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Forjando al pueblo: sobre la educación republicana

Daniel Molina. Nuevatribuna.es, 14 Abril 2013 | 17 abril 2013

EscuelaRepUna de las virtudes de la II República fue el impulso que dieron los distintos gobiernos a la educación

 

Daniel Molina Jiménez | Investigador de Historia Contemporánea

Estos días se conmemora el aniversario de la II República. En este sentido, siempre resulta interesante conocer y estudiar aquel tiempo para tratar de asimilar lo mejor de aquella democracia abruptamente interrumpida. Una de las virtudes de la II República fue el impulso que dieron los distintos gobiernos a la educación. En efecto, una de las principales preocupaciones de los socialistas y especialmente de Fernando de los Ríos como ministro de Educación durante el primer bienio reformador, fue establecer la cultura y los valores republicanos de la cultura como ejes transformadores del pueblo. La nación española encarnada en la II República era para Fernando de los Ríos heredera de los valores del 98, y tenía que seguir la tarea de cambio al igual que hicieran los regeneracionistas.

La República española trata de dar vigencia a este sentido de la historia, trata de encauzar, de fortalecer el valor de la instrucción destacando los hitos históricos del pueblo, sus mejores logros, sus más significativos avances.  El socialismo entendió la educación como un hecho social y por tanto se desarrolla dentro del marco de un sistema de relaciones sociales,  pretendía por tanto “profundizar en la conciencia de la historia española para que el español sepa qué es, que es a su vez la única manera de saber adónde va”.  Si observamos de manera escrutadora la anterior cita, debemos extraer dos ideas clave: La educación es ante todo un medio que tenía el pueblo para penetrar en la nación, debía estar a su servicio. Y, la educación  también es el principal instrumento que encontraba la España del pueblo para su transformación.

Para  ello, muchas veces la escuela sirvió de soporte a un discurso de afirmación de las propiedades del pueblo  y como constructor del progreso de la nación: Rodolfo Llopis, escribió unos años antes un interesante tratado La escuela del porvenir, sobre la importancia de la escuela para la sociedad y la creación de una ciudadanía política. “La escuela acaba siendo el centro del barrio, la escuela y el pueblo son ya la misma cosa”. La escuela así, tenía una función socializadora en cuanto hacer de ella “un centro de trabajo, hacer que ella sea el centro de la ciudad, del pueblo, del barrio…”.  Sin embargo, la situación era más bien la contraria, la existencia de grandes numerosos núcleos rurales, la influencia de la religión en la política, era la causa de la ignorancia en que se tenía sumido al pueblo por la inacción del régimen de caciquil de la Restauración. “Nuestro regazamiento en relación a otros países que llevan la delantera de la civilización descansa en el analfabetismo en que se encuentran la mitad de la población española”.

Para Julián Besteiro, la conquista de la cultura era un momento de la lucha de clases previsto ya por Marx. Cuando Marx decía que había que ejercitar la lucha de clases para acabar con la existencia de las clases -anotaba el catedrático y líder obrero- no querría decir sino que había que llegar a un grado de cultura superior que permitiese la organización de la nueva sociedad. La educación se convirtió así en la nueva religión del obrero socialista y el esfuerzo por obtenerla, especialmente mediante la participación en los organismos e instituciones de educación obrera, en una de las principales señas de identidad del obrero en lucha por cambiar las relaciones de poder en el Estado.

El concepto desarrollo ha sido tradicionalmente más utilizado en economía que  en educación, con diferentes connotaciones ideológicas. Sin embargo, lo común en España, desde el liberalismo, era identificar a la educación como un instrumento o proceso para el desarrollo, en su función productora de profesionales y técnicos en relación con las demandas socioeconómicas del  país. Concebir de esta manera la educación era olvidarse para los republicanos de que ésta es una institución formal, dirigida a la capacitación inmediata de habilidades y destrezas cognitivas del ser humano, no solo entendiéndolo como agente de producción, sino también comprende otras dimensiones sociales, culturales y cívicas que moldeaban la sociedad y la fisonomía del país. Así, para los socialistas y los republicanos de aquella época,  la idea de mercantilización de la sociedad de la derecha católica,  había  degenerado en un desarrollismo caracterizado por cumplir metas de índices económicos sin analizar las consecuencias de éstos en la condición humana.

Forjando al pueblo. Hablar de educación  era referirse a la forja, esto es, dar el primer golpe de martillo, a la creación de ciudadanos. Aquí reside el papel fundamental de la educación para los socialistas y los republicanos: educación no para reproducir los modelos, visiones, valores y esquemas de una sociedad que da muestras de agotamiento, sino para construir una visión distinta creadora de la humanidad.

Hoy, en tiempos de crisis, la educación debería concebirse en el sentido republicano, como un medio de autodeterminación de la sociedad, un instrumento al servicio de la emancipación del ser humano para que sea capaz de criticar la explotación del hombre y buscar soluciones posibles. Un camino, sin duda, muy lejano al ciudadano económico y funcional que desde el poder se pretende imponer.

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