«La Generalissima» mandaba sobre Franco «más de lo que aconseja la tradición española»
En los cables desclasificados de Kissinger compilados por WikiLeaks y que Público comenzó a difundir ayer
DANIEL DEL PINO Madrid
Si Franco levantara la cabeza y leyera hoy que el embajador de EEUU en Madrid, Wells Stabler, creÃa que su mujer, Carmen Polo, o «La Generalissima, como se la conoce cariñosamente» (sic) tenÃa más influencia en las decisiones del caudillo «de la que recomienda la tradición española», darÃa marcha atrás en el tiempo, darÃa plantón al presidente Gerald Ford en su visita a Madrid en 1975 y, posiblemente, expulsarÃa al diplomático por hacer propaganda comunista. En los cables desclasificados de Kissinger compilados por WikiLeaks y que Público comenzó a difundir ayer, hay algunas referencias sobre las costumbres, peculiaridades, manÃas y deslices de los españoles que no tienen desperdicio.
La GeneralÃsima, según explica Stabler al secretario de Estado, Henry Kissinger, habÃa «sustituido a su marido en muchos actos públicos», dedicaba «una gran parte de su tiempo a las obras de caridad» y prestaba «su nombre y presencia voluntariamente para recaudar fondos para hospitales, residencias de ancianos y orfanatos». El diplomático pensó, no obstante, que además de la faceta doce meses doce causas de Carmen Polo, Kissinger también estarÃa interesado en saber que «algunos de los intereses financieros de la familia, por ejemplo los inmobiliarios, están a su nombre» y que tanto ella como Franco «van a misa varias veces a la semana».
La mujer del dictador no serÃa la única persona de la familia Franco que captó la atención de Stabler. El 12 de agosto de 1975 el emisario de Kissinger en España envió al Departamento de Estado varios extractos de dos entrevistas que Pilar Franco, hermana del caudillo, habÃa concedido a Mundo Diario y Ya. Bajo el tÃtulo, Franco va a renunciar, dice su hermana, pero no cuándo, Stabler aseguraba, casi con sorna, que «a Pilar no le cuesta reconocer que no tiene ni idea de lo que pasa por la cabeza de Franco. Dice que su hermano es ‘un enigma’ y que se enteró de que volverÃa al poder en septiembre de 1974 [habÃa cedido durante dos meses la Jefatura del Estado al prÃncipe Juan Carlos por enfermedad] por un parte en la televisión que él insitió en dejar».
Pese a todo, Stabler resalta las siguientes predicciones de Pilar Franco: «Mi hermano dejará el poder, lo hará, está esperando al momento adecuado», «un dÃa se levantará y dirá, lo dejo».
El embajador se dará cuenta de que la hermana del dictador no es una médium fiable el 23 de septiembre de 1975, cuando decide titular un cable a Kissinger por Doña Pilar vuelve a predecir. «Doña Pilar ha hecho otra predicción sobre las intenciones de su hermano. Dijo a Blanco y Negro que la ascensión de Juan Carlos es inminente. Dijo que está segura de que su hermano le cederá el poder en vida y añadió que el dÃa 12 podrÃa ser una fecha importante».
«Doña Pilar es aficionada a hacer afirmaciones y predicciones délficas pese a que admite abiertamente que realmente no tiene ni idea de lo que piensa su hermano. Los observadores polÃticos desmienten sus declaraciones, asà que, si alguna vez lleva razón, nadie lo sabrá hasta que realmente suceda».
Brandy, puros y la ‘spanish copita’
Franco no podrá plantar a Ford porque Stabler dijera que su mujer le controlaba pero en realidad era un experto en el tema y Kissinger lo comprobó en primera persona durante una visita a Madrid en 1974. El dictador no le recibió, según la versión oficial, porque su estancia en Madrid iba a ser muy corta y un encuentro en El Pardo habrÃa requerido de bastante tiempo para hablar de los asuntos internacionales que preocupaban a España y EEUU. El embajador en ese momento, Horacio Rivero, deja caer la posibilidad de que Franco estuviera molesto porque el presidente, Richard Nixon, habÃa decidido no parar en Madrid, algo que no sentó nada bien al régimen aunque el Ministerio de Exteriores que dirigÃa Pedro Cortina tratara de desmentirlo.
