la que fueron adscritos, mientras el cabeza de la familia experimentaba, sobre todo en Argelès-sur-Mer, los rigores de una terrible reclusión: frío, hambre, enfermedad y un trato que rozaba el desprecio. Sin embargo, fue la experiencia menos traumática de su hijo Manuel, que éste recreó muchos años después en forma de memoria personal que acompaña y complementa día a día la de su padre, lo que dota de singularidad y hace más singular a este Diario a dos voces.

Pese a militar ya en la Federación Universitaria Escolar (FUE), Manuel era un adolescente que, en esas duras circunstancias, asumió responsabilidades de adulto mientras avanzaba en su educación sentimental y vital. Página a página, se desgranan las dos experiencias paralelas, la del padre y la del hijo, marcadas ambas por el desarraigo, por el deseo de retornar a una España que ya no existía y donde el nuevo régimen no aspiraba a la reconciliación, sino a la destrucción de todo rastro del enemigo derrotado.

En ese contexto, Manuel se siente perdido, sin rumbo, no sabe donde meterse, recluido mentalmente en una especie de tierra de nadie. “Qué maravilloso hubiera sido”, rememora en uno de sus momentos más amargos, “despojarme del cuerpo por unas horas. No hubiera tenido que buscar dónde ponerlo”.

Pese a todo, Manuel Lamana regresó a España en 1941, al parecer porque iba a ser enviado desde la Francia ocupada a una compañía de trabajo forzoso en Alemania. Tal vez fue su juventud lo que le salvó al principio de la cárcel y le permitió recuperar algo parecido a una vida normal, aunque él la convirtió enseguida en peligrosa al involucrarse en la oposición estudiantil al régimen. En 1947 fue condenado a seis años de cárcel por intentar reconstruir la FUE. Un año después protagonizó su espectacular huida. Terminó recalando en Argentina, donde fue profesor universitario y traductor de Sartre y Camus.

Allí murió, en 1996, y allí escribió Diario a dos veces, Otros Hombres y Los inocentes, ambientada ésta última en plena Guerra Civil y contada en primera persona por un adolescente, trasunto del propio autor. Se trata de una trilogía (guerra, exilio, prisión) que refleja que la literatura con la que se sentía comprometido no debía nutrirse de la imaginación, sino de su vida, para rendir testimonio de ella.

http://blogs.publico.es/luis-matias-lopez/2013/04/02/diario-a-dos-voces-del-exilio-republicano/