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La II República prohibió los exorcismos que ahora Rouco quiere reavivar

Cuarto Poder, 27-05-2013 | 29 mayo 2013

20110527143310exorcistaLas nuevas autoridades republicanas prohibieron los ritos y exorcismos oscurantistas

 

LUIS DÍEZ | 27 DE MAYO DE 2013

Al grito de “¡Aquí no pasa ni Dios!”, unos guardias civiles impidieron, fusil en mano, la entrada de las caspolinas al pasadizo rocoso donde realizaban su trabajo. Las caspolinas eran unas ancianas supuestamente dotadas de poderes espirituales que practicaban exorcismos y expulsaban los demonios de los cuerpos de los poseídos. Les llamaban así, caspolinas, porque las más acreditadas procedían de la comarca levantina de Caspe. En los primeros días de septiembre de cada año se desplazaban a un paraje recóndito de la comarca de Ports de Morella y ocupaban unas cuevas rocosas existentes cerca del Santuario de Nuestra Señora de Balma, en la localidad de Sorita.

Hasta allí llegaban en todo tipo de vehículos de tracción animal, mecánica y a pie, cientos de familias de las comarcas catalanas, valencianas, aragonesas y, en menor número, de otros sitios de la península, con sus locos –disminuidos psíquicos–, sus rameras, sus “desviados sexuales” –según la terminología de la época– y sus extraviados por los caminos del vicio para que las caspolinas los exorcizaran, les expulsaran los demonios y los sanaran. La concentración de personal era elevada y se prolongaba entre tres días y tres noches y una semana. Todo ello se disfrazaba con el nombre de “romería” al Santuario de Balma.

La posesión demoníaca –el más oscuro y lamentable producto de las creencias doctrinarias católicas– atrajo al periodista Alardo Prats Beltrán, quien documentó y escribió un libro-reportaje sobre lo que allí estaba pasando. Tituló el relato: Tres días con los endemoniados y lo subtituló: La España desconocida y tenebrosa. Ni que decir tiene que aquel “nuevo periodismo” tuvo un impacto extraordinario y obtuvo los elogios de los colegas y los críticos del momento, incluido el “accidentalista” José Martínez Ruiz, Azorín. Un año después, los españoles votaron por la II República, y las nuevas autoridades republicanas prohibieron los ritos y exorcismos oscurantistas y acabaron con aquella triste demostración del atraso cultural y científico de España. Ya es sabido que la alfabetización, la enseñanza y el desarrollo científico y cultural fue uno de los grandes objetivos de la República.

Como tantas otras personas de valía, el periodista Prats Beltrán, reportero incansable, se exilió a México, donde desempeñó su labor en los rotativos Excelsior, Últimas Noticias, Hoy, y ejerció de corresponsal para varios periódicos de Cuba, Argentina, Uruguay y Estados Unidos. Su libro sobre los endemoniados fue reeditado en 1999 por Alta Fulla (Barcelona), con prólogo de Álvar Monferrer i Monfort, un dato que puede enriquecer la bibliografía de los ocho sacerdotes designados exorcistas por el presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y que están siguiendo un curso de formación acelerada bajo la dirección del obispo auxiliar César Franco.

El cronista recordó el libro de Prats Beltrán al escuchar por radio, camino de Santo Domingo de Silos, la noticia de que el cardenal Rouco quiere tener un exorcista luciferino en cada vicaría de su diócesis, debido a la avalancha de endemoniados o poseídos por el maligno de la que ha sido convenientemente informado. Aparte las influencias sectarias (también de la propia Iglesia Católica), de las drogas, de los vicios y ludopatías presentes y venideras con el establecimiento de Eurovegas y de las afecciones psíquicas en crecimiento por culpa del paro y la crisis prolongada por los “refundadores” del capitalismo, no se alcanza a las racionales mentes en pleno siglo XXI –siglo del byte y de la mundialización del conocimiento– cómo es posible que la jerarquía católica española siga alimentando el poder de Satanás. ¿Con qué fines? ¿Para satanizar qué y a quién?

Luego ya, en día de mucho revuelo por la visita de Umberto Eco al monasterio del que extrajo la inspiración para su novela El nombre de la rosa, el cronista pudo fijar su atención en el artesonado del claustro y descubrir al maligno que plasmó en el siglo XIV el anónimo artista mudéjar. Y sin olvidar al expresidente de gobierno José María Aznar,  personaje belicoso y fanfarrón, que acostumbraba a pasar bajo esta diabólica alegoría cada año, antes de iniciar el curso político, el observador cayó en la tentación de elucubrar sobre los beneficios que a la clerecía habrá aportado el malvado Lucifer, solamente por encubrir y justificar el daño que a los ciudadanos más humildes, a los trabajadores y a los que menos posibilidades tienen de progresar están infligiendo los poderosos y atribuírselo a él, al maldito Mefistóteles y su corte infernal.

http://www.cuartopoder.es/laespumadeldia/2013/05/27/la-ii-republica-prohibio-los-exorcismos-que-ahora-rouco-quiere-potenciar/