«Doña Pilar es aficionada a hacer afirmaciones y predicciones délficas pese a que no tiene ni idea de lo que piensa su hermano»
«El Ministerio de Exteriores nos informó a las 10.20 horas que ‘será imposible’ que el secretario vea a Franco hoy […] El responsable de asuntos estadounidenses explicó que Franco habÃa tomado esa decisión en firme ayer después de hablar con el ministro y en este tipo de decisiones él cambia rara vez de opinión […] El oficial subrayó que no hay ningún tipo de motivación polÃtica detrás, añadiendo que no tenÃa nada que ver con la decisión del presidente [Nixon] de no venir a Madrid».
Exteriores le ofrece a Kissinger «hablar con el prÃncipe Juan Carlos como alternativa» y ese es uno de los primeros momentos en los que el secretario de Estado y el Borbón empiezan a tejer la «relación especial» de la que este diario se hizo eco ayer. No se sabe si a Kissinger le disgustó no haber visto al caudillo ese dÃa pero al menos una buena noticia si tuvo: los españoles habÃan decidido reducir de «media hora a 15 minutos» el cocktail previo a la comida que tendrÃa lugar en el Palacio de Viana. Del «breve espacio de tiempo para brandy y puros» sà que no pudo escapar. Esa experiencia, que Stabler denomina «spanish copita (bebida entre horas)», la pudo disfrutar también un grupo procedente del National War College que visitó Madrid y Toledo en abril de 1975.
La cena de Areilza
En octubre, Kissinger volvió a pasar por la base militar de Torrejón y Rivero le informa de que «los españoles han aceptado que el encuentro no incluya el almuerzo». «No sugerimos que lo hubiera debido al corto espacio de tiempo que el secretario estará en tierra y el tiempo adicional que llevarÃa trasladar a ambas partes hasta y desde el lugar donde los españoles podrÃan celebrar esa comida. La hora de comer española no empieza por lo general antes de las 14.00 horas o incluso más tarde. Para que no haya confusiones el Ministerio de Exteriores ya ha sido informado de que el secretario comerá en el avión».
«Debo decir que si usted tiene estas cenas cada noche, no sé cómo hace para estar tan en forma como afirman algunos ministros de exteriores» La relación de Kissinger con las mesas españolas seguirá siendo curiosa con el rey en el trono. Para su visita a finales de enero de 1976 con motivo de la firma del Tratado de Cooperación y Amistad que renovaba el acuerdo sobre las bases militares en España, el ministro de Exteriores, Juan José de Areilza, conde de Motrico, ofrecerÃa una cena en su honor. Stabler, en el discurso que le prepara para el brindis de rigor, escribe lo siguiente: «Las delicias de la hospitalidad española y la polÃtica me obligaban a volver a España en cuanto fuera posible. Debo decir, sin embargo, que si usted tiene estas cenas cada noche, no sé cómo hace para estar tan en forma como afirman algunos ministros de exteriores».
Los cables de Rivero permiten también descubrir un momento que seguramente no pasará a la historia de la diplomacia española. El 22 de agosto de 1973 estaba reunido con el ministro de Exteriores de la época, Laureano López Rodó, cuando éste recibió una llamada telefónica del prÃncipe Juan Carlos. Rivero relata como hizo el gesto de salir de la sala pero López Rodó le dijo que se quedara. Aquello le permitió enterarse de que Juan Carlos ya tenÃa vuelo reservado para «asistir a un funeral al que también irÃa el prÃncipe de Luxemburgo», y que el Borbón visitarÃa Francia e India.
Rivero pudo ver también cómo el prÃncipe le pedÃa explicaciones por la designación de Manuel Fraga como embajador en Londres, cómo López Rodó le prometÃa enviarle una copia de la «carta tan bonita» que el papa le habÃa enviado a Franco, y que la conversación que tuvo con el ministro de Exteriores marroquà Benhima «no dio ningún fruto» porque era una «persona difÃcil».
Más allá de todo esto, Rivero le cuenta a Kissinger que «el incidente confirma que el prÃncipe es informado por los ministros sobre muchos asuntos y que se preocupa por el funcionamiento del Gobierno». También que el tono que empleó el ministro «era respetuoso e indicaba cierta familiariedad» y sobre todo no «indicaba ninguna molestia por tener al prÃncipe al dÃa».